Cuentos de Amistad

Corazones Valientes y Marinos

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En la vibrante ciudad de Valencia, donde el azul del cielo se funde con el del mar en un abrazo infinito, vivía Bea, una mujer cuya sonrisa era capaz de iluminar el día más gris. Amante del mar, del submarinismo y con un alma que vibraba al ritmo de las olas, Bea había construido una vida junto al amor de su vida, David, y sus dos inseparables compañeras de cuatro patas, Lua y Trufa.

Bea, oriunda de Albacete, había trabajado incansablemente desde joven, lo que le permitió alcanzar un merecido reconocimiento en su profesión. Pero más allá de su éxito laboral, lo que realmente la definía era su corazón generoso, su inquebrantable amistad y su pasión por el arte de la acuarela, con la que pintaba el mundo en tonos de esperanza y sueños.

Lua, la veterana del duo canino, era una perra de abundante pelo que había acompañado a Bea desde sus primeros días en Valencia. Bea siempre bromeaba diciendo que Lua era la reencarnación de Vega, su primera perra, debido a la peculiar forma en que ambas compartían gestos y miradas llenas de entendimiento.

Trufa, por otro lado, era el torbellino de energía de la familia. Con su pelaje color canela y una curiosidad que no conocía límites, Trufa se había convertido en la sombra de Lua, aprendiendo de su sabiduría y experiencia, pero siempre añadiendo un toque de humor y jovialidad a cada día.

Un día, mientras la brisa marina susurraba secretos antiguos, Bea decidió que era el momento perfecto para una nueva aventura. Con la emoción burbujeando en sus venas, propuso a David una expedición de submarinismo a un arrecife recién descubierto, un lugar donde la magia del mar se mostraba en su máxima expresión.

David, compartiendo el entusiasmo de Bea, no dudó en aceptar. Prepararon meticulosamente su equipo, mientras Lua y Trufa observaban curiosas, sabiendo que algo emocionante estaba a punto de ocurrir.

La mañana de la aventura, el sol brillaba con una intensidad especial, como si presagiara los maravillosos descubrimientos que estaban por venir. Bea y David, acompañados por Lua y Trufa, se dirigieron al punto de partida de su inmersión.

Mientras se sumergían en las profundidades, un mundo de colores y formas se desplegaba ante ellos. Bancos de peces de colores brillantes danzaban alrededor, mientras que el coral ofrecía un espectáculo de formas y texturas indescriptibles. Bea, con su cámara en mano, capturaba cada momento, maravillada por la belleza que los rodeaba.

De regreso en la superficie, mientras compartían historias y risas, Bea y David se dieron cuenta de que esta aventura había sido especial, no solo por la belleza del arrecife, sino por lo que representaba: un momento de conexión profunda con el mar, con ellos mismos y con sus queridas Lua y Trufa.

A medida que el sol comenzaba a despedirse, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosas, Bea tomó sus pinceles y, inspirada por el día vivido, empezó a pintar. Con cada pincelada, el mar, los peces y la luz del atardecer cobraban vida en el papel, una acuarela que capturaba no solo imágenes, sino emociones y recuerdos.

David, Lua y Trufa, a su lado, miraban fascinados. Era en momentos como este cuando comprendían que la vida junto a Bea era una aventura constante, un viaje a través del amor, la amistad y la belleza inesperada del mundo.

Y así, en una casa junto al mar en Valencia, Bea y su familia vivían cada día como un regalo, explorando, soñando y creando recuerdos que se convertirían en las más preciadas obras de arte, no solo en acuarela, sino en los lienzos de sus corazones.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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