Cuentos de Amor

El Corazón de Ania

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Era un día soleado en la preparatoria, y el aire estaba lleno de risas y charlas de estudiantes. Ania, una chica de 18 años, caminaba por el pasillo con una gran sonrisa en su rostro. Tenía una personalidad brillante y siempre veía el lado positivo de las cosas. Sus amigos la querían mucho por su alegría y su forma de ser.

Sin embargo, había algo que le preocupaba. Desde hacía algunas semanas, había comenzado a sentir mariposas en el estómago cada vez que veía a Álvaro, un chico de 15 años de otro salón. Álvaro era diferente a los demás. Tenía un aire de misterio a su alrededor. Con su cabello corto y sus ojos oscuros, parecía un chico serio y reservado. Ania siempre lo veía sentado solo en la cafetería, absorto en sus pensamientos, y no podía evitar sentirse atraída por él.

Un día, mientras Ania estaba con sus amigas, decidió que debía acercarse a Álvaro. “¿Por qué no lo conocemos mejor? Tal vez sea más amable de lo que parece”, pensó. Sus amigas la animaron, pero también estaban un poco preocupadas. “¿Y si él no quiere hablar contigo?” preguntó una de ellas. Pero Ania se sentía decidida.

Así que, un día después de clase, Ania respiró hondo y se acercó a la mesa donde estaba Álvaro. Con una sonrisa nerviosa, le dijo: “Hola, Álvaro. Soy Ania. ¿Puedo sentarme aquí?” Él la miró un momento, sorprendido, y luego asintió con un gesto de su cabeza.

“Claro”, respondió él, su voz era baja y tranquila. Ania se sentó y, aunque al principio se sintió un poco incómoda, pronto comenzó a hablarle sobre las cosas que le gustaban. Habló de sus clases favoritas, de su amor por el arte y de cómo disfrutaba ayudar en el club de ciencias de la escuela.

Álvaro escuchaba atentamente, aunque no parecía tan entusiasta. “Eso suena bien”, dijo, pero su expresión seguía siendo seria. Ania decidió que debía intentar hacerle reír. “¿Sabías que hay un concurso de talentos este viernes? Estoy pensando en participar con una canción. Pero no sé si tengo el valor para hacerlo”, le dijo con una risa nerviosa.

A Álvaro le sorprendió la declaración. “¿Tú cantas?” preguntó, levantando una ceja. “No lo sabía.” Ania se sonrojó un poco. “Sí, pero no soy tan buena. Solo es un pasatiempo”, admitió.

“Tal vez deberías hacerlo. La gente necesita verte”, sugirió Álvaro, y por un breve momento, su rostro se iluminó con una pequeña sonrisa. Ania sintió que su corazón latía más rápido. “¿Te gustaría venir a verme?” preguntó, un poco nerviosa. “Podrías ayudarme a calmar los nervios.”

“Tal vez,” dijo él, volviendo a su expresión seria. “No sé si sea buena idea. No soy bueno con esas cosas.” Ania sintió que su entusiasmo se desvanecía un poco, pero no se rindió. “Está bien, solo pensaba que sería divertido. Espero que lo pienses.”

Los días pasaron, y Ania pensó mucho en Álvaro. Siempre trataba de encontrarlo en los pasillos, y cada vez que lo veía, su corazón se llenaba de emoción. Pero él seguía siendo reservado, y a veces parecía que no quería abrirse a los demás.

Finalmente, llegó el día del concurso de talentos. Ania se preparó, eligiendo su canción favorita. “Si me ve, tal vez se anime a hablarme más”, pensó mientras se miraba en el espejo. Con una última respiración profunda, salió de casa, sintiéndose un poco nerviosa pero emocionada.

Cuando llegó al auditorio, se dio cuenta de que había mucha gente. Sus amigas la animaron desde la primera fila, y eso la hizo sentir mejor. Pero, cuando miró entre la multitud, no vio a Álvaro. Sintió un pequeño nudo en el estómago. “¿Y si no vino?” se preguntó.

El concurso comenzó, y varios estudiantes se presentaron, mostrando sus talentos. Ania disfrutó de las actuaciones, pero en el fondo, su mente no dejaba de pensar en Álvaro. Justo cuando su turno llegó, respiró hondo y se subió al escenario.

