Cuentos de Amistad

El Castillo de la Amistad

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez, en un reino lejano, un castillo muy especial. Allí vivían el Rey, la Reina y su hija, la Princesa. El castillo era enorme, con torres que llegaban hasta las nubes y jardines llenos de flores de todos los colores. Pero lo que hacía único a este castillo no era su tamaño ni su belleza, sino la amistad que reinaba dentro de sus muros.

La Princesa, una niña curiosa y aventurera, tenía una mascota muy particular: un dragón. Pero no era cualquier dragón. Su nombre era Draco, y en lugar de ser feroz y temible, era el dragón más amistoso que alguien pudiera conocer. Draco tenía escamas verdes que brillaban bajo el sol y unas alas enormes que lo llevaban volando por todo el reino. Siempre estaba al lado de la Princesa, protegiéndola y acompañándola en sus aventuras.

El Rey y la Reina eran gobernantes justos y amables. Siempre se preocupaban por el bienestar de su pueblo y trabajaban duro para que todos vivieran felices. Les gustaba salir del castillo y caminar por las aldeas, escuchando las historias de los habitantes y ayudando en lo que fuera necesario. Pero tenían un secreto: contaban con la ayuda de una bruja, pero no cualquier bruja, sino una bruja buena.

La Bruja del reino, conocida como Sabina, era una mujer sabia que usaba su magia para hacer el bien. Vivía en una torre cercana al castillo, y siempre que alguien tenía un problema, Sabina estaba allí para ayudar. Con su varita mágica y su sonrisa amable, podía hacer crecer plantas para los agricultores, reparar tejados rotos y hasta calmar tormentas cuando las cosechas lo necesitaban.

Un día, la Princesa, Draco, el Rey, la Reina y Sabina decidieron que era hora de una nueva aventura. Habían escuchado que, en las montañas lejanas, había un grupo de animales que necesitaban ayuda. Unos fuertes vientos habían derribado muchos árboles, y los animales estaban preocupados porque no tenían suficiente comida ni refugio. Sin dudarlo, el grupo se preparó para partir.

—Tenemos que ayudar a esos animales —dijo la Princesa, decidida—. No podemos dejarlos solos en este momento difícil.

—Así es, hija mía —respondió el Rey—. Nuestra responsabilidad es cuidar de todo el reino, y eso incluye a las criaturas que viven en él.

Sabina, la bruja buena, preparó su varita y sonrió.

—Con un poco de magia y mucha cooperación, resolveremos este problema en poco tiempo.

Montados en Draco, el dragón, los cinco amigos volaron hasta las montañas. El viento era fuerte y las nubes oscuras, pero sabían que juntos podían superar cualquier obstáculo. Cuando llegaron, encontraron a los animales refugiados en una cueva, asustados y con hambre.

La Princesa fue la primera en acercarse.

—No se preocupen —dijo con una voz suave y tranquilizadora—. Estamos aquí para ayudar.

El Rey y la Reina comenzaron a hablar con los animales más grandes, mientras Sabina agitaba su varita para hacer crecer nuevos árboles frutales. En cuestión de minutos, el paisaje cambió por completo. Donde antes solo había desolación, ahora había árboles llenos de frutas, plantas para comer y ramas fuertes para que los animales construyeran nuevos refugios.

—¡Hurra! —gritaban los animales, agradecidos por la ayuda.

Pero la aventura no había terminado. Mientras exploraban las montañas, descubrieron que había una enorme roca bloqueando el río que abastecía de agua a todo el valle. Sin agua, no solo los animales, sino también los pueblos cercanos, sufrirían.

—Debemos mover esa roca —dijo el Rey—. Si no lo hacemos, el río no volverá a fluir.

Pero la roca era demasiado grande para moverla solo con la fuerza de sus manos. Fue entonces cuando Draco, el dragón, se ofreció a ayudar.

—Yo puedo hacerlo —dijo con una voz firme—. Con mis alas fuertes y mi aliento, podré empujar la roca y liberar el agua.

El Rey, la Reina, la Princesa y Sabina miraron a Draco con admiración. Sabían que podían confiar en él. Con un gran esfuerzo, Draco batió sus alas y empujó la roca con todas sus fuerzas. El suelo tembló, y poco a poco, la roca comenzó a moverse.

Finalmente, el agua comenzó a fluir de nuevo, llenando el valle y devolviendo la vida a los campos y a los ríos.

—¡Lo logramos! —exclamó la Princesa, saltando de alegría.

Los animales y los habitantes de los pueblos cercanos vinieron a agradecer a sus héroes. No solo habían salvado el valle, sino que también habían demostrado que, con amistad y trabajo en equipo, podían superar cualquier dificultad.

De regreso al castillo, el grupo se sentía más unido que nunca. Sabían que siempre podían contar el uno con el otro, sin importar lo difícil que fuera la situación. El Rey y la Reina se sentían orgullosos de su hija, la Princesa, por su valentía y su corazón generoso.

Esa noche, mientras cenaban juntos en el gran salón del castillo, Sabina levantó su varita y dijo:

—Hoy hemos aprendido algo importante: la verdadera magia no está solo en los hechizos o en los dragones, sino en la amistad y en ayudarnos unos a otros.

Y así, en ese castillo lleno de aventuras y amistad, vivieron felices, siempre listos para la próxima aventura que el reino les presentara.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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