Había una vez un niño llamado Juan Pablo que vivía en una pequeña casa al borde del bosque. Juan Pablo tenía dos grandes amigos: un perro salchicha llamado Pipo y un gato muy especial llamado León. Pipo era juguetón y siempre estaba dispuesto a correr tras una pelota, mientras que León era un gato orgulloso y un poco travieso, que disfrutaba de descansar al sol y estirarse en las ramas de los árboles. Los tres amigos eran inseparables y pasaban sus días explorando el bosque, jugando en el parque y ayudando a los vecinos.
Un día, mientras jugaban al escondite en el jardín de Juan Pablo, León decidió que quería esconderse en un lugar muy especial: el viejo árbol que estaba en la parte más densa del bosque. Era un árbol enorme, con ramas que parecían tocar las nubes, y León siempre había sentido curiosidad por él. Pipo y Juan Pablo lo advirtieron: “¡Ten cuidado, León! Ese lugar puede ser peligroso.” Pero León, con su espíritu aventurero, les respondió: “No se preocupen, soy un gato fuerte y astuto. Estoy seguro de que todo estará bien.”
Así que, dejando atrás a sus amigos, León saltó hacia el bosque. Juan Pablo y Pipo empezaron a contar mientras León se adentraba en los arbustos. Sin embargo, cuando llegaron al número diez y se dieron la vuelta, León había desaparecido. “¡León! ¡León!” llamaron Juan Pablo y Pipo, recorriendo su camino hacia el árbol. Pero no había ni rastro de él.
Poco después de buscar, Juan Pablo se dio cuenta de que algo no estaba bien. “No puedo creer que León no vuelva. Debemos encontrarlo, Pipo. ¡Es nuestro amigo!” exclamó. Pipo movió la cola y, aunque un poco preocupado, se mostró decidido. “¡Vamos a buscarlo! No podemos dejarlo solo.” Y así, los dos amigos se adentraron en el espeso bosque, dispuestos a buscar a su amigo.
Mientras caminaban, escucharon un suave maullido que parecía provenir de un arbusto cercano. Juan Pablo y Pipo se miraron y corrieron hacia el sonido. Allí, encontraron a un pequeño gato gris con ojos grandes y asustados. “¿Qué haces aquí, pequeño?” preguntó Juan Pablo con voz suave. El gato temblaba un poco, pero respondió: “Me llamo Nube, y me perdí. No sé cómo regresar a casa.”
Juan Pablo se agachó y acarició a Nube. “No te preocupes, Nube. Te ayudaremos a encontrar tu casa. Pero primero, tenemos que encontrar a nuestro amigo León.” Nube asintió, y con su ayuda, los tres comenzaron a buscar en diferentes direcciones.
Mientras recorrían el bosque, Nube les contó cómo había llegado ahí. “Me escapé un día para explorar, pensé que podía ser divertido, pero después me perdí,” explicó. “No tengo amigos aquí, solo quiero regresar a casa.” Pipo, escuchando la historia de Nube, sintió una punzada en el corazón. Él y Juan Pablo siempre habían estado juntos, y no podía imaginar lo que debía sentir Nube al estar solo.
La tarde avanzaba y el sol empezaba a esconderse detrás de las montañas, pero los tres amigos no se dieron por vencidos. Buscaron bajo los arbustos, escalaron algunas rocas y llamaron a León una y otra vez. En ese proceso, Juan Pablo se dio cuenta de lo importante que era la amistad. “Sin amigos, todo es más difícil,” dijo, mientras se detenían para descansar un momento. Pipo asintió: “Sí, siempre hay que cuidar a los amigos.”
De pronto, un sonido familiar llegó a sus oídos: un fuerte maullido que resonaba en el aire. “¡Es León!” gritaron al unísono, llenos de esperanza. Rápidamente, siguieron el sonido hasta que llegaron a un claro. Allí estaba León, atrapado entre unas ramas y rodeado de hojas. Se veía un poco desaliñado, pero feliz al ver a sus amigos. “¡Juan Pablo! ¡Pipo! ¡Estaba buscando algo muy especial en el árbol, y me quedé atrapado!” explicó León, un poco sonrojado.
Juan Pablo y Pipo se apresuraron a liberar a León de las ramas. Nube, emocionado, observaba la escena con alegría. “¡Qué bueno que están todos juntos!” decía mientras saltaba de felicidad. Una vez que León estuvo libre, Juan Pablo les presentó. “Este es Nube, un nuevo amigo que también se perdió. Necesitamos ayudarlo a regresar a su casa.”
León se acercó y le dio la bienvenida a Nube. “No te preocupes, juntos podemos encontrar tu casa. Todos los amigos se ayudan entre sí.” Así que, después de un breve descanso y de un intercambio de juegos entre ellos, se pusieron en marcha nuevamente.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.