Comenzó a cantar y, aunque al principio estaba nerviosa, pronto se sintió libre y feliz. La música la envolvió, y sus amigos aplaudieron con entusiasmo. En medio de la canción, sus ojos buscaron a Álvaro en el público, pero no estaba allí.

Cuando terminó su actuación, recibió una ovación. Sus amigas corrieron a abrazarla y la felicitaron. “¡Lo hiciste genial, Ania!” gritaron. Pero en su corazón, había una pequeña tristeza porque no había visto a Álvaro.

Después del concurso, mientras todos celebraban, un chico del grupo se acercó a Ania. “¡Gran actuación! Por cierto, Álvaro está en la parte trasera. Dijo que venía a verte.” El corazón de Ania se llenó de esperanza. “¿De verdad? ¡Gracias!” exclamó mientras corría hacia la parte trasera del auditorio.

Cuando llegó allí, vio a Álvaro apoyado contra la pared. Su mirada era seria, pero cuando la vio, sus ojos se iluminaron. “¡Lo hiciste muy bien!” dijo con sinceridad. Ania sonrió de oreja a oreja. “¿Viniste a verme?” preguntó, sintiendo que su corazón se aceleraba.

“Sí, quería verte. Me alegra que te atreviste a cantar”, dijo él, un poco más relajado. “Tal vez la próxima vez yo deba atreverme a hacer algo también.” Ania se sintió llena de alegría. “¡Sí! ¡Deberías hacerlo! Tal vez un día podamos cantar juntos.”

Los dos se miraron y, por un momento, Ania sintió que había una conexión especial entre ellos. Era como si, finalmente, Álvaro estuviera empezando a abrirse. Se sentaron juntos y comenzaron a hablar, compartiendo sus sueños y miedos.

“Siempre he sido un poco tímido”, confesó Álvaro. “No soy bueno hablando con la gente.” Ania sonrió comprensivamente. “Yo también me siento nerviosa a veces. Pero creo que lo más importante es ser tú mismo.”

Esa noche, mientras la música sonaba de fondo, Ania y Álvaro pasaron horas hablando. Compartieron risas y secretos, y poco a poco, la barrera que los separaba comenzó a desvanecerse. Ania sintió que su corazón se llenaba de calidez. Sabía que había encontrado a alguien especial en Álvaro.

Con el tiempo, su amistad se convirtió en algo más. Se encontraron en la escuela todos los días, y su conexión creció más fuerte. Álvaro comenzó a compartir sus dibujos con Ania, que era un gran talento, y ella lo animó a unirse al club de arte de la escuela. Ania también le enseñó a Álvaro a tocar la guitarra, y juntos crearon pequeñas melodías y canciones.

Un día, mientras estaban en el parque, Ania miró a Álvaro y dijo: “Me encanta pasar tiempo contigo. Eres un gran amigo.” Álvaro sonrió tímidamente. “Y tú eres increíble, Ania. Gracias por ayudarme a salir de mi caparazón.”

Mientas pasaban el tiempo juntos, comenzaron a darse cuenta de que había algo más profundo en su relación. Era un amor que se formaba lentamente, como una melodía hermosa que se construía con cada nota. Al final del año escolar, Álvaro le confesó a Ania sus sentimientos. “Me gustas, Ania. Realmente me gustas.”

Ania sonrió, su corazón latía con fuerza. “Yo también te gusto, Álvaro. Me siento feliz cuando estoy contigo.” En ese momento, ambos comprendieron que su amistad había florecido en un amor genuino. Se prometieron que siempre estarían allí el uno para el otro, apoyándose y creciendo juntos.

A lo largo de los años, Ania y Álvaro aprendieron que el amor no siempre es fácil, pero juntos podían enfrentar cualquier desafío. Aprendieron a comunicarse y a ser pacientes el uno con el otro. La vida les presentó retos, pero siempre encontraban la manera de superarlos, y eso solo fortalecía su vínculo.

Finalmente, cuando terminaron la escuela, ambos decidieron continuar sus estudios juntos. Sabían que la vida era una aventura llena de posibilidades y, juntos, se sentían listos para enfrentar cualquier cosa que viniera.

Así, la historia de Ania y Álvaro se convirtió en un hermoso relato de amor y crecimiento, mostrando que a veces, lo que comienza como una amistad puede florecer en algo extraordinario, y que con cariño, respeto y apoyo, se pueden lograr cosas maravillosas.

Colorín colorado, este cuento se ha terminado.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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