En un hermoso parque lleno de flores y árboles verdes, vivían una abeja llamada Beatriz y un saltamontes llamado Simón. Beatriz era una abeja muy trabajadora, siempre zumbando de flor en flor, recogiendo néctar para hacer miel. Simón, por otro lado, era un saltamontes juguetón, que disfrutaba saltar por el aire y jugar entre los arbustos.
Un día, mientras Beatriz trabajaba alegremente, vio a Simón saltar frente a ella haciendo vueltas en el aire. «¡Hola, Simón!», le saludó Beatriz. «¿Por qué no te pones a trabajar como yo? ¡Hay tanto néctar que recoger!»
Simón sonrió y contestó: «¡Pero trabajar no es tan divertido como jugar! ¡Mira cómo salto!» Y en un instante, dio un salto impresionante, cayendo suavemente entre las flores. Beatriz se rió y continuó con su trabajo, aunque le parecía que su amigo se estaba perdiendo de lo que verdaderamente era divertido: hacer miel y compartirla.
En el parque también vivía un caracol llamado Carlos. Carlos era muy lento y le encantaba observar la vida pasar a su alrededor. Un día, mientras se deslizaba suavemente por el césped, escuchó la conversación entre Beatriz y Simón. Se acercó con lentitud y les dijo: «Creo que ambos tienen razón. Trabajar y jugar son importantes, pero también hay que saber encontrar un equilibrio».
«Hola, Carlos», dijo Beatriz. «Es cierto, yo siempre trabajo y Simón siempre juega. Tal vez podríamos hacer algo juntos que nos permita trabajar y divertirnos al mismo tiempo».
«¡Eso suena genial!», exclamó Simón emocionado. «¿Qué tal si hacemos una competición de saltos y al mismo tiempo recogemos flores para hacer miel?»
Beatriz se entusiasmó con la idea, «¡Sí, eso sería perfecto! Podríamos hacer un frasco de miel muy especial».
Y así, los tres amigos se pusieron de acuerdo en un lugar del parque para realizar su competición. Mientras pensaban en las flores que recogerían y cómo sería la miel, apareció una niña llamada Sofía, que paseaba por el parque con su amigo José. Sofía era una niña curiosa y amable, siempre lista para ayudar a los demás. José, por su parte, era un niño alegre y risueño, que disfrutaba de la compañía de su amiga.
Al ver a Beatriz, Simón y Carlos organizando su competición, se acercaron a ellos. «¿Qué están haciendo?», preguntó Sofía.
«¡Estamos a punto de hacer una competición de saltos y de recogida de flores para hacer miel!», dijo Simón emocionado.
«¿Puedo unirme?», preguntó Sofía con una gran sonrisa. «Me encanta ayudar y también me gustaría aprender a hacer miel».
«¡Claro que sí!», exclamó Beatriz, «cuantos más seamos, más nos divertiremos y más miel podremos hacer».
José, viendo que su amiga iba a participar, también se unió. «¡Yo también quiero ayudar! ¡Esto va a ser muy divertido!». Así que los cinco, Beatriz, Simón, Carlos, Sofía y José, comenzaron a planear su actividad.
Pronto eligieron un lugar donde había muchas flores de colores brillantes. Beatriz empezó a explicarles cómo recoger el néctar. «Primero debes tocar suavemente la flor con la patita, para que el polen se adhiera. Después, debes usar tu lengüita para recoger el néctar. Es muy dulce».
«¡Voy a intentarlo!», dijo Sofía con emoción. Con cuidado, se acercó a una hermosa flor amarilla y comenzó a tocarla. Mientras tanto, José también intentaba saltar como Simón, pero lo hacía un poco torpemente, lo que hacia reír a Sofía.
«¡Intenta saltar como yo!», le sugirió Simón, que comenzaba a aconsejar a José sobre cómo hacerlo. Así, mientras Sofía recogía flores, Simón se dedicaba a enseñar a José a saltar más alto.
Mientras el grupo trabajaba alegremente, Carlos decidió que también quería participar. «¡Espero un momento!», dijo, y extendió su pequeño cuerpo para intentar acercarse a una flor. Como era un caracol, necesitaba más tiempo que los demás, pero no se rendía. «¡Puedo hacerlo!», se repetía una y otra vez.
Después de un buen rato, todos habían trabajado juntos y habían recogido muchas flores. Sofía trajo un pequeño frasco que había encontrado en el parque. «¡Miren! ¡Podemos hacer nuestra miel aquí!»
Beatriz, feliz de tener tantos amigos ayudándola, se puso a trabajar y, mientras lo hacía, les contó historias sobre las abejas y lo importante que era cuidar las flores y el medio ambiente. Todos escuchaban atentamente, aprendiendo cosas valiosas sobre la naturaleza.
Finalmente, después de mezclar el néctar que Beatriz había recogido con un poco de agua, lograron hacer una miel deliciosa. Todos estaban encantados con su trabajo en equipo, y Beatriz les ofreció un pequeño bocado de miel en una hoja.
«¡Está deliciosa!», exclamó Sofía. «Nunca había probado algo tan rico».
«¡Esto es lo mejor que he hecho!», dijo José con una sonrisa radiante.
«Y lo mejor de todo es que hemos trabajado juntos», agregó Simón. «A veces es divertido jugar, pero creo que compitiendo y ayudándonos unos a otros, hemos logrado algo especial».
Carlos, que había estado degustando un poco de miel, levantó su pequeña cabeza y dijo: «Y recordar que todos somos diferentes es importante. Cada uno de nosotros aportó algo único a esta aventura».
Y así, los cinco amigos descubrieron que, aunque todos eran diferentes, su amistad y trabajo en equipo les permitieron lograr grandes cosas. Desde ese día, se comprometieron a continuar explorando el parque juntos, aprender de cada uno y disfrutar tanto del trabajo como del juego.
Cuando el sol empezó a ponerse, sabían que había sido un día lleno de aventuras y aprendizajes. Con el corazón alegre y la sonrisa en el rostro, se despidieron contentos, sabiendo que siempre podrían contar unos con otros en cualquier momento, porque la verdadera amistad se alimenta de momentos, risas y, a veces, de miel.
Cuentos cortos que te pueden gustar
Jhoan y Maycol en la Universidad Mágica de Princevillo
El Jardín Encantado de Lia, Masha y Guapaido
Minzzi Chica y Minzzi Grande: Una Aventura de Amistad
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.