Cuentos de Amistad

Amigas por Siempre: Maite, Amparo y Eva

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un colorido y alegre vecindario, vivían tres amigas inseparables: Maite, Amparo y Eva. Desde que eran muy pequeñas, habían compartido risas, juegos y secretos. Cada día, después de la escuela, se encontraban en el parque del barrio, donde las flores llenaban el aire de aromas dulces y los pájaros cantaban melodías encantadoras.

Una tarde soleada, mientras jugaban en el parque, Maite tuvo una idea brillante. “¿Qué les parece si hacemos una fiesta de pijamas en casa de Eva este fin de semana?”, propuso emocionada. Las tres chicas comenzaron a saltar de alegría al escuchar la idea.

“¡Sí, me encanta! Podemos ver películas, hacer palomitas y contar historias de miedo”, dijo Amparo, con los ojos brillantes.

Eva, que era la más creativa del grupo, añadió: “¡Y también podemos hacer nuestras propias máscaras de pijama! ¡Será muy divertido!”. Las tres amigas comenzaron a planear la fiesta, haciendo una lista de todas las cosas que necesitarían.

Llegó el fin de semana, y el día de la fiesta de pijamas estaba finalmente aquí. Las chicas estaban muy emocionadas. Maite llegó a casa de Eva con una bolsa llena de almohadas, mantas, y algunas golosinas que había traído de su casa. “¡Esto va a ser épico!”, gritó mientras entraba.

Amparo llegó poco después, con su mochila llena de películas y juegos de mesa. “¡Tengo una película de aventuras y otra de fantasía! ¡Vamos a divertirnos!”, dijo, mientras se acomodaba en el suelo junto a las demás.

Cuando la noche llegó, las tres amigas se acurrucaron en el salón de Eva, rodeadas de almohadas y mantas. Comenzaron a ver las películas y reírse de los personajes divertidos en la pantalla. Después de ver la primera película, decidieron hacer una pausa para contar historias de miedo.

“¿Alguien sabe alguna historia espeluznante?”, preguntó Eva, mirando a sus amigas con emoción.

“Yo tengo una”, dijo Maite, con un tono misterioso. “Es sobre una casa encantada al final de la calle. Se dice que, por la noche, se escuchan risas de niños que vienen de adentro, pero nunca se ve a nadie salir”.

“Eso suena aterrador”, dijo Amparo, abrazándose a sí misma. “¿Y qué pasa con los que entran en la casa?”.

“No lo sé, nunca lo han contado”, respondió Maite, sonriendo. “Pero a mí me da miedo, así que no entraré nunca”.

Las chicas rieron y decidieron que no se atreverían a ir a la casa encantada. “¡Solo historias, chicas! No necesitamos aventuras aterradoras esta noche”, dijo Amparo con una risa nerviosa. Después de contar varias historias, la noche continuó con risas, juegos y más palomitas.

A medida que la noche avanzaba, las chicas comenzaron a sentir un poco de sueño. “¿Por qué no hacemos una última actividad antes de dormir?”, sugirió Eva. “Podríamos hacer nuestras propias máscaras de pijama, como dijimos antes”.

“¡Eso suena genial!”, exclamó Maite. Así que las tres amigas se pusieron a trabajar, usando cartón, tijeras, y muchos colores. Cada una hizo una máscara diferente. La de Maite era de un gato, la de Amparo era de un búho, y la de Eva tenía colores brillantes y muchas estrellas.

Cuando terminaron, decidieron hacerse una sesión de fotos para recordar su noche especial. Con las máscaras puestas, comenzaron a posar de maneras divertidas, riendo a carcajadas mientras capturaban cada momento en sus teléfonos.

Finalmente, el cansancio las venció, y decidieron que era hora de dormir. “¡Buenas noches, amigas!”, dijo Maite, mientras se acurrucaba en su manta.

“¡Buenas noches!”, respondieron Amparo y Eva, y poco a poco, se quedaron dormidas, soñando con las aventuras que habían compartido y las que vendrían en el futuro.

A la mañana siguiente, el sol brillaba a través de las ventanas, y el canto de los pájaros despertó a las tres amigas. “¡Despierten, chicas! ¡Es hora de un nuevo día!”, gritó Eva con alegría. Las tres se levantaron, todavía un poco adormiladas, pero llenas de energía para el nuevo día.

Decidieron salir al parque después de desayunar. Mientras jugaban en el columpio y se deslizaban por el tobogán, un grupo de niños se unió a ellas. Al principio, las chicas eran un poco tímidas, pero pronto comenzaron a jugar todos juntos.

“¡Esto es increíble!”, dijo Amparo mientras corría tras un grupo de niños. “No hay nada mejor que jugar con amigos”.

Mientras jugaban, María, una niña del grupo, se cayó y comenzó a llorar. Las amigas se detuvieron y corrieron hacia ella. “¿Estás bien?”, preguntó Aythanna, preocupada.

María se sobó la rodilla y asintió. “Me duele un poco, pero estoy bien”.

“Podemos ayudarte”, dijo Eva, mientras le ofrecía su mano para ayudarla a levantarse. “Vamos a encontrar un lugar tranquilo para que te sientas mejor”.

Las chicas llevaron a María a una sombra bajo un árbol y le ofrecieron agua y un bocadillo. “Gracias, chicas. Son muy amables”, dijo María, sonriendo entre lágrimas.

“Eso es lo que hacen los amigos”, respondió Aythanna. “Siempre estamos aquí para ayudarnos”.

Después de un rato, María se sintió mejor y se unió al grupo de juego nuevamente. Las chicas sonrieron, sintiendo que habían hecho una nueva amiga. A lo largo de la tarde, jugaron a diversos juegos, desde carreras hasta escondidas, y rieron hasta que el sol comenzó a ponerse.

Cuando llegó el momento de regresar a casa, las tres amigas se sintieron felices. Habían tenido un día increíble lleno de nuevas experiencias, y habían demostrado que la amistad significa estar allí el uno para el otro, incluso en los momentos difíciles.

“Hoy fue un día fantástico”, dijo Aythanna, mientras caminaban de regreso a casa. “Me alegra que ayudamos a María”.

“Sí, y ahora tenemos una nueva amiga”, añadió Eva con una sonrisa. “¡Qué aventura hemos tenido!”.

Mientras el sol se ocultaba en el horizonte, las tres amigas hicieron un pacto: nunca dejarían de apoyarse, ni de ser amables, y siempre buscarían maneras de hacer felices a los demás.

A medida que crecían, su amistad se hizo más fuerte y se convirtieron en un ejemplo para otros. Así, aprendieron que la amistad es un tesoro que hay que cuidar y valorar, y que siempre se puede encontrar la alegría al ayudar a los demás.

Desde ese día, Maite, Amparo y Eva continuaron compartiendo risas, aventuras y buenos momentos, creando recuerdos que durarían para siempre, porque sabían que juntas eran más fuertes y que la verdadera amistad siempre prevalecería.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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