En un rincón acogedor de Ibiza, donde las olas acarician suavemente la orilla y el sol besa el horizonte cada mañana, vivían Elio y Tia, dos almas unidas por un lazo indestructible de amor y cariño. Elio, un niño de ocho años con una imaginación desbordante y una sonrisa que iluminaba cada rincón de su hogar, veía en Tia no solo a una tía, sino a una confidente, una guía, una amiga.
Tia, con su cabello largo y sus ojos llenos de historias, era el pilar de Elio. Sus tardes juntos estaban llenas de aventuras: construyendo castillos de almohadas, perdidos en mundos de fantasía que emergían de los libros, y compartiendo risas mientras el olor a palomitas de maíz llenaba la sala durante sus noches de cine.
Pero un día, la brisa trajo consigo un cambio. Tia tenía que partir a Mallorca, una isla vecina, por motivos de trabajo. Elio, con el corazón apretado, intentó entender. Las despedidas siempre son difíciles, más aún cuando se tiene ocho años y sientes que tu mundo se va en un barco al otro lado del mar.
Aunque Tia y Elio se prometieron escribirse y llamarse, Elio no podía evitar sentir un vacío. Las noches en el sofá parecían más silenciosas, los juegos menos emocionantes. Pero Tia, aun estando lejos, tenía un plan para mantener ese lazo mágico que los unía.
Se acercaba el cumpleaños de Elio, y Tia sabía que no había mejor regalo que algo que saliera directamente de su corazón. Así, noche tras noche, después de su trabajo en Mallorca, Tia escribía un cuento, un cuento que reflejaba el amor y los momentos compartidos con Elio.
El día del cumpleaños de Elio llegó, y con él, un paquete especial. Con manos temblorosas y ojos brillantes de emoción, Elio abrió el regalo. Allí estaba, un libro con tapas coloridas y un título que decía: «El Cuento de Elio y Tia». Al abrirlo, las palabras cobraban vida, cada frase, cada párrafo, era un pedazo del corazón de Tia, un puente que cruzaba el mar y unía Mallorca con Ibiza.
El cuento narraba las aventuras de un niño y su tía, en un mundo donde todo era posible. Había dragones amistosos, estrellas que contaban secretos y mares que brillaban bajo la luna. Elio se veía a sí mismo en cada página, y a Tia, siempre a su lado, incluso cuando no estaba físicamente.
Noche tras noche, Elio leía el cuento antes de dormir. Y aunque la distancia era la misma, su corazón se sentía más cerca de Tia. Cada palabra era un abrazo, cada oración un «te echo de menos» y cada punto final un «nos veremos pronto».
Los días pasaban, y Elio aprendió que aunque las personas que amamos a veces tienen que irse, el amor verdadero construye puentes inquebrantables. Tia, a través de su cuento, había enseñado a Elio una lección valiosa: el amor no conoce de distancias, y siempre encuentra la manera de mantenerse vivo.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.