Cuentos de Amistad

Yaya y la luz que venció la oscuridad

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Yaya era una pequeña luciérnaga que vivía en un hermoso bosque lleno de flores de todos los colores. Cada noche, Yaya iluminaba su camino con su luz brillante para buscar a sus amigas, Lily y Tali. Lily era una tierna mariposa que danzaba entre las flores, mientras que Tali era un travieso sapo que siempre saltaba de un lado a otro, haciendo reír a todos con sus ocurrencias.

Un día, mientras Yaya exploraba el bosque, escuchó a Tali gritar. Alarmada, voló rápidamente hacia la fuente del sonido. Cuando llegó, encontró a Tali atrapado en un pequeño charco de barro. “¡Ayuda! No puedo salir de aquí”, clamaba Tali, moviendo sus patas desesperadamente.

Yaya iluminó el lugar con su luz brillante. “No te preocupes, Tali, te ayudaré”, dijo con voz dulce. Sin embargo, Yaya se dio cuenta de que el barro era muy pegajoso y no podía hacer mucho sola. En ese momento, apareció Lily volando alegremente. “¿Qué ocurre?”, preguntó al ver a Tali atrapado.

“Tali necesita ayuda. Está atascado en el barro”, explicó Yaya. “¡Vamos a ayudarlo juntas!”, sugirió Lily. Las tres amigas unieron fuerzas; Yaya iluminó el barro para que Lily pudiera ver mejor y encontrar algo para ayudar a Tali. Lily comenzó a revolotear alrededor del charco, buscando ramas o piedras para hacer una rampa que ayudara a Tali a salir.

Después de unos minutos, Lily encontró una hoja grande que podría servir como una plataforma. Con mucho cuidado, la mariposa la colocó cerca de Tali. “Súbete a la hoja, Tali”, le dijo. Tali, con un salto lleno de esperanza, se posó sobre la hoja. Yaya brilló aún más para que Tali no tuviera miedo y pudiera ver el camino.

Cuando Tali estaba en la hoja, las dos amigas la impulsaron con sus alas. La hoja empezó a deslizarse sobre el barro, y poco a poco Tali logró salir. “¡Hurra! ¡Estoy libre!”, exclamó Tali, saltando de alegría. Yaya y Lily lo rodearon, felices por haberlo ayudado.

Los tres amigos decidieron celebrar su aventura juntos y se dirigieron a su lugar favorito del bosque, un hermoso claro rodeado de grandes árboles. Allí, se sentaron a descansar y compartir historias. Tali, emocionado, empezó a contarles sobre su día en el estanque. “Hoy vi una rana que saltaba más alto que yo. ¡Era increíble!”, decía mientras hacía saltos y movimientos divertidos.

Yaya y Lily reían con cada salto que hacía Tali. Pero, de repente, las risas se apagaron cuando sintieron un extraño aire. Miraron hacia el cielo y vieron que las nubes negras se estaban acumulando. “Parece que se avecina una tormenta”, dijo Yaya con preocupación. “Sí, deberíamos volver a casa antes de que comience a llover”, sugirió Lily.

Pero justo en ese momento, de entre los árboles, apareció un nuevo personaje. Era un búho sabio llamado Don Sabio. “¡Hola, pequeños amigos!”, saludó con una voz profunda. “¿Por qué tienen esa cara de preocupación?”

“Hay una tormenta a punto de llegar”, explicó Yaya. “Nos gustaría regresar a casa antes de que empiece a llover”. Don Sabio miró al cielo y asintió. “Es una buena idea. Pero no hay por qué asustarse. Si trabajan juntos, podrán llegar a casa a salvo y secos”, dijo con certeza.

“¿Cómo podemos hacerlo?”, preguntó Lily, un poco nerviosa. “Si seguimos mi luz y la sabiduría de Don Sabio, encontraremos el camino correcto”, propuso Yaya. “Aquí es donde entra la amistad”, agregó Don Sabio. “Si todos se ayudan mutuamente, siempre encontrarán una solución”.

