Corazones en la Facultad: La Historia de Abril, Marco y Luca

En un rincón del mundo, donde los sueños jóvenes se entrelazan con los antiguos muros de una facultad de medicina, comenzó la historia de Abril, una chica cuya pasión por ayudar a los demás la llevó a esos salones llenos de conocimiento y misterios.

Abril, con su espíritu libre y sonrisa contagiosa, había llegado tarde el primer día de clases. Al entrar en el aula, sus ojos se toparon con un sitio vacío al lado de Marco, un joven de mirada distante y gesto serio. Cada vez que Abril intentaba entablar conversación, Marco respondía con monosílabos, su frialdad formando un muro casi infranqueable.

Confundida pero no desalentada, Abril buscó respuestas en Luca, amigo de la infancia de Marco y conocido por su actitud afable y deportiva. Luca le contó en voz baja sobre los traumas que oscurecían el pasado de Marco, episodios que habían dejado cicatrices no solo en su piel sino en su alma.

Los días pasaban, y aunque Marco se abría lentamente, el miedo a mostrar cariño aún lo retenía. Todo cambió un día, cuando por un descuido, intercambiaron sus móviles. En ese momento breve, sus manos se rozaron, y sus ojos se encontraron, un casi beso que quedó suspendido en el tiempo.

La llegada de una fiesta universitaria, organizada para celebrar el inicio del curso, trajo consigo nuevas oportunidades y desafíos. Abril, llevada por la emoción y quizás por algo más, bebió más de la cuenta. Bailando al borde de la piscina, perdió el equilibrio y cayó a las aguas, su cuerpo incapaz de luchar contra el peso de sus ropas y el vaivén del líquido.

Luca, testigo del accidente, llamó a Marco en un frenesí de pánico. Marco, al recibir la noticia, corrió hacia la piscina, su corazón latiendo con un temor desconocido. Sin pensarlo, se zambulló en el agua para salvar a Abril, ignorando su propia alergia al cloro.

En el hospital, Abril yacía en una cama, su mente nublada por el recuerdo del agua invadiendo sus pulmones. Al despertar y ver a Marco a su lado, con los ojos hinchados y la piel irritada, comprendió la magnitud de su sacrificio. Sus labios se encontraron en un beso, un sello de gratitud y de un sentimiento que había estado germinando en silencio.

Los días en el hospital fortalecieron su vínculo. Marco, ahora vulnerable, compartió con Abril las sombras de su pasado, sus pérdidas y sus miedos. Abril, con su innata bondad, escuchaba y acogía cada palabra, cada emoción.

El amor entre ellos creció, un amor paciente y comprensivo, tejido de silencios compartidos y miradas que hablaban más que mil palabras. A su lado, Luca los apoyaba, feliz por ver a su amigo de la infancia encontrar un poco de luz en medio de tanta oscuridad.

El camino no fue fácil. Hubo días de duda y noches de temor. Pero cada obstáculo los unió más, cada pequeña victoria les recordaba que el amor, como la medicina, tiene el poder de curar las heridas más profundas.

Al final del año académico, mientras el sol se ponía tras los antiguos muros de la facultad, Abril, Marco y Luca se encontraron en el mismo aula donde todo comenzó. Marco, ahora con una sonrisa más fácil, tomó las manos de Abril, prometiéndole un futuro donde las sombras del pasado no tendrían poder sobre ellos.

Luca, el eterno cómplice y amigo, miró a sus dos mejores amigos y supo que, aunque el camino había sido arduo, valía cada paso, cada lágrima, cada risa. Ellos habían aprendido que el amor, en todas sus formas, era el verdadero guardián de sus corazones.

Y así, bajo el manto de las estrellas, tres almas jóvenes se prometieron apoyarse, amarse y curarse mutuamente, forjando un lazo que ningún trauma, ninguna herida del pasado, podría romper jamás.