Cuentos de Amistad

La Danza del Corazón Gallego

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En el rincón más animado de un pequeño pueblo marinero en Galicia, Maruxa y Xandre, dos amigos inseparables, vivían días llenos de alegría y noches de danza. Desde muy pequeños, habían aprendido a bailar las tradicionales danzas gallegas, esas que se transmiten de generación en generación como preciados tesoros.

Cada atardecer, la plaza del pueblo se transformaba en un escenario vibrante. Los adoquines de piedra brillaban bajo las últimas luces del día mientras los niños, con los rostros iluminados por la excitación, se preparaban para su actuación improvisada. Xandre, siempre vestido con su traje de fiesta que consistía en un chaleco bordado y pantalones cortos a juego, tomaba la mano de Maruxa, quien lucía un vestido de flores tan colorido como las casas que adornaban la plaza.

La música comenzaba con el sonido de la gaita, el tamboril y la pandereta. Las notas melódicas flotaban en el aire, llevando consigo el espíritu de la tierra gallega. Maruxa y Xandre, al ritmo de esta música ancestral, giraban, saltaban y zapateaban, sus pies moviéndose rápidamente sobre el suelo, dibujando patrones que solo ellos conocían.

Una tarde, mientras practicaban sus pasos junto a la fuente central de la plaza, un cartel colorido captó su atención. Anunciaba el «Gran Concurso de Baile Folklórico Gallego» que se celebraría en la plaza mayor de la ciudad vecina. El premio no era una gran suma de dinero, sino la oportunidad de bailar en la fiesta mayor del pueblo, frente a visitantes de toda la región. Sin pensarlo dos veces, Maruxa y Xandre decidieron que debían participar.

Los días previos al concurso, se dedicaron a perfeccionar cada paso y cada giro. Bajo la tutela de la abuela de Maruxa, una bailarina veterana de muchas festividades, aprendieron no solo los movimientos, sino el alma del baile, ese sentimiento profundo que convierte una danza en una historia contada con el cuerpo.

Llegó el gran día. La plaza mayor estaba abarrotada de gente, con otros niños y niñas de distintos pueblos, todos ansiosos por mostrar sus habilidades. El aire estaba impregnado de nerviosismo y emoción. Cuando llegó su turno, Maruxa y Xandre se tomaron de las manos, respiraron hondo y se lanzaron a la pista con una energía contagiosa.

Bailaron como nunca antes, cada paso en perfecta armonía con la música, cada giro un reflejo de su amistad y amor por su cultura. La multitud aplaudía al ritmo de la música, y cuando la última nota se desvaneció, un estruendoso aplauso llenó la plaza. No ganaron el primer premio, pero eso no importó. Lo que realmente valoraron fue la sonrisa compartida entre ellos y los aplausos del público, que resonaron como un cálido abrazo.

Esa noche, mientras regresaban a su pueblo con las estrellas iluminando su camino, Maruxa y Xandre entendieron que su premio era mucho mayor que cualquier trofeo: era el reconocimiento de su pueblo, el respeto por su arte y, sobre todo, la certeza de que su amistad era el verdadero ritmo que guiaba sus corazones.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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