Había una vez, en un hermoso prado lleno de flores de colores, una niña llamada Mia. Ella era muy alegre y siempre jugaba en el campo, corriendo entre los árboles y las flores, saltando de felicidad. Un día, mientras paseaba por el prado, Mia escuchó un ruido suave y grave que venía de los arbustos cercanos. Curiosa, se acercó despacio y, para su sorpresa, vio a un gran león con una melena dorada, que parecía muy triste.
El león estaba sentado bajo un árbol, con la cabeza agachada y los ojos mirando al suelo. Mia se acercó con cuidado y, con su voz suave y amigable, le habló: «Hola, ¿por qué estás tan triste, señor León?»
El león levantó la cabeza y miró a Mia. Sus ojos brillaban con tristeza, pero al ver la sonrisa amigable de Mia, el león se sintió un poco mejor. «Hola, pequeña», respondió con voz profunda. «Me siento solo. No tengo amigos y, aunque soy grande y fuerte, me siento triste sin nadie con quien compartir mis días.»
Mia, con su gran corazón, se acercó al león y se sentó junto a él. «No te preocupes, señor León», dijo. «Yo seré tu amiga. Podemos jugar juntos todos los días, y así nunca te sentirás solo.»
El león miró a Mia con sorpresa y alegría. Nadie le había ofrecido su amistad de esa manera antes. «¿De verdad?», preguntó, levantando las orejas en señal de curiosidad. «¿Quieres ser mi amiga?»
«Sí», respondió Mia con una gran sonrisa. «Podemos hacer muchas cosas juntos. ¿Te gustaría jugar a la pelota?»
El león, al principio, dudó un poco. «Pero yo soy muy grande para jugar a la pelota», dijo, mirando sus patas enormes.
«¡No importa!», exclamó Mia. «Yo te enseñaré. Podemos jugar a rodar la pelota y atraparla. Será muy divertido.»
Así fue como empezó la increíble amistad entre Mia y León. Todos los días, después de la escuela, Mia corría al prado para encontrarse con su nuevo amigo. Jugaban juntos a rodar la pelota, y León aprendió a ser muy cuidadoso con su gran cuerpo, para no aplastar la pelota ni a Mia.
Con el tiempo, Mia y León se hicieron inseparables. Pasaban horas explorando el prado, mirando las mariposas que volaban entre las flores y escuchando el canto de los pájaros. A veces, cuando se cansaban de jugar, se recostaban juntos en la hierba, mirando las nubes y compartiendo historias. Mia le contaba sobre sus días en la escuela, mientras León le relataba sus sueños de ser un león que pudiera volar como los pájaros.
Un día, mientras jugaban cerca de un río, Mia se resbaló y cayó al agua. El río estaba crecido debido a las lluvias y corría rápidamente. Mia intentó levantarse, pero el agua era fuerte y la arrastraba. ¡Estaba en peligro!
Cuando León vio lo que pasaba, su corazón se llenó de miedo, pero no dudó ni un segundo. Con un gran salto, se metió en el agua y nadó rápidamente hacia Mia. Usó su gran cuerpo para empujarla hacia la orilla, donde Mia, asustada pero agradecida, pudo salir del agua.
«¡Gracias, León! ¡Me salvaste la vida!», exclamó Mia, abrazando a su amigo con todas sus fuerzas.
León, aunque cansado, sonrió con ternura. «No tienes que agradecerme, Mia. Te quiero mucho, eres mi mejor amiga.»
Desde ese día, la amistad entre Mia y León se hizo aún más fuerte. Juntos, aprendieron que la verdadera amistad no depende de lo grandes o fuertes que sean, sino de lo que están dispuestos a hacer por el otro. León, que antes se sentía solo y triste, ahora era feliz porque sabía que tenía una amiga en quien podía confiar, y Mia, por su parte, aprendió que la amistad no tiene límites, ni siquiera para un león tan grande.
Cada día, después de la escuela, Mia corría al prado para ver a León. Juntos, siempre encontraban nuevas aventuras, y aunque el tiempo pasaba, su amistad nunca dejó de crecer. En su corazón, ambos sabían que se tenían el uno al otro, y eso era lo más importante.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.