Martina y Lia eran dos mejores amigas que vivían en un pequeño pueblo junto a la playa. Cada día después de la escuela, corrían juntas hacia la orilla del mar, donde el cielo se juntaba con el agua en un hermoso abrazo de colores. A Martina siempre le había encantado el mar y sus misterios, pero había algo que la preocupaba: temía nadar en las profundas aguas azules. A pesar de que Lia nadaba como un pez, Martina sentía un nudo en el estómago cada vez que pensaba en alejarse de la arena.
Un día, mientras jugaban en la playa, Lia se zambulló en el agua. «¡Ven, Martina! ¡Es increíble!», gritó Lia con una sonrisa radiante. Pero Martina simplemente se quedó en la orilla, mirando las olas romperse y envidiando la valentía de su amiga. «No puedo, Lia. Tengo miedo», respondió, mirando al horizonte con tristeza.
Lia comprendió la situación y, para animar a su amiga, le propuso una idea. «Podemos jugar con los peces en la orilla, pero quizás si ves lo divertido que es nadar, te atrevas a intentarlo. ¿Qué te parece si hacemos un pequeño juego? Yo nadaré un poco más afuera, y te prometo que no me alejaré demasiado. Te avisaré cuando esté lista para que vengas a jugar conmigo.»
Martina dudó, pero la idea de jugar con Lia la entusiasmaba. «Está bien, pero solo un poco», dijo con un hilo de voz. Lia se adentró en el agua, y Martina la observó desde la arena. Pronto, Lia emergió con una alegría contagiosa. «¡Mira, hay un montón de peces de colores! ¡Son preciosos!» grito entre risas. Martina intentó convencerse de que podía hacerlo, pero su miedo la mantenía amarrada al suelo.
Mientras Lia nadaba, empezó a notar algo extraño en el agua. Una helecha apareció surgiendo de una ola, convirtiéndose en un torbellino de burbujas y espumas. Era una tortuga mágica llamada Tula, que curiosamente había llegado nadando desde el fondo del mar. Tula, con su caparazón decorado de estrellas brillantes, salió del agua y miró a las dos amigas con amabilidad. «¿Por qué estás tan triste, pequeña?» preguntó Tula a Martina, que observaba sorprendida.
Martina, atónita, confesó su miedo a nadar y cómo eso la alejaba de compartir momentos divertidos con su amiga. «El mar me parece tan enorme y misterioso», admitió. Tula, con una sonrisa sabia, se sentó en la arena junto a Martina. «El mar también es un lugar lleno de maravillas, cosas hermosas que a veces debemos descubrir por nosotros mismos. ¿Alguna vez has imaginado ser parte de una aventura en el océano?»
Martina pensó por un momento. La idea de ser parte de un mundo lleno de tesoros y criaturas fascinantes llenó su mente de colores. «No, nunca he pensado en eso», respondió. Tula decidió que era hora de mostrarle a la niña lo que podía encontrar en las aguas. «Si me prometes que intentarás ser valiente, te llevaré a una mini aventura por el océano», dijo Tula con voz dulce.
Martina miró a Lia, quien asintió animándola a seguir a Tula. «Está bien, lo intentaré, pero solo si estás conmigo», dijo Martina con un susurro. «¡Yo estaré contigo todo el tiempo!», exclamó Lia, llena de emoción. Con las dos amigas a su lado, Tula se sumergió, y las niñas sintieron una mezcla de adrenalina y nerviosismo mientras se adentraban en el agua.
La tortuga llevó a las niñas a un mundo hermoso. Las burbujas danzaban alrededor de ellas mientras buceaban en las aguas claras. Cuanto más se adentraban, más se maravillaban con los colores vibrantes de los corales y los bancos de peces que nadaban en armonía. Era un espectáculo digno de un cuento de hadas. Martina comenzó a relajarse, olvidando su miedo. Tula le enseñó a respirar profundamente y a disfrutar de cada momento en el agua. «Si te sientes nerviosa, sólo piensa en todas las maravillas que hay más allá de tus temores», sugería Tula mientras nadaban.
Poco a poco, Martina fue comenzando a reir y a jugar. Saltaba sobre las olas y jugaba con los peces que nadaban a su alrededor. Las risas de Lia y Martina se mezclaron con el sonido del oleaje, creando una melodía de amistad y valentía. En un instante, el miedo de Martina se evaporó como la bruma del mar.
Al final de su aventura, Martina miró a Tula con gratitud. «¡Gracias por ayudarme a vencer mi miedo! Nunca olvidaré este día», dijo, con una sonrisa que iluminaba su rostro. Tula sonrió y se preparó para decir adiós. «Recuerda, querida, que el miedo puede ser un gran monstruo, pero dentro de ti tienes la fuerza para enfrentarlo. Siempre que tengas amigos a tu lado, podrás descubrir cosas maravillosas», le aconsejó antes de desaparecer en el agua.
Martina y Lia regresaron a la arena, llenas de alegría y recuerdos. «¡Hicimos algo increíble hoy!», exclamó Lia mientras se secaban al sol. Martina sonrió, sintiéndose más valiente que nunca. «¿Quieres volver a nadar mañana?», preguntó Lia. «¡Por supuesto!», respondió Martina con entusiasmo, sintiendo que una nueva aventura las esperaba.
Desde aquel día, Martina nunca volvió a sentir miedo del mar. Cada vez que corría hacia el agua, recordaba las enseñanzas de Tula y la amistad sincera que la unía a Lia. Comprendió que con valentía y buenos amigos, no se necesitaba temer al océano ni a ningún reto en la vida.
Así, Martina y Lia siguieron explorando juntas, disfrutando de sus días llenos de risas y aventuras, recordando siempre que la verdadera amistad tiene el poder de calmar los miedos más profundos. Y así, el mar, que una vez le había aterrado, se convirtió en su lugar favorito, lleno de risas, alegría y las promesas de un mañana aún mejor.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.