Cuentos de Amistad

La Aventura de Andres y Maddison

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un bosque muy lejano, lleno de árboles frondosos y flores de colores, vivían dos amigos inseparables llamados Andres y Maddison. Andres era un niño de cabello castaño y ojos curiosos, siempre llevaba puesta su camiseta roja y sus jeans azules. Maddison, por otro lado, tenía el cabello rubio como el sol y siempre usaba un vestido verde que le daba un aspecto alegre y fresco.

Un día soleado de primavera, Andres y Maddison decidieron hacer un picnic en el bosque. Prepararon una canasta con sándwiches, frutas, jugo y, por supuesto, unas galletas que la abuela de Maddison había horneado esa mañana. Con gran entusiasmo, se adentraron en el bosque, buscando el lugar perfecto para disfrutar de su día.

Después de caminar un rato, encontraron un claro rodeado de flores silvestres y decidieron que ese era el lugar ideal para su picnic. Extendieron la manta sobre la hierba suave y comenzaron a sacar la comida de la canasta. Mientras disfrutaban de su almuerzo, hablaron y rieron, felices de estar rodeados de la naturaleza y de la compañía del otro.

Sin embargo, lo que no sabían era que cerca de allí, oculto entre los árboles, había una cabaña. Esta no era una cabaña cualquiera, era la cabaña del lobo feroz. El lobo, un animal grande y peludo con dientes afilados y ojos penetrantes, solía salir por las tardes en busca de comida. A pesar de su apariencia temible, el lobo tenía un punto débil: le encantaban las galletas tanto como a cualquier niño.

Mientras Andres y Maddison disfrutaban de su picnic, el lobo empezó a percibir el delicioso aroma de las galletas de la abuela de Maddison. Guiado por su nariz, se dirigió hacia el claro donde los niños estaban sentados. El lobo, aunque feroz, era muy astuto y decidió observar desde lejos antes de hacer cualquier movimiento.

Cuando Andres y Maddison terminaron de comer, comenzaron a explorar los alrededores del claro. Fue entonces cuando vieron la cabaña. «¡Mira, Maddison! ¡Una cabaña! Parece un buen lugar para jugar», dijo Andres emocionado. Los dos amigos corrieron hacia la cabaña sin sospechar lo que les esperaba adentro.

Al entrar, encontraron la cabaña vacía pero acogedora. Había una chimenea, una mesa de madera y una cama hecha de paja. «Qué lugar tan curioso», comentó Maddison mientras miraba alrededor. Pero antes de que pudieran investigar más, el lobo hizo su aparición, asomando su cabeza por la puerta.

«¡Ah, niños! ¡Qué sorpresa tan deliciosa encontraros aquí!», dijo el lobo con una voz grave pero falsa amabilidad. Los niños, al ver al lobo, se asustaron y retrocedieron unos pasos. «No tengan miedo, solo quiero un poco de esas galletas tan ricas que huelen desde aquí», continuó el lobo.

Andres y Maddison se miraron, tratando de pensar en una forma de salir de la cabaña. Sabían que el lobo no era de fiar. Rápidamente, Maddison tuvo una idea. «Andres, ¡las galletas! Dale las galletas al lobo y salgamos corriendo mientras está distraído».

Andres, entendiendo el plan, sacó las galletas de la canasta y las arrojó al lobo. «¡Aquí tienes, señor lobo! ¡Toma todas las galletas que quieras!», dijo con voz temblorosa. Mientras el lobo se lanzaba sobre las galletas, los dos amigos aprovecharon la oportunidad para escapar.

Corrieron tan rápido como pudieron, sus corazones latiendo a mil por hora. No se detuvieron hasta que estuvieron seguros de estar lejos de la cabaña y del lobo. Finalmente, se dejaron caer en el suelo, jadeando y riendo al mismo tiempo, aliviados de haber escapado del peligro.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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