Ar y Ra estaban emocionados. Después de meses de búsqueda, finalmente habían encontrado el departamento perfecto para vivir juntos. Hoy era el gran día de la mudanza y ambos estaban llenos de energía y entusiasmo. La sala estaba llena de cajas y muebles desarmados, pero el caos no importaba porque estaban comenzando una nueva etapa juntos.
—¡No puedo creer que finalmente estemos aquí! —exclamó Ar, mientras abría una caja llena de libros.
—Sí, es increíble —respondió Ra, sonriendo—. Este lugar es perfecto para nosotros. No puedo esperar a verlo todo ordenado.
Ambos se pusieron manos a la obra. Mientras organizaban las cajas, discutían sobre qué cenarían esa noche.
—¿Qué te parece si pedimos sushi para celebrar? —sugirió Ra, mientras sacaba unos platos de una caja.
—Me parece perfecto. No he comido sushi en mucho tiempo —dijo Ar, colocando los libros en la estantería—. Además, será un buen descanso después de todo este trabajo.
El día era caluroso y el trabajo de la mudanza hacía que ambos sudaran.
—¡Qué calor hace hoy! —dijo Ra, secándose la frente—. Deberíamos haber traído un ventilador.
—Sí, definitivamente —respondió Ar—. Pero al menos tenemos aire acondicionado. Será lo primero que encenderé cuando terminemos de mover estas cajas.
Mientras seguían desempacando, comenzaron a hablar sobre cómo se organizarían con las tareas del hogar.
—Podríamos hacer un calendario para repartir las tareas —sugirió Ra—. Así sabremos quién debe lavar los platos, barrer o sacar la basura.
—Buena idea —dijo Ar—. Yo no tengo problema en lavar los platos, pero no soy muy bueno barriendo. ¿Qué tal si tú te encargas de eso?
—Trato hecho —respondió Ra, riendo—. Yo barro y tú lavas los platos. Así no habrá problemas.
Después de varias horas de trabajo, la sala comenzaba a tomar forma. Los muebles estaban en su lugar y las cajas casi vacías. Se sentaron en el sofá, exhaustos pero contentos.
—Esto está quedando genial —dijo Ra, mirando a su alrededor—. Ya parece nuestro hogar.
—Sí, está quedando muy bien —respondió Ar, tomando la mano de Ra—. Gracias por ayudarme con todo esto. No podría haberlo hecho sin ti.
—Somos un equipo —dijo Ra, sonriendo—. Y ahora, ¿qué tal si pedimos ese sushi?
Ar asintió y tomaron sus teléfonos para hacer el pedido. Mientras esperaban la comida, continuaron desempacando algunas cosas pequeñas y organizando los últimos detalles. La conversación fluía de manera natural, hablando sobre sus expectativas y sueños para esta nueva etapa juntos.
—¿Sabes? Estoy muy emocionado por todo lo que vamos a vivir aquí —dijo Ar, mientras colgaba un cuadro en la pared—. Siento que este lugar es solo el comienzo de muchas cosas buenas.
—Yo también lo siento así —respondió Ra—. No puedo esperar a crear muchos recuerdos juntos en este departamento.
La comida llegó y se sentaron a la mesa a disfrutar del sushi. La conversación continuó, esta vez hablando sobre sus planes para decorar el departamento y hacer de él un lugar acogedor y personal.
—Me encantaría tener algunas plantas aquí —dijo Ra—. Creo que le darían un toque de vida al lugar.
—Estoy de acuerdo. Además, siempre he querido aprender a cuidar plantas. Será un buen proyecto para los dos —respondió Ar.
Después de la cena, decidieron que era hora de relajarse. El departamento ya se veía mucho más ordenado y ambos estaban satisfechos con el trabajo realizado. Se sentaron en el sofá, abrazados, viendo una película y disfrutando de la compañía mutua.
—Ha sido un día largo, pero estoy muy feliz —dijo Ra, apoyando la cabeza en el hombro de Ar.
—Yo también. Estoy muy contento de que estemos haciendo esto juntos —respondió Ar, acariciando el cabello de Ra.
