Amigos en la Playa de Coralina

Era un día especialmente soleado en la playa de Coralina, donde el azul del mar brillaba con intensidad bajo el sol y las olas suaves acariciaban la arena dorada. Jhoan, Santiago y Celeste corrían por la orilla, riendo y saltando entre las espumas que dejaban las olas al romper. Estos tres amigos compartían una pasión por la naturaleza y un cariño especial por todos los seres vivos que encontraban en cada esquina de su pequeño paraíso.

Jhoan, con sus ojos verdes brillando de emoción, llevaba en sus manos una pequeña red, lista para ayudar a cualquier cangrejo que se aventurara demasiado lejos del agua. Santiago, con su cabello rizado al viento, cargaba un cubo lleno de agua de mar para mantener a los cangrejos hidratados mientras encontraban a las familias adecuadas para adoptarlos. Celeste, con su cabello azul como el cielo sin nubes, tenía una libreta y un lápiz, anotando los nombres de las familias que participaban en la adopción y asegurándose de que cada cangrejo tuviera un hogar seguro y amoroso.

El evento de adopción había sido idea de Celeste, quien había visto cómo muchos visitantes de la playa se interesaban por los animales pero no sabían cómo ayudarlos. «Si organizamos un día especial, podríamos enseñar a la gente a cuidar de los cangrejos y asegurarnos de que se van a buenos hogares», había explicado ella a sus amigos. Jhoan y Santiago, siempre entusiastas por apoyar buenas causas, no tardaron en sumarse a la iniciativa.

La noticia del evento se había esparcido rápidamente y muchas familias habían venido a la playa ese día. Padres e hijos, abuelos con nietos, todos querían aprender y, tal vez, llevarse a casa un nuevo amigo. Los cangrejos, de brillantes caparazones rojos y naranjas, parecían entender que era un día importante, pues se mostraban especialmente activos y juguetones.

Mientras Jhoan mostraba a un grupo de niños cómo usar la red con cuidado, Santiago hablaba con los padres, explicándoles cómo los cangrejos necesitaban espacios adecuados para vivir y cómo mantener el agua de sus nuevos hogares con salinidad apropiada. Celeste, por su parte, supervisaba las adopciones, asegurándose de que cada cangrejo se fuera con una familia que realmente se comprometiera a cuidarlo.

«¿Ves ese cangrejo allí?», dijo Jhoan señalando a un cangrejo particularmente grande que se había aventurado a subir por la arena más de lo usual. «Le llamo Héroe, porque siempre está explorando nuevos lugares. Creo que necesita una familia aventurera.»

Un niño, con los ojos tan grandes como su sonrisa, levantó la mano con entusiasmo. «¡Nosotros somos aventureros, verdad, mamá!», exclamó, tirando suavemente de la mano de su madre. Ella rió y asintió, mirando a Celeste, que sonreía y asentía mientras escribía el nombre del niño al lado de «Héroe» en su libreta.

El día transcurrió entre risas, aprendizajes y muchas fotos de niños y adultos con sus nuevos amigos cangrejos. Al caer la tarde, cuando el sol comenzaba a pintar el cielo de tonos rosas y naranjas, los tres amigos se sentaron a descansar, observando satisfechos cómo las últimas familias se alejaban de la playa, prometiendo cuidar bien de sus nuevos compañeros.

«Creo que hemos hecho algo muy bueno hoy», dijo Santiago, pasando un brazo sobre los hombros de Jhoan y Celeste.