Las tres amigas estaban emocionadas de tener a Don Sabio de su lado. Yaya empezó a brillar, iluminando el camino. Don Sabio voló adelante, guiando a sus amigos a través del bosque. Tali saltaba de alegría, disfrutando de la aventura. “¡Esto es divertido!”, gritó mientras seguía la luz de Yaya.

Sin embargo, el viento empezó a soplar más fuerte, y la lluvia comenzó a caer. “Rápido, más rápido!”, gritó Lily, tratando de mantenerse con sus alas secas. Don Sabio, viéndolos un poco asustados, dijo: “Recuerden que siempre pueden contar el uno con el otro. Vengan, sigan mis instrucciones”.

“Aquí, debajo de este gran árbol, podemos refugiarnos de la lluvia”, señaló Don Sabio al encontrar un lugar seguro. Todos se acomodaron rápidamente. “¿Qué haremos ahora?”, preguntó Tali, preocupado.

“No se preocupen. Esto es solo una pequeña lluvia”, respondió Don Sabio. “Algunas veces, los desafíos nos hacen más fuertes. Recuerden cuando ayudaron a Tali a salir del barro. Todo se soluciona con la amistad”, afirmó el búho, sonriendo.

Las tres amigas se miraron y comenzaron a recordar lo que habían pasado juntas. “Tienes razón, Don Sabio”, dijo Yaya. “Juntas somos más fuertes”. “Así es”, dijo Lily, emocionada. “Siempre estaremos ahí unas para las otras”. “Pero, ¡siempre hay que estar atentos!”, añadió Tali con seriedad, provocando risas entre todos.

Mientras esperaban que pasara la lluvia, Don Sabio les contó historias sobre aquel bosque, sobre cómo las tormentas a veces eran necesarias para que las plantes y los árboles crecieran sanos y fuertes. “Cada vez que hay lluvia, vuelvo a ver cómo la naturaleza florece nuevamente”, explicó con sabiduría.

A medida que Don Sabio contaba las historias, la lluvia empezó a ceder y el sol volvió a brillar. “Miren, el arcoíris está apareciendo”, exclamó Lily con alegría. “Es hermoso”, dijo Tali, maravillado. “Nunca lo había visto así de cerca”. Yaya, emocionada, iluminó el arcoíris con su luz.

“Es un momento especial”, dijo Don Sabio. “La amistad es como un arcoíris: hermosos colores que se unen para formar algo mágico”. Las tres amigas sonrieron, sintiendo en sus corazones la fuerza de la amistad que las unía.

Finalmente, la lluvia se detuvo, y el sol brilló con más fuerza. “Es hora de que volvamos a casa”, dijo Yaya con entusiasmo. Don Sabio se despidió con un sabio consejo: “Recuerden siempre que, pase lo que pase, la amistad es lo más importante. Cuiden de sus lazos y nunca olviden ayudar a otros”.

Las tres amigas agradecieron a Don Sabio por su ayuda y sabiduría. Con la luz de Yaya guiando el camino, volvieron a su hogar en el corazón del bosque. Mientras volaban y saltaban felices, Tali pensó en cómo la amistad siempre podía hacer que las cosas difíciles fueran más fáciles. “Me siento afortunado de tenerlas como amigas”, dijo al final, sorprendiendo a Yaya y Lily.

“Nosotros también sentimos lo mismo”, respondieron las dos al unísono. “Juntas podemos enfrentar cualquier tormenta”. Cuando llegaron finalmente a su hogar, se despidieron entre risas y promesas de aventuras futuras.

Aquella noche, mientras la luna iluminaba el cielo estrellado, Yaya se posó en una hoja. “Hoy aprendí que la verdadera luz no solo brilla, también brilla desde nuestros corazones cuando estamos juntos. La amistad es el tesoro más hermoso que podemos tener”, pensó Yaya mientras cerraba sus ojitos.

Yaya se durmió con una sonrisa, soñando con nuevas aventuras junto a sus amigas. Habían superado juntas un desafío y habían comprendido que con amor y apoyo, siempre hay una luz que puede vencer la oscuridad. Así, entre luces y risas, pasaron una noche mágica, llenas de sueños de amistad que las acompañarían por siempre.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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