Nina y Ivana eran dos niñas que vivían en Playa del Carmen. Desde que eran muy pequeñas, habían sido mejores amigas. Nina tenía el cabello castaño y los ojos grandes y marrones, mientras que Ivana tenía el cabello rubio y los ojos azules. Ambas asistían a la Escuela Ekbe, donde aprendían y jugaban juntas todos los días.
Una mañana soleada, Nina e Ivana se despertaron emocionadas porque era el primer día de vacaciones de verano. Habían planeado pasar el día en la playa con sus mascotas. Nina tenía una gatita blanca llamada Sky, y Ivana tenía una perrita marrón llamada Molly. Ambas mascotas también eran amigas y siempre jugaban juntas.
Las niñas se encontraron en la entrada de la playa, llevando sombreros coloridos y sus trajes de baño favoritos. Sky estaba acurrucada en los brazos de Nina, mientras que Molly saltaba felizmente alrededor de Ivana.
“¡Vamos a construir el castillo de arena más grande del mundo!” exclamó Nina, emocionada.
“Sí, y luego podemos buscar conchas para decorarlo”, agregó Ivana.
Juntas, comenzaron a construir un gran castillo de arena. Sky observaba curiosamente desde la sombra de una palmera, mientras que Molly ayudaba cavando pequeños hoyos en la arena. Las niñas rieron y trabajaron juntas, creando torres y muros para su castillo. Decoraron el castillo con conchas de diferentes colores que encontraron a lo largo de la orilla.
Después de terminar el castillo, decidieron tomar un descanso y comer un bocadillo. Sentadas sobre una manta, compartieron frutas y galletas mientras contemplaban el océano. El sonido de las olas y el canto de las gaviotas creaban una melodía perfecta para ese día tan especial.
“Nina, ¿recuerdas cuando nos conocimos en la escuela?” preguntó Ivana, sonriendo.
“Claro que sí, fue en nuestro primer día de clases. Estaba tan nerviosa, pero luego tú me saludaste y supe que seríamos amigas para siempre”, respondió Nina.
“Sí, y desde entonces hemos compartido tantas aventuras. Como aquella vez que intentamos hacer una coreografía de baile para el festival de la escuela”, dijo Ivana, riendo.
“¡Eso fue muy divertido! Aunque al final no ganamos, nos divertimos mucho practicando”, añadió Nina.
Después de recordar algunas de sus mejores aventuras, decidieron dar un paseo por la playa. Caminaron descalzas por la orilla, sintiendo la arena suave entre los dedos y el agua fresca tocando sus pies. Molly corría de un lado a otro, persiguiendo las olas, mientras que Sky se acomodaba en los brazos de Nina, observando todo con curiosidad.
En su paseo, encontraron una parte de la playa que estaba llena de estrellas de mar. Ambas se agacharon para observarlas más de cerca, admirando sus colores y formas.
“Son tan bonitas, Nina. Deberíamos hacer un dibujo de ellas cuando lleguemos a casa”, sugirió Ivana.
“Buena idea, Ivana. Así podremos recordar este día para siempre”, respondió Nina.
De regreso en su lugar en la playa, las niñas decidieron que era hora de bailar. Pusieron música con el pequeño altavoz que habían llevado y comenzaron a moverse al ritmo de las canciones. Sky y Molly se unieron al baile, saltando y girando alrededor de sus dueñas.
Mientras bailaban, atrajeron la atención de algunas otras familias en la playa, quienes sonrieron al ver la alegría de las niñas. Nina e Ivana se tomaron de las manos y giraron juntas, sintiendo la brisa del mar en sus rostros y el calor del sol en sus pieles.
El tiempo pasó volando y pronto el sol comenzó a ponerse. Los colores del atardecer pintaron el cielo de tonos naranjas y rosados. Las niñas se sentaron juntas en la arena, abrazando a sus mascotas y observando el hermoso espectáculo.
“Hoy ha sido un día increíble, Ivana. Me alegra tanto tener una amiga como tú”, dijo Nina, con una sonrisa en el rostro.
“Y yo también, Nina. No hay nada mejor que compartir estos momentos contigo”, respondió Ivana.
Las niñas se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de la compañía mutua y del sonido de las olas. Sabían que, aunque el día llegaba a su fin, su amistad era eterna. Habían aprendido el verdadero significado de la amistad: respeto, amor y apoyo incondicional.
De repente, Molly comenzó a ladrar emocionada y Sky se movió inquieta en los brazos de Nina. Las niñas miraron hacia donde Molly estaba señalando y vieron algo increíble: un grupo de delfines saltando fuera del agua. Era una vista mágica, perfecta para concluir su maravilloso día en la playa.
“¡Qué hermoso!” exclamó Ivana, abrazando a Nina.
“Sí, es el mejor final para el mejor día”, respondió Nina, abrazando a Ivana de vuelta.
Con una última mirada al atardecer y a los delfines, las niñas decidieron que era hora de regresar a casa. Empacaron sus cosas y caminaron juntas hacia sus hogares, hablando sobre todas las aventuras que tendrían en los días siguientes.
En sus corazones, sabían que no importaba lo que el futuro les deparara, siempre estarían juntas, apoyándose y disfrutando de cada momento. Nina e Ivana eran más que amigas, eran hermanas de alma, unidas por un vínculo irrompible de amor y amistad.
Y así, con una sonrisa en el rostro y el corazón lleno de felicidad, terminaron su día perfecto en Playa del Carmen, listas para enfrentar cualquier cosa, siempre y cuando estuvieran juntas.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.