Lari era una chica un tanto peculiar. No era como las demás niñas de su edad que jugaban con muñecas o hacían amistad con otros niños del vecindario. Lari prefería la compañía de sus mascotas, que para cualquiera serían demasiado extrañas, pero para ella eran su familia y su mundo. Sus padres, científicos que trabajaban en proyectos ultrasecretos, solían estar ocupados y dejaban que Lari explorara su imaginación y su creatividad sin límites.
Las mascotas de Lari no eran ordinarias. Pepé, su perro robótico, había sido un proyecto fallido de su padre. Originalmente diseñado como un asistente doméstico, Pepé terminó siendo demasiado juguetón y desobediente para cumplir con las tareas que le habían programado. Pero a Lari le encantaba que fuera así. Pepé tenía un pelaje metálico que brillaba en la oscuridad, y sus ojos eran dos luces LED que cambiaban de color según su estado de ánimo. Siempre estaba a su lado, ladrando en código binario, como si estuviera contando chistes que solo él entendía.
Lora, su pez flotante, era un regalo de su madre, quien había trabajado en un proyecto relacionado con la bioluminiscencia. Lora no necesitaba agua para sobrevivir, flotaba libremente alrededor de Lari, iluminando el entorno con un suave resplandor multicolor. Sus aletas eran tan finas y transparentes que parecían hechas de luz pura, y cada vez que se movía, dejaba un rastro de destellos en el aire. Lora tenía la extraña habilidad de cambiar de color según las emociones de Lari, como un espejo de su alma.
Por último, pero no menos importante, estaba Bambi, un pequeño ciervo con un pelaje suave y esponjoso que parecía estar hecho de musgo. A pesar de su tamaño, Bambi tenía unos pequeños cuernos que, aunque diminutos, estaban llenos de energía. Cuando Bambi se emocionaba, sus cuernos brillaban con una luz verde, y podía saltar tan alto que parecía que estaba volando. Era un ser tan enigmático como encantador, y aunque no hablaba, sus ojos transmitían una profunda sabiduría.
Lari era vista como una chica loca por los otros niños del vecindario. Caminaba con sus tres peculiares compañeros a todas partes, hablando con ellos como si fueran personas. Y aunque todos se burlaban de ella, Lari nunca se sentía sola. Sus mascotas la comprendían de una manera que nadie más lo hacía, y con ellas, vivía aventuras que los demás niños ni siquiera podían imaginar.
Un día, mientras paseaba por un campo de flores bioluminiscentes, Lari descubrió algo extraño. Una grieta en el suelo que no había estado allí antes. De ella emanaba una luz púrpura y un leve zumbido que parecía estar llamándola. Sin pensarlo dos veces, Lari se acercó con Pepé, Lora y Bambi a su lado. Al mirar dentro de la grieta, vio lo que parecía ser una especie de máquina extraña y oxidada.
Curiosa como siempre, Lari decidió investigar más. Con la ayuda de Pepé, que podía interactuar con cualquier tipo de tecnología, lograron activar la máquina. Un portal se abrió ante ellos, mostrando un paisaje completamente distinto al que conocían. Era un mundo lleno de extrañas criaturas, plantas que se movían por sí solas, y un cielo que cambiaba de color cada segundo. Sin miedo alguno, Lari y sus amigos cruzaron el portal.
Al otro lado, descubrieron que el portal los había llevado a un planeta llamado Xyron, un lugar donde la tecnología y la naturaleza vivían en perfecta armonía. Los habitantes de Xyron eran seres inteligentes pero muy diferentes a los humanos. Eran altos, delgados, y tenían una piel que cambiaba de textura según su entorno. Al principio, los habitantes de Xyron se sorprendieron al ver a Lari y a sus mascotas, pero pronto comprendieron que no eran una amenaza.
Lari, con su naturaleza amistosa y curiosa, rápidamente se hizo amiga de los habitantes de Xyron. Aprendió de su cultura, de sus costumbres y de cómo habían logrado desarrollar una tecnología que respetaba y coexistía con la naturaleza. Sus mascotas también se integraron rápidamente; Pepé fue adorado por los niños xyronianos que jugaban con él como si fuera un juguete, Lora se convirtió en la estrella de un espectáculo de luces, y Bambi, con su naturaleza calma y sabia, se ganó el respeto de los ancianos del lugar.
Pero el tiempo en Xyron no era como en la Tierra. Lo que para Lari y sus amigos fueron días llenos de aventuras, en realidad eran solo minutos en su planeta natal. Sabían que eventualmente tendrían que regresar, pero Lari no quería despedirse de sus nuevos amigos. Sin embargo, entendía que su hogar estaba en la Tierra, y que no podían quedarse para siempre en Xyron.
Los habitantes de Xyron, agradecidos por la visita de Lari y sus mascotas, les ofrecieron un regalo antes de su partida. Era un pequeño dispositivo que les permitiría volver a Xyron cada vez que lo desearan. Con el corazón lleno de emoción, Lari aceptó el regalo y, con lágrimas en los ojos, cruzó de nuevo el portal con sus amigos.
De vuelta en la Tierra, Lari se dio cuenta de que, aunque había vivido una increíble aventura, lo que más valoraba era la amistad que tenía con sus mascotas. A partir de ese día, cada vez que quería escapar de la realidad o simplemente buscar nuevas aventuras, Lari utilizaba el dispositivo para volver a Xyron. Pero siempre regresaba, porque sabía que, aunque su vida en la Tierra no era perfecta, tenía todo lo que necesitaba: sus mascotas y su imaginación.
Y así, Lari continuó siendo esa chica peculiar y única, que prefería la compañía de sus increíbles amigos a cualquier otra cosa en el mundo. Y aunque los otros niños seguían pensando que estaba un poco loca, Lari sabía que la verdadera locura era no aprovechar la magia que la vida, y la imaginación, podían ofrecer.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.