En un pequeño pueblo conocido por sus coloridas casas y calles empedradas, vivían dos niñas que eran inseparables. Sara, con su cabello rubio y ojos brillantes, era conocida por su alegría y entusiasmo. Lucia, con rizos castaños y una sonrisa contagiosa, era admirada por su honestidad y carácter reflexivo. Desde que se conocieron en el parque un soleado día de primavera, no había día en que no compartieran juntas, juegos, secretos y risas.
Un sábado por la mañana, decidieron que sería divertido salir de compras juntas. Con sus alcancías recién llenas de las monedas ahorradas durante meses, se dirigieron al centro comercial del pueblo, un lugar lleno de tiendas de colores, cafeterías acogedoras y un pequeño carrusel que giraba al ritmo de una alegre melodía.
Después de visitar varias tiendas y probarse innumerables accesorios y vestidos, Sara se encontró con un vestido azul que le llamó la atención. Era un bonito vestido con volantes y un cinturón de satén que brillaba bajo la luz de la tienda. Con emoción, se lo probó y se miró en el espejo grande del probador.
— Lucia, ¿qué te parece? ¿No es hermoso? — preguntó Sara, girando para ver el vestido desde todos los ángulos.
Lucia, que había estado mirando unos sombreros en el otro lado de la tienda, se acercó para ver a Sara. Observó detenidamente a su amiga y, aunque quería apoyar el entusiasmo de Sara, su sinceridad era más fuerte.
— Sara, eres siempre tan bonita, pero creo que ese vestido no es el mejor para ti. No resalta tu hermoso cabello como otros que has probado. ¿Qué tal si buscas otro modelo? — sugirió Lucia con cuidado.
Las palabras de Lucia cayeron sobre Sara como un jarro de agua fría. No estaba preparada para un comentario así, y aunque sabía que Lucia siempre había sido honesta, en ese momento, la sinceridad se sintió más como una crítica. Con los ojos llenos de lágrimas, Sara se quitó el vestido y salió de la tienda sin decir palabra.
Lucia se quedó atrás, confundida y triste, preguntándose si había hecho bien en decir la verdad.
Al llegar a casa, Sara no pudo contener las lágrimas frente a su madre, quien la escuchó atentamente y luego, con una sonrisa comprensiva, le dijo:
— Sara, Lucia te quiere mucho y siempre ha sido honesta contigo. La verdad a veces puede doler, pero es parte de una amistad verdadera. No debes sentirte mal por eso; ella solo quiere lo mejor para ti.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.