Cuentos de Amistad

El Ángelito y el Patito Perdido: Una Historia de Amor y Amistad

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez un hermoso día soleado en el parque del pueblo donde vivían Fernanda, su papá, Ragnar y un patito muy curioso. Fernanda era una niña pequeña, llena de alegría y siempre sonriendo. Ese día, decidió llevar a Ragnar, su osito de peluche amigo, para que la acompañara en su aventura. Ragnar era suave y cariñoso, siempre estaba listo para escuchar las historias de Fernanda.

Mientras paseaban por el parque, Fernanda vio algo que brillaba en la hierba. Se acercó corriendo y, para su sorpresa, era un pequeño patito amarillo, que se había perdido. El patito miraba a su alrededor con ojos grandes y tristes. Fernanda se agachó y sonrió. «Hola, pequeño patito, ¿te has perdido?», le preguntó con dulzura.

El patito asintió con la cabeza, y sus plumas brillaban al sol. «¡Cuac cuac! No sé cómo regresar a casa», dijo el patito, con una voz temblorosa. Fernanda sintió una gran empatía por él, así que decidió ayudarlo. «No te preocupes, yo te ayudaré a encontrar tu hogar», le prometió.

Papá se acercó y escuchó la conversación. “Eso suena como una gran aventura”, dijo con una sonrisa. Fernanda miró a su papá con emoción. “Papá, ¿puedes ayudarnos a encontrar el hogar del patito?” Papá, que siempre estaba dispuesto a ayudar, asintió con la cabeza. “¡Claro que sí! Vamos a buscar a tu mamá patita”.

Así que el grupo se puso en marcha. Primero, fueron hacia el lago. Era un lugar brillante y hermoso, donde los patos nadaban y los niños jugaban. Cuando llegaron al lago, Fernanda llamó a los patos que daban vueltas en el agua. “¡Hola, patitos! ¿Alguno de ustedes ha visto a la mamá de este pequeño patito?”

Un pato grande, con plumas blancas y grises, nadó hacia ellos. “¡Cuac cuac! No, no la hemos visto. Pero si deseas, puedes esperar un poco. Quizás ella llegue pronto”, dijo el pato sabio. Fernanda y su papá se sentaron al borde del lago, mientras Ragnar se acomodaba en la falda de Fernanda.

Pasaron unos minutos, pero la mamá patita no aparecía. Fernanda miró al patito perdido y vio que estaba un poco nervioso. “No te preocupes, amigo. Estamos aquí contigo”, le dijo empujándolo suavemente. Ragnar también le dio un abrazo. “Siempre estaré contigo”, dijo Ragnar con su voz suave.

Después de un rato, Papá sugirió que podrían buscar en el campo de flores. “Quizás la mamá del patito esté ahí”. Así que todos juntos se dirigieron a un hermoso campo lleno de flores de todos los colores. Los girasoles grandes y amarillos sonreían al sol, y las mariposas danzaban de flor en flor.

Mientras caminaban, Fernanda vio un grupo de patos jugando entre las flores. “Mira, quizás ellos saben dónde está tu mamá”, le dijo al patito. Se acercaron al grupo de patos y Fernanda preguntó: “¡Hola! ¿Alguien ha visto a la mamá de este pequeño patito?”

Uno de los patitos, de plumas suaves y amarillas como el sol, levantó la cabeza. “¡Cuac cuac! No la hemos visto, pero podemos ayudar a buscarla. ¡Es más divertido buscar en grupo!” Todos los patitos se unieron a la búsqueda, y el grupo se volvió más grande. Fernanda sonrió. «¡Qué amigos tan maravillosos tenemos!», pensó.

Así, el grupo de amigos se dispersó un poco y comenzaron a buscar en todas partes. Papá decidió ir hacia el lado del bosque, mientras que Fernanda, Ragnar y el nuevo patito amarillo se adentraron un poco más en el campo de flores. Juntos, reían y jugaban, llenos de esperanza de encontrar a la mamá del patito.

Mientras tanto, Ragnar trataba de hacer reír al patito. “¿Sabes? Me acuerdo de un día en el que Fernanda y yo tuvimos un picnic y el viento se llevó nuestra manta”, dijo Ragnar, riendo. El patito, aunque todavía un poco triste, no pudo evitar sonreír también. La amistad de Fernanda y Ragnar tenía un poder mágico.

Pero cuando se dieron cuenta de que llevaban un buen rato buscando y no habían visto rastro de la mamá del patito, el pequeño comenzó a sentirse triste de nuevo. Fernanda se dio cuenta y se agachó a su lado. “No te preocupes, cariño. Todos estamos aquí para ayudarte, y vamos a encontrar a tu mamá”, le dijo con dulzura. “¡Eres parte de nuestra amistad ahora y juntos seremos fuertes!”

De repente, escucharon un sonido familiar: ¡cuac cuac cuac! El patito levantó la cabeza de inmediato. “¡Esa es la voz de mi mamá! ¡La reconozco!” dijo, emocionado. Así que todos corrieron hacia el sonido, el corazón del patito latía rápido de felicidad.

Al llegar a un pequeño arbusto cerca de un árbol, vieron a una mamá patita. Era un pato grande y había una familia de patitos detrás de ella. “¡Ahí está!”, gritó el pequeño patito con alegría, y corrió hacia su mamá. “¡Mamá!” La mamá patita lo abrazó con sus alas y le dio muchos besitos en la cabeza. “¡Estaba tan preocupada por ti, pequeño!”

Fernanda, Papá y Ragnar sonrieron al ver la felicidad del patito. La mamá patita se acercó y agradeció a Fernanda y su papá por ayudar a su pequeño. “¡Gracias, amigos! No sé qué haría sin ustedes. La amistad es algo maravilloso, y nunca debemos olvidarlo”.

Fernanda sintió un calor en su corazón. “¡Nos alegra mucho haber ayudado! ¡Ahora somos amigos!”, dijo ella. Así, con nuevas amistades y un día lleno de aventuras, el grupo se despidió, prometiendo siempre ayudar a quien lo necesite y recordando que la amistad puede superar cualquier obstáculo.

Y así, juntos, todos regresaron a sus hogares sabiendo que el amor y la amistad son lo más importante de todo. Con esa lección en el corazón, vivieron felices, esperando nuevas aventuras en el parque y siempre listos para ayudar a los demás, convirtiendo cada día en un hermoso recuerdo lleno de alegría y cariño.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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