Cuentos de Amor

El Encuentro en el Edificio

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Rengoku Kyojuro vivía en un edificio alto y moderno en el centro de la ciudad. Cada día, su rutina era similar: despertarse temprano, prepararse para la escuela, y despedirse de su madre antes de salir corriendo por el pasillo. Kyojuro era un chico alegre, con una sonrisa que iluminaba cualquier habitación. Su cabello rubio y despeinado siempre estaba alborotado, y sus ojos brillaban con entusiasmo.

En el mismo edificio, pero un par de pisos más abajo, vivía Akaza Souyama. Akaza era una niña tranquila y amable, conocida por su largo cabello negro que siempre caía en suaves ondas sobre sus hombros. Ella prefería pasar el tiempo en la biblioteca del edificio o en el pequeño jardín en la parte trasera, leyendo libros de aventuras y soñando con lugares lejanos.

Un día, mientras Kyojuro corría por el pasillo, chocó accidentalmente con Akaza, que llevaba una pila de libros. Los libros volaron por el aire y cayeron al suelo con un ruido sordo. Kyojuro, con su característica sonrisa, se disculpó rápidamente y comenzó a recoger los libros.

—Lo siento mucho, no te vi venir —dijo Kyojuro, entregándole los libros a Akaza.

—No te preocupes, fue un accidente —respondió Akaza con una sonrisa tímida—. Gracias por ayudarme.

Desde ese día, los encuentros entre Kyojuro y Akaza se volvieron más frecuentes. Descubrieron que ambos iban a la misma escuela, aunque en diferentes grados, y comenzaron a compartir el camino cada mañana. Kyojuro hablaba sin parar sobre sus clases y sus amigos, mientras que Akaza escuchaba atentamente, disfrutando de la compañía.

A medida que pasaban las semanas, Kyojuro y Akaza comenzaron a pasar más tiempo juntos fuera de la escuela. Se encontraban en el jardín del edificio, donde Akaza leía sus libros y Kyojuro la escuchaba con interés. Kyojuro descubrió que Akaza tenía un don para contar historias, y Akaza se dio cuenta de que la energía y la alegría de Kyojuro eran contagiosas.

Un día, mientras disfrutaban de un atardecer en el jardín, Kyojuro se armó de valor y decidió confesar lo que sentía.

—Akaza, hay algo que quiero decirte —dijo Kyojuro, su voz un poco más seria de lo habitual.

—¿Qué sucede, Kyojuro? —preguntó Akaza, sintiendo una mezcla de curiosidad y nerviosismo.

—Desde que te conocí, mis días han sido mucho más divertidos y emocionantes. Me gusta pasar tiempo contigo y escuchar tus historias. Creo que me estoy enamorando de ti.

Akaza sintió que su corazón latía más rápido. No sabía qué decir al principio, pero luego miró a Kyojuro a los ojos y vio la sinceridad en su mirada.

—Yo también siento lo mismo, Kyojuro —respondió Akaza con una sonrisa—. Me encanta estar contigo y compartir momentos juntos.

Desde ese momento, su relación se fortaleció. Continuaron yendo juntos a la escuela, compartiendo sus sueños y apoyándose mutuamente en todo. Kyojuro enseñó a Akaza a ser más extrovertida y a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, mientras que Akaza le mostró a Kyojuro la importancia de la paciencia y la reflexión.

Los otros vecinos del edificio comenzaron a notar el cambio en ambos. La energía positiva de Kyojuro y la amabilidad de Akaza se convirtieron en un faro de esperanza y alegría para todos. Incluso organizaron pequeños eventos para los niños del edificio, donde Kyojuro contaba historias emocionantes y Akaza ayudaba a los más pequeños a leer.

Un día, mientras paseaban por el parque cercano, encontraron un banco cubierto de flores. Kyojuro tomó la mano de Akaza y se sentaron juntos, observando el paisaje.

—Este lugar es hermoso —dijo Akaza, respirando el aire fresco y disfrutando de la vista.

—Sí, lo es. Pero sabes, Akaza, lo que realmente lo hace especial es que estoy aquí contigo —respondió Kyojuro, apretando suavemente su mano.

Con el tiempo, su amor continuó creciendo. Se apoyaron en los momentos difíciles y celebraron juntos los momentos felices. Descubrieron que el verdadero amor no se trata solo de los grandes gestos, sino de las pequeñas cosas que hacen cada día más especial.

Y así, en ese edificio alto y moderno, dos corazones jóvenes encontraron el amor y la felicidad en los pequeños momentos compartidos. La historia de Kyojuro y Akaza se convirtió en una leyenda en el edificio, recordando a todos que el amor puede florecer en los lugares más inesperados y que, a veces, todo lo que se necesita es una sonrisa y una mano amiga para transformar una simple amistad en un amor verdadero.

Fin

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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