Había una vez, en el colorido mundo de Geometría, tres ángulos muy especiales que vivían en un bonito pueblo llamado Ángulopolis. Cada uno de ellos tenía una forma única y un carácter diferente: Angulo Agudo, Angulo Recto y Angulo Obtuso. Aunque eran bastante distintos entre sí, compartían una gran amistad que los unía como un triángulo bien hecho.
Angulo Agudo era pequeño y puntiagudo. Siempre estaba lleno de energía y hacía reír a sus amigos con sus travesuras. Le encantaba jugar a las escondidas y era un experto en encontrar los mejores lugares. Angulo Recto, por su parte, era más bien cuadrado y serio, pero también muy sabio. Le gustaba contar historias y dar consejos a sus amigos, ayudándolos a resolver cualquier problema. Angulo Obtuso era un poco más grande y tenía una forma más amplia. Era tranquilo y soñador, pasaba horas observando las nubes y pensando en aventuras lejanas.
Un día, mientras jugaban en el parque de Ángulopolis, Angulo Agudo sugirió: «¡Oigan, amigos! ¿Y si exploramos el Bosque de las Figuras? He oído que hay un tesoro escondido allí.»
Angulo Recto, con su característico tono serio, respondió: «Explorar el bosque suena interesante, pero debemos asegurarnos de estar preparados y tener cuidado. No sabemos qué nos encontraremos.»
«¡Vamos, Angulo Recto! A veces hay que ser valiente y aventurarse un poco,» dijo Angulo Obtuso, intentando animar a su amigo.
Finalmente, tras un pequeño debate, los tres amigos decidieron que sería mejor ir juntos a buscar el tesoro. Con sus corazones llenos de emoción y un mapa que Angulo Agudo había dibujado en su cuaderno, se pusieron en marcha. El camino hacia el Bosque de las Figuras era largo y lleno de sorpresas. Mientras caminaban, Angulo Agudo iba contando anécdotas divertidas de sus experiencias pasadas.
«Una vez me escondí tanto que terminé detrás de una figura 3D gigante que parecía un cubo. ¡No podían encontrarme en toda una semana!» contaba Angulo Agudo, riendo a carcajadas.
«Me alegra que te diviertas, pero siempre hay que tener cuidado al jugar,» recordó Angulo Recto. «A veces las cosas no son lo que parecen, y la seguridad es importante.»
Después de un buen rato de caminar y charlar, llegaron a la entrada del Bosque de las Figuras. Los árboles eran altos y tenían formas extrañas: algunos parecían triángulos, otros círculos y algunos incluso cuadriláteros. Sin embargo, lo que más les llamó la atención fue un gran letrero que decía: «Bienvenidos al Bosque de las Figuras. Aquí se esconden aventuras infinitas, pero sólo aquellos que tienen valor podrán encontrar el tesoro.»
«Esto se pone emocionante,» exclamó Angulo Agudo, mientras sus puntas se iluminaban de alegría. «¡Busquemos ese tesoro!»
«Recuerda, amigos, que debemos estar juntos y cuidarnos. No sabemos qué obstáculos podemos encontrar,» volvió a avisar Angulo Recto.
Mientras avanzaban por el bosque, se enfrentaron a su primera prueba. Un camino se dividía en dos, y en uno de los senderos estaba una figura misteriosa que les bloqueaba el paso. Era un triángulo grande y parecía un poco enfadado.
«¡Alto! Para pasar, debéis resolver un acertijo,» dijo el triángulo con voz profunda. «¿Cuál es el ángulo de un triángulo equilátero?»
Angulo Agudo se acercó, emocionado. «¡Yo lo sé! Cada uno de sus ángulos mide 60 grados.»
«Correcto,» respondió el triángulo, sonriendo. «Podéis continuar, pero recordad: la sabiduría está en la unión de los saberes.»
