Cuentos de Amistad

La Gran Aventura de Tortuguita

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en una cálida mañana de verano, una pequeña tortuga que acababa de nacer. Su caparazón era del tamaño de una moneda y sus ojos brillaban con curiosidad. Su nombre era Tortuguita. Desde el primer momento, Tortuguita sintió una gran emoción por explorar el mundo que la rodeaba.

Tortuguita sabía que debía encontrar el camino hacia el mar, donde podría nadar libremente y crecer fuerte. Sin embargo, al salir del nido, se sintió confundida por la gran cantidad de caminos que se extendían frente a ella. Decidió seguir un sendero que parecía seguro, pero sin darse cuenta, se alejó del mar y se adentró en el bosque cercano.

Mientras avanzaba, Tortuguita se encontró con un grupo de aves que estaban reunidas en un congreso. Eran grandes y coloridas, pero también parecían muy hambrientas. Tortuguita, sintiendo el peligro, se escondió rápidamente detrás de unas hojas. Las aves discutían sobre qué comerían ese día y uno de ellos sugirió buscar una deliciosa tortuga para el almuerzo.

Tortuguita, temblando de miedo, decidió continuar su camino sin ser vista. Mientras se alejaba del congreso, escuchó un ruido detrás de ella. Era un gato, un animal ágil y rápido que había notado su presencia. Tortuguita se apresuró lo más que pudo, intentando escapar del gato que se movía con sigilo entre los arbustos.

En medio de su huida, Tortuguita se encontró con dos niñas que jugaban en la playa. Alai y Nahia eran inseparables y siempre estaban buscando nuevas aventuras. Cuando vieron a la pequeña tortuga, corrieron hacia ella y la recogieron con cuidado.

—¡Mira, Nahia! ¡Es una tortuguita! —exclamó Alai, sosteniéndola con delicadeza.
—¡Qué linda es! —respondió Nahia—. Pero parece perdida.

Tortuguita levantó su cabecita y miró a las niñas con ojos llenos de esperanza. Alai y Nahia comprendieron de inmediato que debían ayudarla a encontrar el camino hacia el mar. Juntas, comenzaron a caminar hacia la orilla, protegiendo a Tortuguita de cualquier peligro.

En el camino, se encontraron nuevamente con el gato que había seguido a Tortuguita. Sin embargo, las niñas no se dejaron intimidar. Con valentía, espantaron al gato, asegurándose de que no pudiera hacerle daño a su nueva amiga.

Finalmente, llegaron a la playa. El sonido de las olas y el olor a sal hicieron que Tortuguita supiera que estaba cerca de su hogar. Las niñas la colocaron en la arena y la animaron a seguir adelante.

—Vamos, Tortuguita, ¡tú puedes! —dijo Alai con una gran sonrisa.
—El mar te espera —agregó Nahia, aplaudiendo con entusiasmo.

Con renovada energía, Tortuguita avanzó por la arena, dejando pequeñas huellas tras de sí. Al llegar a la orilla, una ola suave la abrazó y la llevó al agua. Tortuguita sintió la frescura del mar y supo que estaba en el lugar correcto.

Desde la orilla, Alai y Nahia observaron cómo Tortuguita se adentraba en el océano, nadando con alegría. Sabían que habían hecho una gran amistad y que siempre recordarían ese día.

Las niñas se sentaron en la arena, viendo cómo el sol comenzaba a ponerse. Habían vivido una aventura increíble y se sentían muy felices por haber ayudado a Tortuguita.

—Hicimos algo muy bueno hoy —dijo Nahia, tomando la mano de Alai.
—Sí, la amistad es lo más importante —respondió Alai, sonriendo.

Y así, Tortuguita nadó felizmente en el mar, mientras Alai y Nahia regresaban a casa, sabiendo que siempre serían amigas y que, a veces, las mejores aventuras ocurren cuando menos te lo esperas.

Fin

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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