Cuentos de Amistad

La Carrera Inolvidable en el Bosque Encantado

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un bosque lleno de árboles altos y flores de colores brillantes vivían tres grandes amigos: Don Vizcacha, Tortugón y Conejón. Cada uno tenía su manera especial de ser y a todos les encantaba pasar tiempo juntos. Don Vizcacha, con sus largas orejas y su cola esponjosa, era siempre muy amable y servicial. Tortugón, con su caparazón fuerte y sus pasos lentos pero seguros, siempre estaba tranquilo y confiado. Y Conejón, que tenía patas muy rápidas y un corazón lleno de energía, era el más veloz de los tres.

Un día soleado, mientras el viento susurraba entre las hojas y los pájaros cantaban alegremente, Don Vizcacha tuvo una idea muy divertida. Se acercó a sus amigos con una sonrisa grande y les dijo: “¿Y si hacemos una carrera? Será divertido ver quién llega primero a la gran roca que está al final del sendero.” Tortugón y Conejón miraron a Don Vizcacha con entusiasmo. Para ellos, cualquier momento era bueno para compartir y divertirse juntos, así que aceptaron la invitación sin dudar.

Los tres se colocaron al lado del tronco de un viejo árbol que les serviría como línea de partida. Don Vizcacha, aunque no era rápido, era muy animado y alentó a sus amigos: “Recuerden que lo más importante es que nos divirtamos y estemos juntos.” Conejón, inquieto y lleno de energía, ya movía sus patas como si fuera a salir disparado en cualquier instante. Tortugón simplemente sonrió con paciencia, seguro de que haría su mejor esfuerzo.

“¡Listos, preparados, ya!” gritó Don Vizcacha, y en un abrir y cerrar de ojos, Conejón salió corriendo como un relámpago, saltando entre las hojas y las ramas con tanta rapidez que parecía volar sobre el suelo. Don Vizcacha aplaudía y animaba a todos, mientras Tortugón comenzaba a avanzar despacio pero con paso firme, sin apresurarse ni distraerse.

Conejón estaba tan concentrado en ganar que ni siquiera miraba a su alrededor, pero cuando estaba a punto de llegar a la roca, encontró algo que llamó mucho su atención. Allí, justo al costado del camino, había una deliciosa torta de zanahoria, con un olor tan dulce que hizo que su boca se hiciera agua. Conejón se detuvo y se acercó lentamente a la torta. “¡Qué rica se ve!”, pensó emocionado. No pudo resistir la tentación y empezó a comer con muchas ganas cada bocado.

Mientras tanto, Tortugón seguía caminando tranquilo, sin prisa ni pausa, disfrutando el paseo y la compañía de sus amigos. Don Vizcacha lo miraba con cariño y sabía que, aunque Tortugón no era veloz, tenía un corazón muy valiente y una mente decidida.

Conejón, después de terminar la torta de zanahoria, se sintió tan lleno y contento que decidió recostarse bajo un árbol para descansar un poquito. “Solo un instante”, pensó, y en seguida cerró los ojos. Pero el cansancio y la comida dulce lo hicieron dormir profundamente.

Tortugón siguió caminando, y poco a poco fue acercándose a la gran roca que marcaba la meta. Aunque no corría rápidamente, su paso constante y su paciencia le permitieron avanzar sin detenerse. Por fin, llegó a la roca y levantó una de sus patas orgullosamente. Había ganado la carrera.

Don Vizcacha, que estaba esperando junto a la meta, aplaudió fuerte y exclamó: “¡Felicidades, Tortugón! Lo hiciste muy bien. Eres un gran campeón porque nunca te rendiste.” Tortugón sonrió tímidamente y dijo: “Gracias, amigos. Lo importante fue no perder la alegría de estar juntos.”

En ese momento, Conejón comenzó a despertar. Se estiró y se frotó los ojos, luego miró hacia la meta y vio a Tortugón celebrando. Su barriguita estaba tan llena que le costaba mucho moverse. “Ay, mi panza tan llena”, dijo con una risita, “creo que comí un poquito más de lo que debía.”

Don Vizcacha se acercó a Conejón y le dio un abrazo fuerte y cálido. “No te preocupes, Conejón,” dijo con paciencia y cariño. “Mañana será otro día y tendrás otra oportunidad para correr y divertirnos todos juntos. Lo importante es que estamos bien y seguimos siendo amigos.”

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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