Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y valles, un lugar mágico donde el tiempo parecía detenerse. El pueblo se llamaba Elza, y estaba habitado por personas amables y trabajadoras que vivían en armonía con la naturaleza. En el corazón del pueblo, había una plaza central donde se encontraba una antigua fuente de piedra con un lazo de piedra tallado en su centro.
La historia comienza con Mia, una niña de 11 años que vivía en Elza. Mia era curiosa y aventurera, con ojos brillantes y cabello oscuro que le caía en forma de cascada por su espalda. Le encantaba explorar el pueblo y descubrir sus secretos. Un día, mientras paseaba por la plaza, vio a Oliver, un chico de su edad que había llegado al pueblo con su familia unos días antes. Oliver era alto y delgado, con ojos azules y cabello rubio que le caía en forma de melena sobre su frente.
Mia se sintió atraída por Oliver desde el primer momento en que lo vio. Le pareció misterioso y fascinante, y se sintió ansiosa por conocerlo mejor. Así que, con una sonrisa valiente, se acercó a él y se presentó. Oliver se sintió un poco sorprendido por la repentina aparición de Mia, pero se sintió a gusto con su presencia y se presentó a su vez.
Mientras hablaban, se les unió Alex, un chico un poco mayor que ellos, con ojos negros y cabello oscuro que le caía en forma de puntas sobre su frente. Alex era un poco gruñón, pero tenía un corazón de oro y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás. Le gustaba pasear por el pueblo y conocer a las personas que vivían allí.
Los tres niños comenzaron a pasear juntos por el pueblo, explorando sus calles y plazas. Mientras caminaban, se les unió Sol, una niña un poco más pequeña que ellos, con ojos brillantes y cabello rubio que le caía en forma de cascada sobre su espalda. Sol era una niña muy curiosa y siempre estaba preguntando cosas, lo que a veces podía ser un poco cansado para los demás.
Mientras paseaban, los niños llegaron a la fuente de piedra en el centro de la plaza. De repente, Sol se detuvo y miró fijamente el lazo de piedra tallado en la fuente. «¿Qué es esto?», preguntó con curiosidad. Mia se acercó a la fuente y miró el lazo. «No lo sé», respondió. «Pero parece antiguo».
De repente, una figura emerge de la multitud. Se trataba de Fatima, una anciana que vivía en el pueblo desde que era una niña. Fatima era una mujer sabia y amable, con ojos negros y cabello gris que le caía en forma de cascada sobre su espalda. «¿Qué pasa aquí?», preguntó con una sonrisa.
Los niños se sintieron un poco sorprendidos por la repentina aparición de Fatima, pero se sintieron a gusto con su presencia. «Estábamos mirando el lazo de piedra», respondió Mia. Fatima se acercó a la fuente y miró el lazo. «Ah, sí», dijo. «Ese es el lazo invisible que une el pasado y el presente».
«¿Qué significa?», preguntó Sol con curiosidad. Fatima se sentó en el borde de la fuente y comenzó a contar una historia. «Hace muchos años, en este pueblo, había una pareja que se amaba profundamente. Se llamaban Lucas y Sofía. Eran muy felices juntos, pero un día, Lucas tuvo que irse del pueblo para buscar trabajo. Sofía se quedó en el pueblo, esperando su regreso».
«¿Y qué pasó?», preguntó Oliver con interés. Fatima continuó la historia. «Lucas y Sofía se escribieron cartas durante mucho tiempo, pero un día, las cartas dejaron de llegar. Sofía se sintió desesperada y no sabía qué había pasado con Lucas. Así que, un día, decidió ir en su busca».
«¿Y encontró a Lucas?», preguntó Alex. Fatima sonrió. «Sí, la encontró. Pero cuando llegó a la ciudad donde vivía Lucas, descubrió que él había contraído una enfermedad grave y había muerto poco después. Sofía se sintió devastada y decidrió regresar al pueblo».
Mientras Fatima continuaba la historia, los niños se sintieron cada vez más emocionados. «¿Y qué pasó con Sofía?», preguntó Sol. Fatima continuó. «Sofía regresó al pueblo y se sintió sola y desesperada. Así que, un día, decidió tallar el lazo de piedra en la fuente para recordar a Lucas y el amor que compartieron».
«¿Y qué hay con el lazo invisible?», preguntó Mia. Fatima sonrió. «El lazo invisible es el amor que une a Sofía y Lucas, incluso después de la muerte. Es el amor que une a todas las personas que se han amado en este pueblo a lo largo de los años».
Mientras Fatima terminaba la historia, los niños se sintieron conmovidos por la historia de Sofía y Lucas. Se dieron cuenta de que el amor es algo que puede trascender el tiempo y la muerte. De repente, Sol se acercó a Mia y la abrazó. «Me alegra que estés aquí», dijo.
Mia se sintió conmovida por el abrazo de Sol y se dio cuenta de que también se sentía a gusto con su presencia. De repente, Oliver se acercó a Mia y la tomó de la mano. «Me alegra que estés aquí también», dijo.
Mia se sintió un poco sorprendida por la repentina toma de la mano de Oliver, pero se sintió a gusto con su presencia. De repente, Alex se acercó a ellos y los rodeó con su brazo. «Me alegra que estén todos aquí», dijo.
En ese momento, los niños se dieron cuenta de que habían formado un lazo invisible que los unía a todos. Un lazo que era más fuerte que cualquier obstáculo y que los haría sobrevivir a cualquier desafío. Y mientras se abrazaban, se dieron cuenta de que el lazo invisible que une el pasado y el presente era algo que siempre estaría allí, recordándolos del poder del amor y la amistad.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.