Había una vez, en un pequeño pueblo, una señora llamada Isabel. Isabel era una mujer amable y cariñosa, con cabello castaño y siempre vestida con un bonito vestido. Tenía dos hijos a quienes adoraba: Patricio y Arleth. Patricio era un niño curioso y aventurero, siempre en busca de nuevas experiencias. Arleth, por su parte, era una niña dulce y cariñosa, con una gran afición por los animales.
Un día, mientras Patricio y Arleth jugaban en el parque cercano a su casa, encontraron a una pequeña perrita abandonada. La perrita era de color marrón claro y tenía unos ojitos brillantes y llenos de esperanza. Patricio y Arleth sintieron un gran cariño por ella desde el primer momento y decidieron llamarla Coral.
— ¡Mira, Arleth! —dijo Patricio emocionado—. ¡Es una perrita muy linda! ¿Podemos llevarla a casa?
Arleth asintió con entusiasmo y juntos corrieron hacia su casa con Coral en brazos. Cuando llegaron, Isabel los recibió en la puerta.
— ¡Mamá, mamá! —gritó Patricio—. Encontramos a esta perrita en el parque. ¿Podemos quedarnos con ella?
Isabel frunció el ceño. Aunque le encantaban los animales, sabía que tener una mascota significaba mucha responsabilidad.
— No sé, niños —dijo Isabel—. Tener una perrita en casa requiere mucho cuidado. ¿Están seguros de que pueden encargarse de ella?
— ¡Sí, mamá! —exclamó Arleth—. Prometemos cuidarla y darle mucho amor.
Ante la insistencia de los niños, Isabel finalmente accedió a dejar que Coral se quedara con ellos. Aunque al principio estaba un poco reacia, pronto descubrió que Coral era una perrita muy especial.
Un día, mientras Isabel trabajaba en la huerta de su casa, se acercó a un rosal sin darse cuenta de las espinas. Al moverse, las espinas se engancharon en su pantalón y no podía soltarse.
— ¡Ay, no! —exclamó Isabel—. ¿Cómo me voy a liberar de estas espinas?
Coral, que estaba jugando cerca, vio a Isabel en apuros y corrió hacia ella. Con mucho cuidado, la perrita comenzó a tirar de las espinas con su boquita, liberando a Isabel del doloroso enredo. Isabel quedó asombrada y agradecida por el acto de bondad de Coral.
— ¡Gracias, Coral! —dijo Isabel, acariciando a la perrita—. Eres una amiga muy especial.
Desde ese día, Isabel comenzó a querer a Coral como un miembro más de la familia. La perrita siempre estaba allí para todos, brindando cariño y compañía. Con el tiempo, Isabel se dio cuenta de lo mucho que Coral significaba para ellos.
No mucho después, Isabel descubrió que estaba esperando otro bebé. Patricio y Arleth estaban muy emocionados con la llegada de un nuevo hermanito. Coral también parecía entender la situación y comenzó a cuidar aún más de Isabel. Siempre se quedaba a su lado, vigilándola y asegurándose de que estuviera bien.
Meses después, nació Denis, un bebé precioso que llenó de alegría a toda la familia. Coral se convirtió en su protectora, siempre atenta a cualquier necesidad del pequeño. Isabel estaba agradecida de tener a Coral, quien era una amiga fiel y amorosa para todos.
Pasaron los años y Coral envejeció. Aunque seguía siendo una perrita amorosa, comenzó a enfermarse. Un día, rodeada del amor de su familia, Coral falleció. Fue un momento muy triste para todos, pero sabían que siempre viviría en sus corazones por todo lo que había hecho por ellos.
A medida que los años pasaron, Patricio y Arleth crecieron y se convirtieron en jóvenes responsables. Isabel también encontró consuelo en recordar los buenos momentos con Coral. Un día, el padre de los niños, quien había estado de viaje por trabajo, decidió que era momento de traer una nueva alegría a la familia. Compró una nueva perrita para Arleth, sabiendo cuánto amaba a los animales.
Cuando Arleth conoció a la nueva perrita, sintió una conexión instantánea. La llamaron Nica, y desde el primer momento se saludaron como si se conocieran de toda la vida. Nica era una perrita juguetona y cariñosa, y rápidamente se convirtió en la mejor amiga de Arleth. Jugaban juntas, dormían juntas, y compartían muchos momentos felices.
Isabel miraba a su hija y a Nica con una sonrisa en el rostro, recordando a Coral y cómo había unido a su familia. Sabía que Coral siempre sería especial, pero también estaba feliz de ver a Arleth tan contenta con su nueva amiga.
Así, la familia de Isabel continuó viviendo en armonía, con Nica trayendo nuevas aventuras y alegrías. La historia de Coral siempre sería recordada, y su amor seguiría vivo en cada acto de bondad y amistad que la familia compartía.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.