Cuentos de Amor

Amor en silencio, un adiós sin palabras

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En un rincón olvidado del mundo, existía un pequeño pueblo llamado Luzverde. Este pueblo, rodeado de montañas y cubierto de flores silvestres, era conocido por su belleza natural y sus habitantes amables. Entre estos habitantes se encontraba Aurora, una niña de largo cabello dorado que siempre parecía estar rodeada de luz. Ella tenía una sonrisa brillante y un espíritu aventurero. Pasaba sus días explorando los campos de flores, cantando melodías alegres y soñando con historias de amor que había escuchado de su abuela.

Aurora era curiosa, siempre se preguntaba sobre el amor verdadero y cómo se manifestaba en la vida real. Sin embargo, en el pueblo, los únicos amores que conocía eran los de sus amigos y su familia. A menudo, se sentaba a la orilla del lago, observando el reflejo del sol en el agua, imaginando cómo sería sentir ese amor tan profundo que llenaría su corazón.

Por otro lado, había un chico llamado Antony. Era un joven alto y delgado, con una mirada profunda que parecía esconder un mundo de pensamientos. Antony era un poco más tímido que Aurora, pero poseía un talento especial: podía tocar la guitarra de una manera tan mágica que su música parecía envolver a todos en un abrazo cálido. Sin embargo, Antony tenía un secreto: estaba enamorado de Aurora. Aunque nunca se lo había dicho, cada vez que la veía reír, su corazón se llenaba de alegría mientras cada nota de su guitarra sonaba en un acorde de amor.

Un día, mientras Aurora recogía flores para hacer un hermoso ramo, se encontró con su amiga Clara, una niña traviesa que siempre tenía una idea brillante en mente. Clara había decidido montar una fiesta de primavera en el parque del pueblo y estaba emocionada por la idea de reunir a todos sus amigos. «Aurora, ¡deberías invitar a Antony! Podría tocar su guitarra para nosotros», sugirió Clara con una sonrisa pícara.

Aurora se sonrojó al escuchar el nombre de Antony. «No sé si le gustaría…», murmuró, mientras jugueteaba nerviosamente con sus flores. Clara, siempre tan persuasiva, no la dejó escapar. «¿Por qué no le preguntas? ¡Esta es tu oportunidad de conocerlo mejor!»

Así fue como Aurora decidió que, por primera vez, invitaría a Antony a un evento que significaba mucho para ella. Unos días después, mientras la música y las risas llenaban el aire, Aurora se armó de valor y se acercó a él. «Hola, Antony. Clara está organizando la fiesta de primavera. ¿Te gustaría tocar un par de canciones?» Al escucharlo, Antony sintió una mezcla de sorpresa y emoción. «Claro, me encantaría», respondió, con una sonrisa que iluminó su rostro.

Esa noche, bajo un cielo estrellado, el parque se llenó de luz y música. Los niños bailaban, reían y disfrutaban de la compañía mutua. Antony, con su guitarra, comenzó a tocar, llevando a todos a un viaje sonoro lleno de alegría. Aurora le prestó atención, y cada vez que sus miradas se cruzaban, sentía que el tiempo se detenía. Era como si su corazón latiera al ritmo de la música, soñando con algo especial.

Con cada canción que Antony tocaba, Aurora se sentía más cerca de él. Decidió que quería conocerlo mejor, no solo por su música, sino por el corazón que había detrás de aquellos acordes. A medida que la fiesta continuaba, Aurora y Antony empezaron a hablar, compartiendo historias, risas y sueños. Hablaban de sus pasiones, de sus deseos y de lo que esperaban del futuro. Por primera vez, Aurora se dio cuenta de que su corazón latía por algo más que una simple amistad.

Sin embargo, en medio de la celebración, había un viento de melancolía que soplaba entre las risas. Aurora no sabía que había algo que podría interponerse entre ella y su creciente afecto por Antony. Había un rumor en el pueblo sobre un extraño que había llegado a Luzverde. La gente decía que era un viajero en busca de algo perdido, y que traía un aura misteriosa a su alrededor. Aurora sentía curiosidad y un poco de inquietud, mientras su corazón palpitaba más fuerte al pensar en este extraño.

El viajero, que se hacía llamar Elí, había llegado con historias sobre tierras lejanas y mágicas aventuras. Como un mago, parecía tener un hechizo sobre los habitantes del pueblo, contagiándolos de su risa. Pero lo que Aurora no sabía era que él también había puesto su mirada en ella.

Una tarde, mientras Aurora recogía flores cerca del lago, se encontró con Elí. «Tienes una energía asombrosa, como si iluminaras todo a tu alrededor», le dijo con una sonrisa intrigante. Aurora, sintiendo una mezcla de emoción y caos en su interior, le agradeció con timidez, pero su mente estaba llena de imágenes de Antony. «Gracias, pero tengo un buen amigo que toca la guitarra y está organizando una fiesta de primavera», respondió, tratando de minimizar el impacto de sus palabras.

Elí, que había escuchado sobre la fiesta, rápidamente mostró interés. «Deberíamos ir juntos. Me encantaría escuchar a tu amigo tocar», sugirió. Aunque a Aurora le encantaba la idea de que Elí fuera a la fiesta, su corazón seguía perteneciendo a Antony. Sin embargo, una pequeña punzada de celos empezó a florecer en su interior al pensar que Elí podría atraer la atención de Antony.

