En un pequeño pueblo lleno de colores y alegría, donde los árboles daban sombra y las flores sonreían al sol, vivían tres amigos inseparables: Uno, Dos y Tres. Cada uno de ellos era especial a su manera. Uno era muy curioso y siempre quería descubrir cosas nuevas, Dos era muy buen amigo y le encantaba ayudar a sus compañeros, y Tres, el más soñador del grupo, siempre tenía ideas geniales para jugar.
Un día, mientras disfrutaban de una tarde soleada en el parque, Uno tuvo una idea maravillosa. «¿Qué les parece si hacemos una fiesta?», propuso emocionado. Dos, siempre entusiasta, respondió: «¡Sí! Hemos de celebrar nuestra amistad y hacer que todos se diviertan.» En ese momento, Tres sonrió y dijo: «Podemos hacer juegos, danzas y hasta un vals en el que todos participen.»
Los tres amigos comenzaron a planear la fiesta. «Primero, necesitamos invitaciones», dijo Uno, sacando un pedazo de papel y un lápiz de su mochila. «Vamos a escribir a todos nuestros amigos en el pueblo.» Con la ayuda de Dos, que era muy bueno escribiendo, hicieron varias invitaciones llenas de colores y dibujos divertidos, donde resaltaban la fecha y el lugar de la fiesta.
Al día siguiente, se repartieron las invitaciones. Todos en el pueblo estaban emocionados por la fiesta de Uno, Dos y Tres, y cada uno prometió asistir. Ya sea que fueran pequeños pájaros, ardillas traviesas o incluso el anciano del pueblo, todos estaban listos para disfrutar de la velada.
A medida que se acercaba la fecha de la fiesta, Uno, Dos y Tres decidieron que era importante tener algunas actividades para que todos se divirtieran aún más. “¡Hagamos unos juegos de matemáticas divertidos!”, sugirió Uno, recordando que todo se podía aprender jugando. «Podemos hacer carreras de contar y adivinanzas sobre números», propuso Tres, que estaba siempre lleno de ideas creativas.
Dos, siempre con su espíritu de ayuda, agregó: «Y también podríamos tener un baile donde todos se unan al vals que me enseñó mi abuela.» Todos estuvieron de acuerdo, y así comenzaron a organizar cada actividad.
El día de la fiesta llegó, y el parque estaba decorado con globos de varios colores y cintas brillantes. Todos los amigos de Uno, Dos y Tres llegaron con muchas ganas de festejar. Había una gran mesa llena de pasteles, galletas y limonada fresca, que Dos se encargó de distribuir entre todos, asegurándose que nadie se quedara sin probar algo delicioso.
Primero, comenzaron con los juegos. “¡A contar hasta diez!”, gritó Uno, y todos los niños empezaron a contar juntos, desde el uno hasta el diez. Luego, Dos propuso un juego de adivinanzas, donde cada uno tenía que pensar en un número del uno al diez y los demás debían adivinarlo. Las risas y los aplausos llenaron el aire del parque, mientras todos se divertían.
Después de los juegos, fue el momento del baile. «Vamos a bailar un vals!», dijo Dos con emoción. Tres se puso al frente y comenzó a mostrar los pasos que había aprendido. «Es fácil, solo tienen que seguirme», dijo. Y así, todos en el parque comenzaron a formar una fila, girando y moviéndose al ritmo de la música alegre que Uno había encontrado en su mochila.
Mientras todos bailaban riendo y disfrutando, un pequeño personaje apareció. Era un ratón llamado Ratón, que, viendo la diversión, decidió acercarse. «Hola, ¿puedo unirme a la fiesta?», preguntó tímidamente. Uno, siempre amable, le sonrió y dijo: «¡Claro que sí! Cuantos más seamos, más nos divertiremos.»
Ratón se unió a la fiesta y rápidamente se hizo amigo de todos. «Yo también puedo ayudar con un juego», dijo emocionado. Y así, Ratón propuso un juego de escondidas, combinando su rapidez para correr con la alegría del resto. Los niños no podían dejar de reír mientras buscaban un buen escondite y trataban de encontrar a Ratón.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.