Había una vez, en un reino muy lejano y lleno de magia, una princesa llamada Mariana. Ella vivía en un castillo grande y hermoso, con torres que parecían tocar las nubes y jardines verdes donde crecían flores de todos los colores. Mariana era dulce, valiente y tenía una gran curiosidad por descubrir el mundo que había más allá de los muros de su hogar. Pero había un problema: el castillo estaba encerrado por un hechizo muy poderoso que lo protegía del mundo exterior y nadie, ni siquiera Mariana, podía salir o entrar libremente.
Una mañana, mientras el sol coloreaba el cielo de tonos naranjas y rosados, Mariana decidió que ya era hora de romper ese hechizo. Estaba cansada de ver solo las paredes del castillo y quería vivir grandes aventuras, conocer nuevos amigos y descubrir lugares maravillosos. Con ese deseo tan fuerte en su corazón, tomó su capa azul favorita, se acomodó la corona y salió silenciosamente por una puerta secreta que había encontrado hacía poco tiempo en la biblioteca del castillo.
Al principio, el camino fuera del castillo parecía oscuro y un poco misterioso, porque el hechizo hacía que el bosque que rodeaba el castillo se viera diferente. Los árboles tenían hojas que brillaban con luces suaves y los pájaros cantaban melodías extrañas, como si fueran de otro mundo. Pero Mariana no se asustó, porque sabía que toda aventura comienza con un poco de misterio.
Mientras caminaba entre los árboles, Mariana escuchó una voz alegre que viene de un arbusto cercano. «¡Hola, princesa!», dijo la voz. Mariana se asustó un poco, pero luego vio a una niña bajita con cabello rizado y ojos grandes y brillantes. Su nombre era Sahiane, y vivía en el bosque mágico. Sahiane era una niña risa y curiosa, que sabía mucho sobre las plantas y los secretos del bosque.
—¿Quieres que te ayude a romper el hechizo de tu castillo? —preguntó Sahiane con una sonrisa.
Mariana estaba feliz. ¡Por fin alguien que podría acompañarla en esta aventura! Juntas, empezaron a caminar más allá del bosque, donde había un río grande que cantaba al correr.
De repente, mientras cruzaban el río saltando de piedra en piedra, vieron a una niña que estaba intentando alcanzar unas flores silvestres al otro lado pero no podía porque el agua era muy profunda y fría. La niña tenía una sonrisa dulce y un vestido rosa suave como el algodón. Se llamaba Laura, y era la hija del jardinero del castillo, aunque nadie sabía que ella sabía mucho sobre magia antigua.
Mariana y Sahiane ayudaron a Laura a cruzar el río, y Laura enseguida les dijo que conocía un secreto para romper hechizos antiguos, porque había leído muchos libros de magia guardados en un cofre secreto en el jardín del castillo. Las tres amigas se unieron para descubrir cómo librar el castillo de la magia que lo mantenía encerrado.
Laura explicó que para romper el hechizo había que encontrar tres piezas mágicas escondidas en diferentes lugares del reino: una pluma de un dragón de fuego, una gota de agua cristalina del Lago Arcoíris, y una piedra brillante que solo aparece cuando la luna está llena. Cada una de estas piezas ayudaría a abrir el corazón del hechizo y así el castillo podría volver a ser libre.
Las niñas estaban muy emocionadas y comenzaron su búsqueda con mucha energía. Primero, fueron hacia las montañas del norte, donde vivía el dragón de fuego. Se decía que el dragón era amigable, pero también muy tímido y protector de sus plumas, que eran tan calientes como el sol.
Cuando llegaron a la montaña, el aire estaba caliente y la tierra crujía bajo sus pies. Mariana, Sahiane y Laura subieron juntas por un camino de piedras rojas que parecían brillar bajo el sol. De pronto, un rugido fuerte y suave al mismo tiempo, las detuvo. Era el dragón de fuego, que las miraba con ojos dorados y una mirada amable.
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó el dragón con voz profunda.
—Somos amigas y queremos una pluma para romper un hechizo que mantiene encerrado nuestro castillo —dijo Mariana con valentía—. Prometemos cuidarla y usarla solo para hacer el bien.
El dragón pensó un momento, movió su cola y luego sonrió.
—Muy bien. Si pueden ayudarme con algo, será un trato justo. En la cueva cerca de aquí, unas rocas están bloqueando la salida del pequeño zorro de fuego. Si lo liberan, les daré una pluma mia.
Las niñas aceptaron y corrieron hacia la cueva. Allí encontraron al pequeño zorro atrapado entre piedras grandes. Juntas, con mucho trabajo, movieron las rocas y soltaron al animalito que se sacudió feliz.
—Gracias, gracias —dijo el zorro mientras desaparecía entre las piedras—. Ahora puedo cuidar mejor el fuego del bosque.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.