Manuela y Mia eran inseparables. Desde el primer día de clase en la escuela primaria, se habían convertido en mejores amigas. A pesar de sus diferencias, tenían un lazo especial que las unía de manera inquebrantable. Manuela, con su larga melena rizada y su personalidad burbujeante, era la chispa del grupo. Mia, por otro lado, era más reservada, con su cabello liso y negro siempre recogido en una coleta, y una sonrisa tranquila que siempre la acompañaba.
Cada día, Manuela y Mia compartían aventuras, risas y secretos en el colorido patio de la escuela. A menudo se les podía ver jugando a la rayuela, compartiendo su almuerzo o simplemente conversando bajo el gran árbol que dominaba el centro del patio. Los demás niños las miraban con envidia, deseando tener una amistad tan fuerte como la suya.
Un día, al terminar las clases, Manuela llegó con una noticia inesperada que dejó a Mia y a sus amigas en shock. «Nos vamos a mudar», anunció Manuela con tristeza en los ojos. «Mi papá ha conseguido un nuevo trabajo en otra ciudad y tendremos que irnos al final del mes».
El mundo de Mia se vino abajo al escuchar esas palabras. No podía imaginarse la escuela sin Manuela, su mejor amiga, la persona con la que compartía todos sus momentos importantes. Pero Mia sabía que tenía que ser fuerte por ambas. Decidió que, en lugar de lamentarse, aprovecharían al máximo el tiempo que les quedaba juntas.
Las semanas siguientes fueron una mezcla de emociones para las dos amigas. Mientras se acercaba el día de la partida de Manuela, Mia y el resto de sus amigas planearon una sorpresa especial para despedirla. Querían asegurarse de que Manuela se sintiera amada y recordara su tiempo en la escuela con cariño.
El día de la fiesta de despedida llegó. El patio de la escuela estaba decorado con globos de colores y un gran cartel que decía «Adiós, Manuela». Todos los amigos de la clase habían contribuido con algo para la fiesta. Había comida, música y juegos, y sobre todo, mucho amor y buenos deseos.
Manuela llegó al patio sin saber lo que la esperaba. Al ver la decoración y a todos sus amigos reunidos, se quedó sin palabras. Mia se acercó a ella con una gran sonrisa y un abrazo cálido. «Todo esto es para ti», dijo Mia. «Queremos que sepas cuánto te queremos y que nunca te olvidaremos».
La fiesta fue un éxito. Todos se divirtieron muchísimo y, aunque hubo lágrimas de despedida, el ambiente estuvo lleno de alegría y esperanza. Manuela agradeció a todos por la sorpresa y prometió mantenerse en contacto. «Esta no es una despedida», dijo con determinación. «Es solo un hasta luego. Siempre estaremos juntas en nuestros corazones».
Después de la fiesta, Manuela y Mia se sentaron bajo el gran árbol por última vez. Hablaron de sus recuerdos favoritos y de los planes para el futuro. «Te voy a extrañar mucho, Mia», dijo Manuela con los ojos llenos de lágrimas. «Pero sé que nuestra amistad es fuerte y que nada nos podrá separar».
Mia sonrió y asintió. «Yo también te voy a extrañar, Manuela. Pero sé que esta no es el final. Siempre estaremos en contacto y, quién sabe, tal vez nuestras familias puedan visitarse algún día».
Con ese pensamiento positivo, las dos amigas se despidieron. Los días pasaron y Manuela finalmente se mudó a su nueva ciudad. Aunque la distancia física era grande, su amistad permaneció intacta. Se escribían cartas, se llamaban por teléfono y, con el tiempo, incluso comenzaron a enviarse correos electrónicos y mensajes de texto.
Manuela se adaptó bien a su nueva vida y, aunque hizo nuevos amigos, siempre había un lugar especial en su corazón para Mia y sus viejos compañeros de clase. Mia, por su parte, también encontró la forma de seguir adelante. Aunque echaba de menos a Manuela, sabía que su amistad era especial y que siempre estarían conectadas.
La historia de Manuela y Mia es un recordatorio de que la verdadera amistad no tiene barreras. No importa la distancia o el tiempo, los verdaderos amigos siempre encuentran la manera de mantenerse cerca. Y así, con cada carta, cada llamada y cada mensaje, Manuela y Mia demostraron que la amistad verdadera es para siempre.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.