Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y praderas, tres amigos inseparables: Exequel, María y Fernanda. Él era un chico de cabello castaño y ojos azules, siempre curioso y lleno de energía. María, con su larga cabellera marrón y ojos verdes, era la más valiente del grupo, siempre dispuesta a enfrentar cualquier desafío. Fernanda, con su cabello rizado y negro y sus ojos marrones, era la más tranquila y reflexiva, siempre con una sonrisa en el rostro y una palabra amable para sus amigos.
Un día de primavera, mientras jugaban en el prado lleno de flores silvestres, Exequel notó algo diferente en la mirada de María. Había un brillo especial en sus ojos, un destello que nunca antes había visto. Al principio pensó que era el reflejo del sol, pero pronto se dio cuenta de que era algo más.
«María, ¿estás bien?» preguntó Exequel, acercándose a ella con preocupación.
María sonrió, sus mejillas sonrojadas. «Sí, Exequel, estoy bien. Es solo que… hay algo que he estado queriendo decirte.»
Fernanda, que estaba recogiendo flores cerca, se detuvo y miró a sus amigos con curiosidad. «¿Qué pasa, María?» preguntó, caminando hacia ellos.
María respiró hondo y miró a Exequel directamente a los ojos. «Exequel, creo que… creo que me estoy enamorando de ti.»
Exequel se quedó sin palabras, sorprendido por la confesión de María. Nunca había pensado en su amiga de esa manera, pero al ver la sinceridad en sus ojos, sintió un cálido cosquilleo en su corazón. Fernanda, observando la escena, sonrió con ternura.
«María, yo…» Exequel comenzó a decir, pero las palabras se le atragantaron. No sabía exactamente qué sentía, pero sabía que no quería perder a María como amiga.
Fernanda, viendo la confusión en el rostro de Exequel, intervino. «Exequel, a veces los sentimientos pueden ser confusos, pero lo importante es ser honesto contigo mismo y con los demás.»
Exequel asintió, agradecido por el consejo de Fernanda. «María, eres una amiga muy especial para mí. No sé si estoy listo para algo más, pero quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti.»
María sonrió, aliviada. «Gracias, Exequel. Eso es todo lo que necesitaba escuchar.»
A partir de ese día, los tres amigos continuaron disfrutando de sus aventuras juntos, pero algo había cambiado entre Exequel y María. Había un nuevo entendimiento y respeto entre ellos, y poco a poco, Exequel comenzó a darse cuenta de que sus sentimientos por María también estaban cambiando.
Unos meses más tarde, durante una caminata por el bosque, Exequel tomó la mano de María. «María, he estado pensando mucho en lo que dijiste aquel día en el prado. Creo que también me estoy enamorando de ti.»
María lo miró con sus brillantes ojos verdes y sonrió. «Exequel, eso es lo más bonito que podrías haberme dicho.»
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.