En la bulliciosa ciudad de Seúl, donde los edificios modernos se mezclan con los parques llenos de cerezos en flor, vivía una joven llamada Soo Jin. Soo Jin era una chica tranquila y reservada, con un corazón lleno de sueños. Cada mañana, caminaba hacia su escuela secundaria, pasando por el mismo parque donde los cerezos se alzaban majestuosamente, sus pétalos rosas cayendo suavemente al suelo como una alfombra mágica.
Soo Jin siempre llevaba consigo un cuaderno, en el que escribía sus pensamientos y deseos más profundos. Soñaba con vivir una historia de amor como las que leía en los libros y veía en los dramas de televisión. Aunque era tímida y solía mantenerse al margen, en su interior albergaba la esperanza de que algún día encontraría a alguien que entendiera su corazón.
Un día, mientras se dirigía a la escuela, Soo Jin se encontró con Sun Oh, un chico de su clase que siempre parecía rodeado de amigos. Sun Oh era conocido por su amabilidad y por su sonrisa que iluminaba cualquier lugar al que iba. Aunque era popular, no se comportaba de manera arrogante, lo que hacía que todos lo apreciaran.
Soo Jin había notado a Sun Oh antes, pero nunca había tenido el valor de hablarle. Sin embargo, esa mañana, mientras ambos esperaban a que el semáforo cambiara, Sun Oh se volvió hacia ella y le sonrió.
—¡Buenos días, Soo Jin! —saludó Sun Oh, haciendo que el corazón de Soo Jin latiera más rápido.
—B-Buenos días —respondió Soo Jin, sorprendida de que él supiera su nombre.
—Siempre te veo escribiendo en tu cuaderno —dijo Sun Oh con curiosidad—. ¿Escribes historias?
Soo Jin se sonrojó un poco y asintió.
—Sí, me gusta escribir… es una forma de expresar mis sentimientos.
—Eso es genial —dijo Sun Oh, sinceramente interesado—. Me encantaría leer algo de lo que escribes algún día.
Antes de que Soo Jin pudiera responder, el semáforo cambió y ambos cruzaron la calle hacia la escuela. Aunque la conversación había sido breve, Soo Jin no pudo evitar sentir que algo en su vida estaba a punto de cambiar.
En los días siguientes, Soo Jin y Sun Oh comenzaron a hablar más a menudo. Compartían sus gustos por la música, los libros y las películas, y poco a poco, Soo Jin se dio cuenta de que se sentía cómoda a su lado. Sun Oh tenía una manera de hacerla reír y de hacer que el mundo pareciera un lugar menos solitario.
Sin embargo, no todo era tan sencillo. En la misma escuela, había otro chico llamado Park Seo. Park Seo era un joven seguro de sí mismo, con un aire de misterio que atraía la atención de todos. Aunque parecía distante y algo rebelde, tenía una relación especial con Sun Oh, ya que habían sido amigos desde la infancia.
Park Seo había notado la creciente amistad entre Soo Jin y Sun Oh, y aunque no lo mostraba, algo en su interior se removía cada vez que los veía juntos. A pesar de su actitud despreocupada, Park Seo también tenía un corazón sensible, y aunque nunca lo había admitido, sentía algo por Soo Jin desde hacía tiempo.
Un día, mientras Soo Jin estaba sentada en el parque escribiendo en su cuaderno, Park Seo se le acercó en silencio. Soo Jin, absorta en sus pensamientos, no lo notó hasta que él se sentó a su lado.
—¿Qué estás escribiendo? —preguntó Park Seo, sin mirarla directamente.
Soo Jin, sorprendida por su presencia, cerró rápidamente el cuaderno.
—Nada importante —respondió, sintiéndose nerviosa.
Park Seo esbozó una pequeña sonrisa y sacudió la cabeza.
—No tienes que esconderlo. Todos tienen cosas que quieren mantener para sí mismos.
Soo Jin se quedó en silencio, sin saber qué decir. Había algo en Park Seo que la intrigaba, algo que lo hacía diferente de los demás. A pesar de su actitud distante, había una melancolía en sus ojos que Soo Jin no podía ignorar.
—¿Te gusta Sun Oh? —preguntó Park Seo de repente, tomando a Soo Jin completamente por sorpresa.
—¿Qué? —balbuceó Soo Jin, sintiendo cómo sus mejillas se calentaban—. Yo… no sé.
Park Seo la miró por un momento, luego desvió la mirada hacia los cerezos en flor.
—Sun Oh es un buen tipo. Siempre ha sido así, desde que éramos niños. Pero… no siempre es fácil ser su amigo.
Soo Jin sintió que había algo más detrás de las palabras de Park Seo, algo que él no estaba diciendo. Pero antes de que pudiera preguntar más, él se levantó y se despidió con un simple gesto, dejándola sola con sus pensamientos.
Los días pasaron, y Soo Jin se encontró atrapada en un torbellino de emociones. Por un lado, disfrutaba de la compañía de Sun Oh, de la facilidad con la que podían hablar y reír juntos. Por otro lado, sentía una creciente curiosidad por Park Seo, por ese chico que parecía ocultar tantas cosas detrás de su fachada de indiferencia.