Cuando la película terminó, se dieron cuenta de que era hora de dormir. Solo había una cama en el departamento y ambos sabían que tendrían que compartirla.
—Bueno, parece que tendremos que dormir juntos esta noche —dijo Ra, con una sonrisa traviesa.
—Sí, no hay otra opción —respondió Ar, riendo—. Pero no me importa. Estoy seguro de que dormiremos bien.
Se prepararon para acostarse y se metieron en la cama. Al principio, se sentían un poco incómodos, pero pronto encontraron una posición cómoda. Ra acarició el cabello de Ar con cariño y Ar abrazó a Ra.
—Buenas noches, Ar —dijo Ra, suavemente.
—Buenas noches, Ra —respondió Ar, sonriendo.
El cansancio del día hizo que ambos se durmieran rápidamente, sintiéndose felices y tranquilos. Estaban comenzando una nueva etapa en sus vidas y sabían que, con amor y apoyo mutuo, podrían enfrentar cualquier desafío.
Con el paso de los días, Ar y Ra se adaptaron a su nueva vida juntos. Cada mañana, se despertaban emocionados por las pequeñas cosas que harían en su hogar. Preparaban el desayuno juntos, compartían las tareas del hogar y encontraban tiempo para disfrutar de actividades que les gustaban a ambos.
Una mañana, mientras desayunaban, Ar dijo:
—He estado pensando en cómo podríamos decorar el balcón. ¿Qué te parece si ponemos algunas sillas cómodas y una mesa pequeña? Así podríamos sentarnos allí a tomar café y leer.
—Me parece una idea fantástica —respondió Ra—. También podríamos poner algunas luces para que se vea bonito por la noche.
Se dirigieron a una tienda de muebles y compraron todo lo necesario para decorar el balcón. Pasaron la tarde arreglándolo y, al caer la noche, encendieron las luces y se sentaron a disfrutar del resultado.
—Esto es perfecto —dijo Ar, mirando las luces brillando suavemente en la oscuridad—. Me encanta cómo ha quedado.
—Sí, es un lugar muy especial —respondió Ra—. Me gusta pensar que hemos creado un rincón solo para nosotros.
Mientras se acostumbraban a su rutina, también descubrían más sobre el uno al otro. A veces tenían diferencias, pero siempre encontraban la manera de resolverlas hablando y entendiendo el punto de vista del otro.
Una noche, después de cenar, Ra sugirió:
—¿Qué tal si hacemos una noche de juegos? Podríamos jugar a algo divertido y relajarnos un poco.
Ar estuvo de acuerdo y buscaron algunos juegos de mesa que tenían guardados. Se sentaron en la mesa del comedor y comenzaron a jugar, riendo y disfrutando de la competencia amistosa.
—Esto es genial. Deberíamos hacer noches de juegos más a menudo —dijo Ar, mientras movía una ficha en el tablero.
—Definitivamente —respondió Ra—. Es una buena manera de pasar tiempo juntos y divertirnos.
Con el tiempo, Ar y Ra se dieron cuenta de que su amor y su compromiso mutuo eran lo que hacía que su vida juntos fuera tan especial. No importaba si tenían un día difícil o si surgían problemas, siempre encontraban la manera de superarlos juntos.
Un día, mientras paseaban por un parque cercano, Ra tomó la mano de Ar y le dijo:
—Gracias por hacer de este lugar nuestro hogar. No podría imaginar mi vida sin ti.
—Gracias a ti, Ra. Eres lo mejor que me ha pasado —respondió Ar, abrazando a Ra.
Y así, Ar y Ra continuaron construyendo su vida juntos, llenándola de amor, risas y pequeños momentos que hacían que cada día fuera especial. Sabían que la clave de su felicidad estaba en el amor y el respeto que se tenían, y que mientras siguieran así, su hogar siempre sería un lugar de paz y alegría.
Fin.
Esta es la historia de Ar y Ra, una pareja que descubrió que el amor y el apoyo mutuo son la base de una vida feliz juntos. A través de los desafíos y las alegrías del día a día, aprendieron que con comunicación y comprensión, cualquier cosa es posible. Su historia nos recuerda que el verdadero amor se construye con pequeños gestos y grandes corazones.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.