El triángulo les dejó pasar, y los amigos siguieron su camino. Después de caminar un poco más, llegaron a un amplio claro donde vieron a una figura muy peculiar. Era un cuadrado que parecía triste.
«¿Qué te pasa, amigo cuadrado?» preguntó Angulo Obtuso con su voz suave.
«Estoy triste porque nadie quiere jugar conmigo,» respondió el cuadrado. «Siempre me dicen que soy demasiado cuadrado para sus juegos. No puedo rodar como un círculo ni ser puntiagudo como un triángulo.»
Angulo Agudo, que siempre tenía una idea divertida, le dijo: «¡Pero tú eres especial! Puedes ser un gran amigo y jugar a otros juegos. ¿Te gustaría unirte a nosotros en nuestra búsqueda del tesoro?»
El cuadrado iluminó su rostro. «¿De verdad me dejarían unirme? ¡Eso sería maravilloso!»
«¡Claro! Cuantos más seamos, más divertido será,» dijo Angulo Recto con un tono de aprobación.
Así, el cuadrado se unió a la aventura y se convirtió en el cuarto miembro del grupo. Continuaron caminando juntos, y Angulo Agudo decidió poner a prueba la agilidad del grupo. «¡Hagamos una carrera hasta el próximo árbol!» gritó.
Todos aceptaron, y juntos corrieron hacia el árbol más alto que podían ver. Era un gran pino que parecía tocar el cielo. Angulo Agudo ganó, mientras que Angulo Recto llegó en segundo lugar, seguido por el cuadrado y Angulo Obtuso, que siempre prefería disfrutar del paisaje a correr.
Llegaron al pie del árbol y, asombrados, encontraron un viejo cofre de madera cubierto de musgo. «¡El tesoro!» gritaron al unísono. Pero de repente, el cofre se abrió con un chirrido, y dentro encontraron un montón de figuras de papel, cada una con una forma diferente, y un pergamino enrollado.
Angulo Recto tomó el pergamino y lo leyó en voz alta: «El verdadero tesoro no es el oro ni las joyas, sino la amistad y la aventura compartida. Cada figura representa una historia, un momento especial vivido en unión con los amigos.»
«¡Es cierto!» exclamó el cuadrado. «Sin cada uno de ustedes, esta aventura no hubiera sido igual de emocionante. El mejor tesoro es haber compartido todo esto juntos.»
Angulo Obtuso, con su mirada soñadora, sonrió y dijo: «Y además, hemos hecho un nuevo amigo en el camino.»
El grupo decidió llevarse el pergamino y las figuras de papel como recuerdo de su gran aventura. Caminaron de regreso hacia Ángulopolis, riendo y recordando los momentos divertidos y desafiantes que habían vivido. Desde ese día, Angulo Agudo, Angulo Recto, Angulo Obtuso y el cuadrado se convirtieron en amigos inseparables.
Con el tiempo, organizaban exploraciones y juegos juntos, donde aprendían no solo sobre las formas y los ángulos, sino también sobre la importancia de la amistad, la unidad y el apoyo mutuo. Aprendieron que cada uno tenía diferentes habilidades y que juntos formaban un equipo increíble.
La historia de los ángulos aventureros y su encuentro con el cuadrado pronto se hizo famosa en el pueblo. Todos en Ángulopolis se inspiraron en su amistad y en cómo habían enfrentado los retos del bosque con valentía y sabiduría.
Así, los cuatro amigos continuaron explorando y viviendo aventuras, siempre recordando que lo más valioso no era lo que encontraban en sus exploraciones, sino el tiempo que pasaban juntos y las risas que compartían. Al final, comprendieron que la amistad es el tesoro más grande que se puede tener en la vida.
Y así, en el colorido mundo de Geometría, los ángulos y el cuadrado demostraron que, sin importar cuán diferentes sean, la verdadera unión se forma con cariño, respeto y, sobre todo, mucha diversión.




Oye francisco falta dibujos
Listo, perdona, me equivoqué al poner la imagen.