Había una vez en un pequeño vecindario donde todos los animales eran amigos. En este lugar vivía un gato llamado Miau, que era muy curioso y siempre quería explorar. Junto a él estaba su mejor amigo, el ratón llamado Ratico. Ratico era un ratón muy amigable y divertido. A pesar de que Miau era un gato y Ratico un ratón, siempre jugaban juntos y se cuidaban mutuamente.
Un día, mientras Ratico estaba buscando algo rico para comer, se encontró con dos amigos más: Juan y Pedro, los niños del vecindario. Juan y Pedro adoraban a Miau y Ratico, y siempre les traían golosinas y juguetes. Les gustaba jugar en la plaza con ellos y organizaban carreras y juegos con pelotas de colores. Los cuatro amigos se divertían mucho juntos, y todo era alegría.
En la misma vecindad también vivía un loro llamado Loro, que era conocido por su gran capacidad para imitar sonidos. Loro siempre hacía ruidos divertidos y les encantaba cantar. Sin embargo, a veces Loro se sentía solo porque no tenía tantos amigos como Miau y Ratico, y deseaba tener más compañía en sus travesuras.
Un día, mientras Miau y Ratico jugaban en el jardín, escucharon al Loro cantar muy fuerte. Miau, curioso como siempre, decidió ir a investigar. Ratico, que nunca quería separarse de su amigo, lo siguió de cerca. Cuando llegaron a donde estaba Loro, Miau le dijo: «¡Hola, Loro! ¿Por qué cantas tan alto hoy?» Loro respondió: «Estoy intentando hacer un nuevo canto que impresione a todos, pero me siento muy solo. A veces me gustaría tener más amigos con quienes jugar.»
Miau miró a Ratico y luego al loro. «¿Por qué no vienes a jugar con nosotros?» sugirió Miau. «Podemos hacer una gran fiesta y así tú también tendrás amigos que te escuchen cantar.» Loro se emocionó y dijo: «¡Sí! Me encantaría. Pero, ¿quién más vendrá a la fiesta?» Ratico, que siempre estaba lleno de ideas, dijo: «Podemos invitar a todos los animales del vecindario. Será una fiesta increíble.»
Así que los cuatro amigos se pusieron manos a la obra. Miau, Ratico, Juan y Pedro comenzaron a planear la fiesta. Hicieron invitaciones de papel y se las entregaron a todos los animales y amigos de los niños. Invitaron a perros, gatos, pájaros y hasta a algunos patos que vivían en un estanque cercano. Todos estaban muy emocionados por la fiesta.
Cuando llegó el día de la fiesta, Miau y Ratico habían decorado el lugar con globos de colores y serpentinas. Loro estaba nervioso, pero también muy emocionado. Quería mostrar su nuevo canto a todos. Los niños trajeron muchas golosinas, como pastelitos, galletas y frutas frescas. Fue un día lleno de risas y alegría.
A medida que la fiesta avanzaba, Loro se subió a un pequeño banquito para que todos pudieran verlo y escucharlo. Estaba un poco asustado, pero cuando miró a todos sus amigos sonriendo, pudo relajarse. Comenzó a cantar su canción nueva y todos quedaron maravillados. «¡Qué canto tan hermoso, Loro!» gritaron todos. El loro se sintió muy feliz porque finalmente tenía amigos que lo apoyaban.
Mientras la fiesta continuaba, Miau y Ratico jugaron a la pelota con los perros. Juan y Pedro corrían por el jardín, riendo y jugando. Todos compartieron risas y buenos momentos, y Loro cantó más canciones que hicieron que todos aplaudieran y se divirtieran.
De repente, ocurrió algo inesperado. Un pequeño perrito llamado Max se perdió en el jardín y comenzó a ladrar, buscando a su dueño. Miau, que siempre era muy valiente, decidió ayudar a Max. «No te preocupes, amigo. Vamos a encontrar a tu dueño», dijo Miau. Ratico, Juan y Pedro se unieron a la búsqueda.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.