Cuentos de Amistad

La Noche Brillante del Lobo Perdido

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un bosque muy hermoso y lleno de colores vividos, vivía un lobo llamado Lobo. A Lobo le encantaba correr entre los árboles, jugar con las flores y observar cómo los pájaros volaban por el cielo. Sin embargo, a pesar de tener un bosque tan hermoso, Lobo a menudo se sentía solo. Aunque era un lobo grande y fuerte, no tenía amigos con quienes jugar.

Un día, mientras Lobo exploraba un lugar nuevo del bosque, se encontró con un pequeño ciervo llamado Cojeno. Cojeno era un ciervo un poco diferente, ya que tenía una patita coja, lo que hacía que saltara de manera graciosa. A Lobo le llamó la atención cómo Cojeno se movía, así que decidió acercarse.

—¡Hola! —dijo Lobo con una sonrisa—. ¿Qué estás haciendo?

Cojeno, que estaba intentando alcanzar una hoja jugosa en una rama baja, miró a Lobo y respondió tímidamente:

—Hola, soy Cojeno. Estoy intentando comer esa hoja, pero no logro saltar tan alto como quisiera.

Lobo observó un momento y luego dijo:

—No te preocupes, yo puedo ayudarte. ¡Eres muy rápido saltando!

Cojeno sonrió y juntos idearon un plan. Lobo se puso de pie junto al árbol y Cojeno saltó sobre su espalda. Con un gran salto, pudo alcanzar la hoja que tanto deseaba. Cuando lo consiguió, Cojeno gritó de alegría.

—¡Lo logré! ¡Gracias, Lobo! Eres un gran amigo.

Desde ese día, Lobo y Cojeno se volvieron inseparables. Pasaban juntos sus días explorando el bosque, jugando a las escondidas y corriendo entre las flores. Se reían juntos cuando Cojeno pronunciaba algunas palabras graciosas y disfrutaban de la brisa suave que corría entre los árboles.

Un día, mientras jugaban, se encontraron con un pequeño arroyo creado por la lluvia. El agua brillaba bajo el sol y, justo en ese momento, apareció una ardilla llamada Chispa. Chispa tenía un cabello esponjoso y unas patitas rápidas. Al ver a Lobo y a Cojeno, se acercó y preguntó:

—¿Puedo unirme a ustedes? Me gustaría jugar.

Lobo y Cojeno miraron a Chispa y, al ver su sonrisa, le dijeron:

—¡Claro que sí! ¡Cuantos más seamos, mejor!

Así que los tres empezaron a jugar juntos. Corrieron a lo largo del arroyo, hicieron pequeñas competencias sobre quién podía saltar más lejos y se tiraron al agua para refrescarse en un día caluroso. Chispa, que era muy ágil, les enseñó cómo saltar de una piedra a otra sin mojarse las patitas.

Mientras jugaban, Lobo tuvo una idea brillante. Pensó que podían hacer una fiesta para celebrar su amistad. Cojeno y Chispa se emocionaron mucho con la idea. La fiesta sería el evento más especial en el bosque.

Trabajaron juntos para preparar todo. Cojeno se encargó de recoger las frutas más jugosas, como fresas y frambuesas, mientras que Chispa buscaba nueces y semillas. Lobo, siendo el más fuerte, ayudó a traer algunas ramas grandes para hacer mesas donde todos pudieran sentarse. Pronto, el claro en el bosque se llenó de risas, dulces aromas y música divertida. Cualquier animal del bosque estaba invitado a la fiesta.

El día de la fiesta, todo estaba listo. Había frutas, nueces, juegos y hasta una gran manta donde los amigos podían sentarse a disfrutar. Cuando todos los animales llegaron, se sintieron felices y comenzaron a bailar y reír. Lobo, Cojeno y Chispa estaban tan contentos de ver a todos sus nuevos amigos que bailaron y saltaron junto a ellos.

Pero entonces, justo cuando la fiesta estaba en su momento más divertido, se escuchó un ruido extraño. Todos los animales se detuvieron y miraron asustados hacia el bosque. Un viento fuerte comenzó a soplar y las hojas de los árboles crujían. Del otro lado del claro, apareció un gran oso llamado Bruto. Era muchas veces más grande que Lobo y, a primera vista, parecía muy amenazante.

Todos los animales se quedaron quietos y temerosos, pero Lobo miró a sus amigos y decidió que no podían dejar que el miedo arruinara el día. Se acercó al oso y, con una voz fuerte pero amable, le preguntó:

—¿Hola, amigo oso! ¿Por qué estás aquí?

Bruto miró sorprendido al lobo pequeño que se le acercaba. Él, que siempre había estado solo y se sentía triste, respondió:

—Vine porque escuché ruidos y pensé que podía haber algo de comer. Siempre me quedo solo en el bosque y, a veces, me siento tan triste.

Lobo, Cojeno y Chispa se miraron y entendieron que Bruto también necesitaba amigos. Así que, Lobo dijo:

—¡Estás más que bienvenido a nuestra fiesta! Aquí hay mucha comida y, además, puedes jugar con nosotros.

Bruto no podía creerlo. Nadie había sido tan amable con él antes. Con un ligero miedo en sus pasos, se acercó un poco más.

—¿Puedo? —preguntó tímidamente.

—¡Claro que sí! —intervino Cojeno, saltando emocionado—. Cuantos más seamos, más divertido será.

Bruto sonrió tímidamente y, poco a poco, se unió a la fiesta. Con el tiempo, se fue integrando hasta que todos estaban saltando, bailando y riendo juntos.

Al final del día, mientras se sentaban en la manta, el sol comenzaba a caer, y los colores del cielo se volvían naranjas, rosas y morados. Todos se sintieron felices y agradecidos por la amistad que habían encontrado.

Lobo, que miraba a su alrededor, sonrió. Había aprendido que no solo podía hacer amigos, sino que podía hacer que otros también se sintieran parte de algo especial. El bosque ya no era un lugar solitario para él. Ahora estaba lleno de risas y compañía.

Así, Lobo, Cojeno, Chispa y Bruto se convirtieron en amigos inseparables, y desde ese día, nunca más se sintieron solos. Entendieron que la amistad es un regalo maravilloso y que siempre hay espacio para más amigos en el corazón. Y así, vivieron felices en su mágico bosque, donde la amistad brillaba más que cualquier estrella en la noche.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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