En un soleado día de primavera, Alicia, una niña curiosa de 11 años, se encontraba jugando en su jardín cuando, de repente, un peculiar Conejo Blanco con reloj en mano pasó corriendo a su lado. «¡Estoy tarde, muy tarde!», exclamaba el conejo. Movida por la curiosidad, Alicia lo siguió, cayendo por una madriguera profunda y misteriosa.
Al final del túnel, Alicia aterrizó en el País de las Maravillas, un lugar donde la lógica y la razón parecían no tener cabida. Allí, todo era posible: los animales hablaban, las plantas cantaban y el tiempo se comportaba de maneras extrañas.
Pronto, Alicia se encontró con el Conejo Blanco, quien parecía muy preocupado por su retraso. Sin embargo, en su prisa, el conejo dejó caer su reloj, que se rompió en mil pedazos. Desesperado, el Conejo Blanco pidió ayuda a Alicia para repararlo. Juntos, emprendieron una búsqueda para encontrar al único que podría arreglar el reloj: el Sombrerero Loco.
En su camino, se cruzaron con la Oruga-Gato de Cheshire, una criatura mágica que tenía el cuerpo de oruga y la sonrisa y la cabeza de un gato. Este ser les ofreció sabios pero enigmáticos consejos sobre cómo encontrar al Sombrerero Loco.
Tras resolver varios acertijos y atravesar un bosque donde los árboles murmuraban secretos, Alicia y el Conejo Blanco llegaron a la casa del Sombrerero Loco. El Sombrerero, conocido por sus fiestas de té interminables y su peculiar sentido del humor, aceptó el desafío de reparar el reloj.
Mientras el Sombrerero trabajaba, la Reina de Corazones irrumpió en escena, furiosa por un incidente en su juego de croquet. En su juego, los flamencos eran los mazos y los erizos las bolas, pero algo había salido mal. La Reina, conocida por su temperamento volátil, estaba a punto de ordenar la decapitación de todos los involucrados.
Con ingenio y valentía, Alicia intervino, proponiendo un desafío a la Reina: si ella y el Conejo Blanco ganaban una partida de croquet, la Reina debía perdonar a todos. La Reina, confiada en su habilidad en el juego, aceptó.
El juego de croquet fue una locura. Los flamencos se negaban a permanecer quietos, y los erizos se enroscaban y rodaban en direcciones inesperadas. Pero con la ayuda del Conejo Blanco y algunos consejos oportunos de la Oruga-Gato de Cheshire, Alicia logró ganar.
La Reina, aunque molesta, cumplió su promesa. El Sombrerero Loco, mientras tanto, había logrado reparar el reloj. Con el reloj arreglado y la paz restaurada en el País de las Maravillas, Alicia sintió que era hora de regresar a casa.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.