Un día, mientras caminaba por el parque después de la escuela, Soo Jin recibió una notificación en su teléfono. Era una nueva aplicación que había descargado recientemente llamada «Love Alarm». La aplicación, según decía, podía alertarte si alguien cerca de ti tenía sentimientos por ti.
Curiosa, Soo Jin abrió la aplicación y, para su sorpresa, vio que estaba activada. Justo en ese momento, Sun Oh apareció frente a ella, con su característico buen humor.
—¡Hey, Soo Jin! ¿Qué haces? —preguntó Sun Oh, notando la expresión sorprendida en su rostro.
—Nada… es solo esta aplicación —dijo Soo Jin, mostrándole el teléfono—. Se llama «Love Alarm». Se supone que te avisa si alguien cerca de ti… ya sabes…
—¿Está activada ahora? —preguntó Sun Oh, divertido.
Soo Jin asintió, y justo en ese momento, la alarma en su teléfono sonó. El corazón de Soo Jin se aceleró, y al mirar a Sun Oh, se dio cuenta de que la alarma también había sonado en su teléfono.
Ambos se miraron en silencio por un momento, y en ese instante, Soo Jin comprendió que Sun Oh sentía lo mismo que ella. Una mezcla de emociones la invadió: alegría, nerviosismo, y algo más… una sensación extraña que no podía describir.
Antes de que pudiera decir algo, Park Seo apareció detrás de Sun Oh, como si hubiera estado esperándolos.
—¿De qué están hablando? —preguntó Park Seo, con su habitual tono despreocupado.
Sun Oh, tratando de aliviar la tensión, sonrió y le mostró la aplicación.
—Mira, Park Seo, es una aplicación que te avisa si alguien cerca de ti tiene sentimientos por ti.
Park Seo miró el teléfono de Soo Jin y luego el de Sun Oh, notando que ambos tenían la alarma activada. Su expresión cambió por un breve instante, algo que Soo Jin notó pero no comprendió del todo.
—Interesante —dijo Park Seo, volviendo a su tono neutral—. Pero esas cosas no siempre son precisas.
Con esa respuesta, Park Seo se dio la vuelta y comenzó a caminar, dejando a Soo Jin y Sun Oh de pie, sintiendo una mezcla de confusión y alivio. Pero algo en la actitud de Park Seo dejó a Soo Jin pensando.
A medida que los días pasaban, Soo Jin y Sun Oh comenzaron a pasar más tiempo juntos, ahora sabiendo que compartían sentimientos mutuos. Sin embargo, a pesar de la felicidad que esto le traía, Soo Jin no podía dejar de pensar en Park Seo, en las cosas que no se habían dicho, en las miradas que había notado pero que no entendía del todo.
Un día, después de la escuela, Soo Jin decidió buscar a Park Seo. Lo encontró en el mismo parque donde solía escribir, sentado solo en un banco bajo los cerezos en flor.
—Park Seo —llamó Soo Jin, acercándose con cautela.
Park Seo levantó la vista, sorprendido de verla allí, pero no dijo nada.
—¿Puedo sentarme? —preguntó Soo Jin.
Park Seo asintió, y Soo Jin se sentó a su lado, sintiendo la brisa suave que hacía caer algunos pétalos de cerezo alrededor de ellos.
—He estado pensando mucho en lo que dijiste —comenzó Soo Jin, mirando al frente—. Sobre Sun Oh, sobre cómo no siempre es fácil ser su amigo. Y no puedo dejar de pensar que hay algo más que no me has dicho.
Park Seo se quedó en silencio por un momento, y luego suspiró profundamente.
—Soo Jin, no es que no quiera ser honesto contigo… Es solo que hay cosas que son difíciles de decir.
Soo Jin lo miró, esperando que continuara.
—Sun Oh y yo hemos sido amigos desde siempre —dijo Park Seo, finalmente—. Hemos pasado por muchas cosas juntos. Y aunque soy feliz por él, por lo que siente por ti, no puedo evitar sentirme… apartado.
Soo Jin sintió un nudo en el estómago. Sabía que la amistad entre Sun Oh y Park Seo era profunda, pero no había comprendido del todo cómo la situación los afectaba a ambos.
—No es solo eso —continuó Park Seo—. La verdad es que, durante mucho tiempo, también sentí algo por ti, Soo Jin. Pero nunca lo dije porque sabía que Sun Oh… Bueno, él siempre ha sido mejor para expresar lo que siente.
Soo Jin sintió una ola de emociones que la abrumó. Nunca había imaginado que Park Seo, con su actitud despreocupada, pudiera haber estado guardando esos sentimientos todo el tiempo. No sabía qué decir, pero antes de que pudiera encontrar las palabras, Park Seo se levantó.
—No quiero que te sientas mal, Soo Jin. Solo quería que supieras la verdad. Pero no te preocupes por mí. Sun Oh es un buen tipo, y sé que te hará feliz.
