En un pequeño y encantador pueblo, había una escuela muy especial llamada Carlot Fer School. Esta escuela no era como cualquier otra, pues no solo se enfocaba en que los estudiantes aprendieran matemáticas o ciencias, sino que también fomentaba los valores de la amistad, el compañerismo y el trabajo en equipo. Todos en el pueblo admiraban a la escuela por su espíritu comunitario y su excelencia académica.
Cada cuatro años, Carlot Fer School organizaba un evento muy esperado: la Competencia de la Amistad. Era un día en el que no solo se demostraban las habilidades deportivas y académicas de los estudiantes, sino también la fortaleza de los lazos de amistad y cooperación entre ellos. Los alumnos competían en distintos desafíos, pero siempre con el objetivo de trabajar juntos y ayudarse mutuamente.
Este año, cinco amigos muy especiales fueron elegidos para representar a su escuela en la competencia: Jhoan, Hellen, Iker, Mateo y Santiago. Ellos eran conocidos por ser inseparables y por su gran habilidad para trabajar en equipo. Desde pequeños, habían compartido miles de aventuras, risas y momentos inolvidables. Ahora, debían enfrentar el desafío más grande de sus vidas: ganar la Competencia de la Amistad.
El día del anuncio, la directora de la escuela, la Señora Márquez, reunió a todos los estudiantes en el gran auditorio. Había una emoción palpable en el aire. Los niños murmuraban entre ellos, esperando con ansias saber quiénes serían los elegidos para competir este año. La directora, con una gran sonrisa, subió al escenario y tomó el micrófono.
—Queridos estudiantes, hoy es un día muy especial —dijo la Señora Márquez con voz clara—. Como todos saben, la Competencia de la Amistad se acerca, y cinco de nuestros estudiantes tendrán el honor de representar a Carlot Fer School. Estos estudiantes no solo han demostrado ser excelentes en sus estudios, sino que también han demostrado lo que significa ser verdaderos amigos.
Los murmullos aumentaron mientras todos los estudiantes esperaban los nombres de los seleccionados.
—Este año, nuestros representantes serán… ¡Jhoan, Hellen, Iker, Mateo y Santiago!
El auditorio estalló en aplausos y gritos de alegría. Jhoan, Hellen, Iker, Mateo y Santiago se miraron emocionados, sabiendo que estaban a punto de vivir una aventura única. Subieron al escenario mientras sus compañeros aplaudían y los felicitaban.
—Estamos muy orgullosos de ustedes —dijo la directora—. Recuerden que en esta competencia lo más importante no es ganar, sino demostrar el poder de la amistad. Sabemos que lo harán increíble.
Los cinco amigos asintieron con determinación. Sabían que el reto sería grande, pero confiaban en que, trabajando juntos, podrían lograrlo.
Los días siguientes estuvieron llenos de preparación. Practicaron deportes, estudiaron temas académicos y, sobre todo, reforzaron su amistad. Cada tarde, después de la escuela, se reunían en el parque para practicar y hacer planes. Mateo, siempre imaginativo, sugería ideas divertidas y estrategias para ganar. Hellen, la más ingeniosa del grupo, encontraba formas de resolver problemas que nadie más había pensado. Jhoan, valiente y decidido, lideraba al grupo con entusiasmo, mientras Iker, con su calma habitual, mantenía a todos concentrados. Santiago, siempre dispuesto a ayudar, aseguraba que todos se sintieran apoyados.
Finalmente, llegó el día de la competencia. El sol brillaba en lo alto del cielo, y el ambiente en la escuela estaba lleno de emoción. Había globos de colores, pancartas con mensajes de apoyo y una gran multitud de estudiantes, maestros y padres esperando ver el evento.
La Competencia de la Amistad estaba dividida en varias pruebas, cada una diseñada para poner a prueba tanto la habilidad como el compañerismo de los participantes. La primera prueba era una carrera de relevos, pero no era una carrera común. Los equipos debían correr por un campo lleno de obstáculos, desde vallas hasta charcos de agua. Para ganar, los amigos debían ayudarse mutuamente a superar los obstáculos.
—¡Podemos hacerlo! —exclamó Jhoan, con la mirada fija en el campo de obstáculos.
El equipo se preparó. Mateo, quien siempre había sido rápido y ágil, fue el primero en correr. Saltó sobre las vallas con facilidad, pero cuando llegó al primer charco, resbaló. Por suerte, Iker estaba justo detrás de él y, con una mano firme, lo ayudó a levantarse.
—¡Gracias, Iker! —dijo Mateo con una sonrisa.
Siguieron corriendo, pasando el relevo a Hellen, quien con su ingenio encontró la forma más rápida de atravesar los obstáculos. Cuando fue el turno de Santiago, su energía contagiosa animó a todo el equipo a seguir adelante. Finalmente, Jhoan tomó el relevo y, con un último esfuerzo, cruzó la línea de meta.
—¡Lo logramos! —gritó Hellen mientras todos se abrazaban con emoción.
La segunda prueba era un desafío académico. Los equipos debían resolver una serie de acertijos y problemas matemáticos en el menor tiempo posible. Esta vez, fue Hellen quien tomó la delantera, utilizando su habilidad para resolver problemas de manera rápida y eficiente. Sin embargo, cuando uno de los acertijos resultó ser más complicado de lo esperado, fue Santiago quien, con su gran paciencia, encontró la solución.
—Siempre tienes las mejores ideas, Santiago —dijo Iker, impresionado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.