Cuentos de Amor

El Espejo de los Deseos

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño y apacible pueblo rodeado de colinas y bosques, una casa antigua que llevaba mucho tiempo deshabitada. La gente del pueblo hablaba de ella en susurros, mencionando que en su interior había algo mágico, algo que la hacía diferente de todas las demás. Pero nadie se atrevía a entrar, salvo tres jóvenes, Leah, Axel y Brayan, cuya curiosidad era más fuerte que el miedo.

Leah, una chica con una energía inagotable, siempre había soñado con descubrir los secretos del mundo. Tenía un cabello castaño que caía en suaves ondas sobre sus hombros y unos ojos llenos de curiosidad. Axel, su mejor amigo, era todo lo contrario: atrevido, un poco imprudente, pero siempre dispuesto a hacer reír a Leah con sus ocurrencias. Su cabello rubio desordenado y su sonrisa pícara lo hacían parecer alguien que no conocía el miedo. Por último, estaba Brayan, el chico más reservado del grupo, con el cabello oscuro, gafas que siempre le resbalaban por la nariz, y una mente brillante que no podía dejar de analizar todo lo que veía. A pesar de sus diferencias, los tres eran inseparables.

Una tarde de otoño, mientras el sol se escondía detrás de las montañas, los tres amigos decidieron aventurarse dentro de la casa abandonada. Habían oído rumores de un espejo que podía conceder deseos, y aunque Axel no creía en esas cosas, Leah estaba convencida de que había algo especial en esa historia. Brayan, como siempre, estaba dispuesto a investigar cualquier cosa que le pareciera interesante, aunque no lo admitiera en voz alta.

—¿Estás segura de que es una buena idea, Leah? —preguntó Brayan mientras ajustaba sus gafas nerviosamente.

—¡Por supuesto! —respondió Leah, con una sonrisa llena de emoción—. ¿Qué es lo peor que podría pasar? Además, si el espejo realmente cumple deseos, ¡imagina lo que podríamos hacer!

—Yo creo que va a ser divertido —añadió Axel, adelantándose al grupo—. Tal vez pida algo como ser el chico más rápido del mundo o algo así.

Al cruzar el umbral de la puerta principal, el aire frío y el crujido del suelo bajo sus pies les provocaron escalofríos. La casa estaba en completo silencio, excepto por el suave murmullo del viento que entraba por las ventanas rotas. La luz del atardecer se filtraba por los rincones, creando sombras alargadas que hacían que todo pareciera más misterioso.

Después de explorar varias habitaciones polvorientas y vacías, llegaron a un salón en el centro de la casa. Allí, en la pared del fondo, encontraron el famoso espejo del que todos hablaban. Era mucho más grande de lo que imaginaban, con un marco dorado que estaba decorado con intrincados detalles en forma de corazones y enredaderas que parecían cobrar vida. El vidrio del espejo no reflejaba la sala como deberían hacerlo los espejos normales; en cambio, brillaba con un suave resplandor, como si dentro de él se escondiera una energía desconocida.

—Wow… —murmuró Leah, acercándose cautelosamente al espejo—. Es hermoso.

Axel se rió, tratando de aliviar la tensión que sentía en el aire. —¿Así que este es el famoso espejo de los deseos? ¿Cómo se supone que funciona? ¿Solo dices lo que quieres y ya está?

Brayan, con los brazos cruzados, observaba detenidamente el espejo. —He leído sobre objetos mágicos en varios libros. Normalmente, tienen reglas específicas… Pero no tenemos forma de saber cómo funciona este.

Leah, sin perder el entusiasmo, decidió probar su suerte. Se colocó frente al espejo, cerró los ojos y dijo en voz alta: —Deseo… deseo saber qué es el verdadero amor.

Durante unos segundos, no pasó nada. Axel levantó una ceja y se disponía a hacer un comentario sarcástico, cuando de repente, el espejo comenzó a brillar con más intensidad. El resplandor llenó la sala, y en su superficie comenzaron a formarse imágenes.

Las imágenes mostraban a Leah, Axel y Brayan en diferentes situaciones. Leah vio cómo Axel la ayudaba cuando se lastimaba, cómo Brayan la escuchaba cuando necesitaba hablar, y cómo, en cada momento, el amor no era algo romántico o fantasioso, sino una serie de pequeños gestos que demostraban cuidado y amistad. El amor verdadero, parecía decir el espejo, no siempre era grandioso y espectacular, sino algo que se construía día a día con actos de bondad y comprensión.

Leah retrocedió, impactada por lo que acababa de ver. —Es… increíble.

Axel, curioso, se acercó al espejo. —Déjame intentarlo. Deseo… deseo saber lo que significa ser amado de verdad.

El espejo volvió a brillar, y esta vez mostró imágenes de Axel siendo apreciado por sus amigos y su familia. Vio cómo su madre lo abrazaba después de un mal día, cómo Leah siempre lo apoyaba en sus locuras, y cómo Brayan, a su manera silenciosa, siempre estaba ahí para él, incluso cuando no se daban cuenta. Para Axel, el amor no era solo algo que se recibía, sino algo que se daba libremente sin esperar nada a cambio.

Brayan, el más escéptico de los tres, se quedó atrás, observando todo en silencio. No estaba seguro de querer pedir un deseo, pero después de un momento de reflexión, se acercó lentamente al espejo.

—Deseo… deseo entender el amor desde el punto de vista de los demás —dijo finalmente.

El espejo, fiel a su naturaleza mágica, mostró a Brayan escenas de su vida, pero esta vez a través de los ojos de otras personas. Vio cómo Leah apreciaba su inteligencia y su capacidad para escuchar, cómo Axel valoraba su lealtad y su disposición a ayudar, y cómo su familia lo quería profundamente, aunque no siempre lo expresaran en palabras. Brayan se dio cuenta de que el amor no era algo que debía ser entendido de manera lógica o racional, sino algo que se experimentaba y se sentía en los momentos más simples.

El espejo, habiendo cumplido los deseos de los tres amigos, comenzó a perder su brillo lentamente, hasta que finalmente volvió a ser un espejo normal.

—Esto es… mucho más de lo que esperaba —dijo Leah, rompiendo el silencio que había caído sobre ellos.

Axel asintió, con una expresión pensativa poco habitual en él. —Supongo que el amor no es algo que puedas pedir o esperar que suceda de una manera específica. Es algo que siempre está ahí, en los pequeños momentos.

Brayan, aunque no dijo nada, sonrió para sí mismo. Por primera vez, se sentía más conectado con sus amigos y entendía que el amor era algo que todos compartían, aunque no siempre fuera obvio.

Salieron de la casa en silencio, cada uno perdido en sus pensamientos, pero con una sensación de cercanía renovada entre ellos. El espejo había cumplido sus deseos, no con grandes gestos o regalos, sino con una comprensión más profunda de lo que significaba el amor en sus vidas.

Desde ese día, la relación entre Leah, Axel y Brayan se fortaleció. Aprendieron que el amor no era solo algo que se encontraba en las historias de hadas, sino algo que vivían cada día, en las risas compartidas, en el apoyo mutuo y en los momentos de silencio. Y aunque nunca volvieron a entrar en aquella casa, el espejo y las lecciones que les enseñó permanecieron con ellos para siempre.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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