Con esas palabras, Park Seo se alejó, dejándola sola en el banco. Soo Jin sintió una lágrima rodar por su mejilla, pero no era solo tristeza lo que sentía; también había gratitud por la honestidad de Park Seo.
Los días siguientes fueron confusos para Soo Jin. Aunque seguía pasando tiempo con Sun Oh y disfrutaba de su compañía, no podía dejar de pensar en Park Seo y en lo que él había revelado. Finalmente, Soo Jin supo que no podía seguir adelante sin aclarar sus propios sentimientos.
Una tarde, mientras el sol se ponía, Soo Jin decidió hablar con Sun Oh. Lo encontró en el mismo parque donde se habían conocido, y su corazón latía con fuerza mientras se acercaba a él.
—Sun Oh —comenzó Soo Jin, sintiendo la necesidad de ser honesta—, necesito hablar contigo.
Sun Oh la miró con su característica sonrisa, pero al ver la seriedad en el rostro de Soo Jin, su expresión se volvió más atenta.
—He estado pensando mucho en todo esto… en nosotros, en Park Seo… y en lo que realmente quiero.
Sun Oh asintió, esperando que ella continuara.
—Sun Oh, tú eres una persona increíble, y he disfrutado cada momento que hemos pasado juntos. Pero… hay algo en mi corazón que no puedo ignorar. Creo que necesito tiempo para entender lo que realmente siento, no solo por ti, sino también por Park Seo.
Sun Oh asimiló las palabras de Soo Jin, y aunque pudo ver la sinceridad en sus ojos, sintió un leve dolor en su corazón. Sin embargo, Sun Oh siempre había sido comprensivo, y aunque le costaba aceptarlo, sabía que debía dejar que Soo Jin siguiera su propio camino.
—Entiendo, Soo Jin —dijo Sun Oh con una sonrisa triste—. Siempre quise que fueras feliz, y si eso significa que necesitas tiempo para aclarar tus sentimientos, te apoyaré.
Soo Jin sintió una mezcla de alivio y tristeza al escuchar las palabras de Sun Oh. Sabía que no sería fácil, pero también sabía que era lo correcto.
Con el tiempo, Soo Jin decidió mantener cierta distancia de ambos chicos mientras se aclaraba. Continuó escribiendo en su cuaderno, reflexionando sobre sus sentimientos y las experiencias que había vivido. A veces, volvía al parque y se sentaba bajo los cerezos en flor, dejando que la brisa la ayudara a pensar con claridad.
Finalmente, después de semanas de reflexión, Soo Jin tomó una decisión. Sabía que debía ser honesta con ambos chicos, no solo por ellos, sino también por ella misma.
Una mañana, Soo Jin se encontró primero con Park Seo. Estaba esperando en el mismo banco donde habían tenido su última conversación. Cuando Soo Jin se acercó, Park Seo la miró con una mezcla de esperanza y resignación.
—Park Seo —comenzó Soo Jin, con la voz firme pero suave—, he pensado mucho en lo que me dijiste, y quiero que sepas cuánto aprecio tu honestidad. Pero también debo ser honesta contigo.
Park Seo la miró, esperando sus palabras.
—Me importas mucho, y nuestra amistad significa mucho para mí. Pero después de todo lo que he reflexionado, me di cuenta de que mis sentimientos por ti no son los mismos que tú tienes por mí. No quiero lastimarte, y espero que podamos seguir siendo amigos, si eso es posible.
Park Seo asintió lentamente, y aunque su rostro mostraba un atisbo de decepción, también había un reconocimiento en sus ojos.
—Gracias por ser honesta, Soo Jin. Aprecio que me lo digas de frente, y aunque me llevará tiempo, quiero que sepas que seguiré siendo tu amigo.
Soo Jin sonrió, agradecida por su comprensión. Sabía que no sería fácil, pero estaba aliviada de que pudieran continuar su amistad.
Más tarde, Soo Jin se encontró con Sun Oh. Al verlo, sintió que su corazón se llenaba de calidez. Sun Oh siempre había sido su amigo, su confidente, y ahora sabía con certeza lo que sentía por él.
—Sun Oh —dijo Soo Jin, con una sonrisa tímida—, después de todo este tiempo, me di cuenta de que tú siempre has estado ahí para mí. Y ahora sé que mis sentimientos por ti son reales.
Sun Oh la miró con sorpresa y alegría, y sin decir una palabra, la abrazó con fuerza.
—Soo Jin, tú también eres muy importante para mí. Estoy feliz de que hayas encontrado tus respuestas.
Así, Soo Jin y Sun Oh continuaron su historia juntos, construyendo una relación basada en la confianza, la honestidad y el amor. Park Seo, por su parte, encontró su propio camino, sabiendo que la amistad con Soo Jin era un regalo que valoraría por siempre.
Y así, en la ciudad de Seúl, bajo los cerezos en flor, los tres jóvenes siguieron adelante con sus vidas, aprendiendo que el amor no siempre es sencillo, pero que la honestidad y el respeto son las claves para construir relaciones verdaderas.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.