En un pueblecito donde el sol se escondía detrás de montañas majestuosas y los ríos cantaban al ritmo del viento, vivía una familia muy unida compuesta por Leyda y sus tres hijas: Abigail, Any y Nicol.
Leyda era una madre luchadora, cuyo amor por sus hijas era tan inmenso como el cielo azul que las cubría cada día. Abigail, con sus dieciséis años, era fuerte y decidida; Any, de catorce, tenía una sonrisa que iluminaba cualquier habitación; y Nicol, aunque ya tenía veintitrés años, seguía siendo la niña de los ojos de su madre.
Cada día, Leyda se levantaba antes que el sol para preparar el desayuno y asegurarse de que sus hijas tuvieran todo lo necesario para enfrentarse al mundo. Era conocida en el pueblo por su coraje y su bondad, y no había desafío que no estuviera dispuesta a afrontar por sus niñas.
Un día, el alcalde del pueblo anunció un gran concurso de talentos. La familia que ganara obtendría un premio que podría hacer una gran diferencia en sus vidas. Leyda sabía que este era su momento para mostrar el talento y la unión de su familia.
Durante semanas, las cuatro practicaron un número musical que mezclaba la danza y el canto. Abigail tocaba la guitarra, Any el violín, Nicol cantaba con una voz dulce como la miel, y Leyda dirigía con maestría el espectáculo. Juntas, crearon una melodía que reflejaba el amor y la armonía de su hogar.
Llegó el día del concurso, y la pequeña familia subió al escenario con los nervios a flor de piel. Pero en cuanto empezaron a tocar, todos esos nervios se disiparon. La música fluía como el agua de un río, y sus corazones latían al unísono con cada nota.
El pueblo entero aplaudió con admiración. No sólo habían demostrado ser talentosas, sino que también habían mostrado el poder del amor y la unidad familiar. Ganaron el concurso, no solo por su habilidad, sino por el mensaje de amor que cada una había puesto en la actuación.
Conclusión:
El premio les ayudó a mejorar su vida, pero lo que realmente atesoraron fue el recuerdo de haber trabajado juntas y haberse apoyado mutuamente. Leyda les enseñó que no hay mayor fuerza que el amor en familia, y que juntas podrían superar cualquier obstáculo.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.