La noche de la fiesta llegó y Aurora se preparó con mucho esfuerzo. Llevaba un vestido blanco que parecía reflejar la luz de la luna. Mientras estaba en el parque, vio a boys y girls bailando, riendo y disfrutando de la música. El ambiente estaba lleno de alegría, pero en su corazón había un pequeño remolino de confusión. Cuando Antony llegó, su mirada se encontró con la de Aurora, y en ese instante, el tiempo se detuvo nuevamente.

Antony tomó su guitarra y comenzó a tocar una hermosa melodía que llenaba el aire con un dulce sonido, mientras Aurora sonreía y disfrutaba de cada nota. Sin embargo, Elí, que se había sentado cerca, no podía evitar observar la conexión que había entre ellos. La música continuó, y Aurora bailó entre los demás, pero sus ojos siempre buscaban a Antony.

Mientras el sol se ponía, pintando el cielo con colores anaranjados y púrpuras, Aurora sintió que el amor que había imaginado había empezado a concretarse en algo real. Se acercó a Antony después de su actuación y, con voz temblorosa, le dijo: «Eres increíble, cada vez que tocas, siento algo especial». Antony, con una sonrisa desdeñosa y sus mejillas enrojecidas, contestó: «También pienso lo mismo de ti, Aurora. Siempre has sido una luz brillante en mi vida».

Sin embargo, Elí no se daría por vencido fácilmente. Al día siguiente, se dirigió a Aurora y le sugirió una aventura. «Vamos a explorar los bosques cercanos. Hay secretos escondidos en la naturaleza que te encantarán», propuso. Aurora, intrigada, aceptó la oferta. Después de todo, Elí era entretenido y lleno de energía, y podría ofrecerle nuevas experiencias.

Esa misma tarde, Aurora y Elí se adentraron en el bosque, riendo y disfrutando de la belleza del lugar. Sin embargo, en el fondo de su corazón, Aurora sabía que Antony estaría en su mente. Mientras caminaban, Elí la hacía reír con sus historias aventureras, pero al mirar hacia el suelo, vio que había flores que le recordaban a Antony. Sin querer, su corazón se sentía dividido.

Mientras tanto, en el pueblo, Antony había comenzado a notar que Aurora pasaba más tiempo con Elí. Aunque su corazón le decía que debía expresar sus sentimientos, la inseguridad le nublaba el pensamiento. Se sentía atrapado en un mar de dudas mientras luchaba con la idea de perder a Aurora. Esa noción dolorosa de no haberle confesado su amor le pesaba en el pecho. Así que, ese día, decidió que tenía que hablar.

Un par de días después, la fiesta continuaba en el parque. Aurora lucía hermosa, y la música llenaba el aire. Antony, nervioso y decidido, finalmente se acercó. «Aurora», comenzó, sintiendo que su corazón latía con fuerza, «he estado pensando mucho en ti. Siempre has sido parte de mis canciones, y tu risa es mi inspiración. Me gustaría ser más que solo amigos». Sus ojos se encontraron y Aurora sintió como si el tiempo se detuviera.

Sin embargo, antes de que pudiera responder, Elí llegó rápidamente y dijo: «¡Hey! ¿Qué tal si todos hacemos algo increíble esta noche y dejamos que la música nos guíe? Bailemos y celebremos!». Aurora miró a Antony, confundida, mientras el ambiente se llenaba de risas. Lo que había esperado con ansias se desvanecía como un susurro en el viento.

Pero Antony no se dejaría vencer tan fácilmente. Decidió tocar una canción. Con su guitarra en manos, comenzó a tocar una melodía que hablaba del amor silencioso que había sentido por Aurora. Su corazón se llenó de determinación al expresar todo lo que había callado. Aurora sintió cómo cada nota acariciaba su alma. Era su oportunidad, su momento. La música retumbaba en su pecho, haciendo que su corazón late con fuerza.

Mientras Antony tocaba, Aurora decidió no callar más. «Antony», gritó, haciendo que la gente se detuviera mientras él tocaba. «Siempre has sido especial para mí, y estoy dispuesta a seguir esta aventura contigo», proclamó, justo cuando la última nota sonó en el aire.

Una risa encantada siguió al silencio, y Elí se dio cuenta de que había perdido. La magia del amor verdadero había florecido en el aire y no podía competir contra eso. Aunque trató de sonreír, su corazón se sentía pesado. Aurora y Antony se acercaron más, llenos de felicidad.

Al llegar al punto más alto de la fiesta, Aurora y Antony bailaron, rodeados por los amigos que celebraban su amor. Se miraron a los ojos, sintiendo que sus corazones se unían como uno solo. El mundo a su alrededor desapareció, y todo se volvió un hermoso sueño.

Esa noche, bajo el manto estrellado, Aurora y Antony descubrieron que el amor no siempre necesita palabras, sino simplemente la conexión sincera de dos corazones que latían al unísono. Con el tiempo, Elí aceptar su derrota y decidió seguir su camino, llevando consigo las memorias de esa maravillosa noche, aunque un pequeño rincón de su corazón siempre llevaría a Aurora.

Al final, Aurora y Antony en su viaje juntos aprendieron que el amor verdadero batallaría incluso en las circunstancias más inciertas, y que, después de todo, el amor en silencio hablaba más que mil palabras. Sus corazones eran ahora un eco de alegría, un reflejo de un amor que nunca dejaría de crecer. Y así, en Luzverde, dos almas brillantes encontraron el camino hacia una vida llena de cuentos, aventuras y un amor que siempre resonaría en sus corazones, llevándolos por la senda de la felicidad.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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