Cuentos de Amor

El Coraje de Coraline y su Madre

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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El sonido de los pasos apresurados resonaba en la oscura noche de Brasil. Las calles estaban vacías, y las luces de los faroles apenas iluminaban los edificios a su alrededor. Coraline, una pequeña recién nacida, dormía profundamente en los brazos de su madre, quien corría lo más rápido que podía, sin mirar atrás.

La madre de Coraline, Valeria, había tomado una decisión difícil. Escapaba de un matrimonio lleno de dolor y control. El hombre con el que se había casado no era el mismo que había conocido. Los primeros años fueron de alegría, pero con el tiempo, las cosas cambiaron. El ambiente en casa se volvió oscuro, y Valeria supo que no era un lugar seguro para criar a Coraline. Por eso, en una noche silenciosa, tomó a su bebé y se marchó, decidida a darle a su hija una vida mejor.

Estados Unidos le parecía una tierra de promesas, un lugar donde empezar de nuevo. Cruzar las fronteras y comenzar desde cero no fue fácil. Valeria no conocía a nadie, no hablaba inglés, y todo lo que tenía era a Coraline y su deseo de protegerla. Con los pocos ahorros que había podido juntar en secreto, logró llegar a un refugio en una pequeña ciudad. Allí, se encontraron con otras madres e hijos que, como ellas, buscaban un lugar seguro para vivir.

Los primeros años fueron difíciles. A menudo, Valeria se preguntaba si había tomado la decisión correcta. A los cuatro años, Coraline ya se daba cuenta de que las cosas no eran fáciles. Vivían en un refugio pequeño, donde a veces faltaba comida y calefacción en invierno. Pero a pesar de todo, Valeria se esforzaba por enseñarle a su hija una lección importante: la vida puede ser dura, pero siempre hay que luchar por lo que uno quiere. Y, sobre todo, nunca se debe perder la esperanza.

El sexto cumpleaños de Coraline llegó con una sorpresa inesperada. Valeria había trabajado horas extras en varios empleos, limpiando casas y atendiendo en una pequeña cafetería, y finalmente había conseguido alquilar un pequeño apartamento. No era grande ni lujoso, pero era su hogar. Coraline, con sus rizos oscuros y ojos curiosos, exploró cada rincón de su nueva habitación. Había una ventana que daba a un pequeño parque, donde podía ver a otros niños jugar. Valeria la miró desde la puerta, con una sonrisa de satisfacción. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que todo iba a estar bien.

Los días pasaron, y Coraline empezó a asistir a una nueva escuela. Al principio, fue difícil. No conocía a nadie, y el idioma a veces la confundía. Pero Coraline era valiente, igual que su madre. Valeria siempre le decía: «Si algo te asusta, eso significa que es una oportunidad para ser más fuerte». Así que, con esas palabras en mente, Coraline comenzó a hacer amigos poco a poco. Se unió a un grupo de niños que, como ella, también estaban aprendiendo inglés. Pronto, su risa y su energía se convirtieron en parte del patio de la escuela, donde jugaba y corría con libertad.

Pero no todo fue fácil. A los diez años, Coraline tuvo que enfrentarse a un desafío mayor. Había una chica en la escuela llamada Emma, que siempre la molestaba. Emma era alta, intimidante y disfrutaba haciendo sentir pequeños a los demás. Cada día, buscaba alguna forma de meterse con Coraline, ya fuera burlándose de su acento o de la ropa que usaba. Coraline, aunque se sentía triste, siempre recordaba las palabras de su madre: «No importa lo que otros digan, lo que importa es lo que tú sabes que eres».

Un día, la situación llegó a un punto crítico. Coraline estaba en la cancha de baloncesto, practicando con sus amigos, cuando Emma se acercó. Esta vez, decidió empujar a Coraline, haciendo que cayera al suelo. Los demás niños se quedaron en silencio, esperando a ver qué haría Coraline. Con el corazón latiendo rápido y las palabras de su madre resonando en su mente, Coraline se levantó lentamente. Miró a Emma a los ojos y, con calma, le dijo:

—No tienes que ser mala conmigo. No me importa lo que digas. Yo sé quién soy, y no dejaré que tus palabras me afecten.

Emma, sorprendida por la firmeza de Coraline, no supo qué responder. La fuerza interior de Coraline había apagado el fuego de la burla. Desde ese día, Emma dejó de molestarla, y aunque nunca se hicieron amigas, Coraline se ganó el respeto de todos en la escuela.

Esa noche, cuando llegó a casa, le contó a su madre lo que había sucedido. Valeria, con lágrimas en los ojos, abrazó a su hija con orgullo.

—Eres muy fuerte, Coraline —le dijo—. Nunca dejes que nadie te haga dudar de tu valor.

A partir de ese momento, Coraline entendió que el verdadero poder no estaba en la fuerza física ni en las palabras hirientes de otros, sino en la confianza que tenía en sí misma. Había aprendido, a una edad muy temprana, lo que muchos tardan años en entender: que el amor propio y la valentía son las herramientas más poderosas que uno puede tener.

Los años continuaron, y Coraline creció, siempre apoyada por su madre. Valeria seguía trabajando arduamente, pero con cada logro de su hija, sentía que todo el esfuerzo valía la pena. Juntas, enfrentaron los desafíos de la vida, desde aprender un nuevo idioma hasta integrarse en una nueva cultura. Y a pesar de las dificultades, siempre encontraron motivos para celebrar los pequeños triunfos, como cuando Coraline ganó su primer concurso de lectura en la escuela o cuando ambas cocinaron su primera cena juntas en su nuevo apartamento.

El tiempo pasó rápidamente, y un día, Coraline estaba lista para comenzar la secundaria. Para entonces, ya no era la niña que había temido a las burlas o al cambio. Ahora era una joven inteligente y decidida, con una sonrisa que irradiaba confianza. En su primer día en la nueva escuela, Coraline entró con la cabeza en alto, recordando siempre las enseñanzas de su madre.

En la vida de Coraline, el amor siempre había sido la clave. El amor de su madre, que la protegió cuando era bebé, que trabajó sin descanso para darle un hogar y una vida mejor. Y el amor propio que Coraline había aprendido a cultivar, que la hacía enfrentar cada desafío con valentía y serenidad.

Y aunque todavía quedaban muchos desafíos por delante, Coraline sabía que no estaba sola. Su madre siempre estaría allí, y más importante aún, Coraline había aprendido a ser su propia heroína.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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