Cuentos de Amistad

Jhoan y Santiago y la Adopción de Cangrejos

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Era un día soleado en la hermosa playa de Coralina, donde el mar azul brillaba bajo el sol y las olas suaves acariciaban la arena dorada. En esta playa vivían muchos cangrejos, y ese día especial, Celeste y sus amigos, Jhoan y Santiago, decidieron organizar un evento muy importante: la adopción de cangrejos. Querían asegurarse de que los pequeños cangrejos encontraran hogares cariñosos y seguros con las familias que visitaban la playa.

Jhoan era un niño de ojos verdes y cabello castaño corto, siempre lleno de energía y con una gran sonrisa. Santiago, su mejor amigo, tenía el cabello negro rizado y ojos marrones que brillaban con entusiasmo. Juntos, eran un equipo formidable y estaban decididos a que el evento fuera un éxito.

Desde temprano en la mañana, los niños habían estado trabajando duro, colocando carteles coloridos que decían «¡Adopta un Cangrejo Hoy!» y preparando un pequeño puesto con cajas llenas de cangrejos esperando ser adoptados. Celeste, la organizadora del evento, supervisaba todo con una sonrisa de orgullo. Ella confiaba en Jhoan y Santiago para manejar la mayoría de las tareas, y sabía que lo harían bien.

—Necesitamos asegurarnos de que todos tengan suficiente energía para el día —dijo Celeste, mirando a los niños con cariño—. Jhoan, ¿podrías ir a comprar algunos helados para nosotros?

—¡Claro, Celeste! —respondió Jhoan con entusiasmo. Amaba los helados, y además, era una excelente excusa para dar un paseo por la playa.

Con una lista en la mano, Jhoan se dirigió al puesto de helados más cercano. Mientras caminaba, no pudo evitar disfrutar del sonido de las olas y el olor salado del mar. Llegó al puesto y compró varios conos de helado de diferentes sabores: chocolate, vainilla, fresa y menta. Con una bandeja llena de helados, comenzó a regresar al puesto de adopción.

En su camino de regreso, Jhoan se encontró con un niño pequeño que accidentalmente dejó caer su helado en la arena. El niño estaba a punto de llorar, y Jhoan, con su corazón bondadoso, no pudo ignorarlo.

—Aquí tienes, toma uno de mis helados —dijo Jhoan, entregándole un cono de helado de vainilla.

El niño sonrió ampliamente y agradeció a Jhoan antes de correr hacia su familia. Sintiéndose bien por haber ayudado, Jhoan continuó su camino. Pero entonces, una gaviota traviesa voló cerca y, en un abrir y cerrar de ojos, arrebató otro helado de su bandeja.

—¡Oh no! —exclamó Jhoan, viendo cómo la gaviota se alejaba con el helado de chocolate.

Ahora solo le quedaban dos helados. La arena estaba muy caliente, y Jhoan sabía que no podría cruzarla sin alguna ayuda. Vio una pelota de playa desinflada cerca y tuvo una idea. Infló la pelota y, con mucho equilibrio, comenzó a rodar sobre ella para cruzar la arena sin quemarse los pies.

La gente en la playa lo miraba con sorpresa y diversión, y Jhoan se reía mientras rodaba. Al llegar a una zona de sombrillas, decidió saltar de una a otra para seguir su camino. Era como un juego de plataformas, y Jhoan disfrutaba cada momento, aunque debía ser cuidadoso para no caer.

Finalmente, vio una cometa grande atada a una silla de playa. Pensó que podría usarla como una vela para llegar más rápido al puesto. Desató la cometa y se subió a una tabla de surf vieja que encontró cerca. Con la cometa en mano, dejó que el viento lo guiara por la arena.

Después de una divertida travesía, llegó al puesto de adopción con los dos helados restantes. Celeste y Santiago lo recibieron con risas y aplausos.

—¡Vaya aventura, Jhoan! —dijo Santiago—. Pensé que solo ibas por helados.

—¡Fue toda una odisea! —respondió Jhoan, riendo—. Pero aquí están los helados.

Celeste, Jhoan y Santiago disfrutaron de sus helados mientras continuaban con el evento. Pero pronto notaron que los cangrejos estaban inquietos y parecían incómodos por el calor. Jhoan, preocupado por los pequeños cangrejos, decidió darles su último cono de helado para que se refrescaran.

—¡Tomen, pequeños amigos! Esto los ayudará a sentirse mejor —dijo Jhoan, colocando el helado en una caja para que los cangrejos pudieran acercarse.

Los cangrejos se calmaron y parecían disfrutar del frío del helado. Sin embargo, ahora no quedaban más bocadillos para ellos. Santiago, viendo la situación, se ofreció a ir a comprar más helados.

—Yo iré esta vez, Jhoan. Tú has hecho suficiente por hoy —dijo Santiago con una sonrisa.

Santiago corrió hacia el puesto de helados y regresó rápidamente con más conos. Gracias a su esfuerzo y al de Jhoan, todos los cangrejos se sintieron mucho mejor, y el evento de adopción continuó sin problemas.

Al final del día, muchos cangrejos encontraron nuevos hogares. Las familias se fueron felices, llevando consigo a sus nuevos amigos. Celeste, Jhoan y Santiago se sentaron juntos en la arena, viendo la puesta de sol y sintiéndose orgullosos de su trabajo.

—Hoy ha sido un gran día —dijo Celeste—. Gracias a ustedes, muchos cangrejos tienen ahora un hogar.

—Fue divertido, y además, aprendimos mucho —dijo Jhoan, mirando a su amigo Santiago.

—Sí, y también tuvimos una gran aventura —añadió Santiago.

Los tres amigos se quedaron en la playa hasta que las estrellas comenzaron a brillar en el cielo. Sabían que siempre recordarían ese día, no solo por las aventuras y los helados, sino por la amistad y el trabajo en equipo que los había unido aún más.

Y así, Jhoan y Santiago siguieron siendo los mejores amigos, siempre listos para ayudar a quienes los necesitaran, y siempre dispuestos a vivir nuevas aventuras juntos.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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