Había una vez en un pequeño pueblo, una familia muy especial compuesta por Papá, Mamá y su hijo Damián. Papá era un hombre trabajador y dedicado, siempre dispuesto a dar todo por su familia. Tenía el cabello corto y castaño, y sus ojos reflejaban una profunda bondad. Mamá, con su cabello rubio y largo, siempre sonreía, iluminando cualquier habitación con su presencia. Damián, un niño de cabello rizado y una sonrisa traviesa, era el orgullo y alegría de sus padres.
Desde que Damián era muy pequeño, Papá siempre estuvo a su lado, enseñándole, jugando con él y mostrándole el mundo. Aunque trabajaba muchas horas para asegurar que su familia tuviera todo lo necesario, siempre encontraba tiempo para estar con su hijo y su esposa.
Una tarde de verano, mientras jugaban en el parque, Damián se detuvo y miró a su papá con seriedad.
—Papá, ¿por qué siempre haces todo por nosotros? —preguntó Damián con curiosidad.
Papá sonrió y se agachó para estar a la altura de su hijo.
—Porque los amo, Damián. Y cuando amas a alguien, haces todo lo posible por su felicidad y bienestar.
Damián lo miró pensativo y luego sonrió, comprendiendo un poco más el gran amor que su padre les tenía.
Un día, Papá llegó a casa con una gran noticia. Había recibido una oportunidad de trabajo en otra ciudad, un trabajo que podría asegurar un futuro mejor para su familia. Sin embargo, también significaba que tendría que pasar más tiempo fuera de casa. Mamá y Damián lo apoyaron, comprendiendo que Papá siempre hacía lo mejor para ellos.
Aunque los días eran más largos y las noches parecían más frías sin Papá en casa, Mamá y Damián se mantenían fuertes, sabiendo que pronto estarían juntos de nuevo. Papá llamaba todas las noches, contando historias sobre su día y escuchando con atención las aventuras de Damián en la escuela.
Una noche, mientras hablaban por teléfono, Damián le dijo a su papá:
—Te extraño mucho, Papá. ¿Cuándo volverás?
—Muy pronto, hijo —respondió Papá con ternura—. Y cuando vuelva, celebraremos con una gran fiesta.
Finalmente, después de varios meses de trabajo duro, Papá regresó a casa. La familia lo recibió con abrazos y sonrisas. Mamá había preparado una deliciosa cena y Damián no paraba de hablar sobre todas las cosas que quería hacer con su papá.
Esa noche, después de la cena, Papá llevó a Damián al jardín y se sentaron juntos bajo las estrellas.
—Damián, quiero que sepas algo —dijo Papá, mirando al cielo—. No importa cuán difícil sea o cuánto tenga que trabajar, siempre estaré aquí para ti y para Mamá. Ustedes son lo más importante en mi vida.
Damián sonrió y abrazó a su papá con fuerza.
—Lo sé, Papá. Eres el mejor papá del mundo.
Los días siguientes estuvieron llenos de risas y aventuras. Papá, Mamá y Damián aprovecharon cada momento juntos, creando recuerdos inolvidables. Papá le enseñó a Damián a montar en bicicleta, a volar una cometa y a construir una casita en el árbol. Mamá les acompañaba y tomaba fotos, capturando cada momento de felicidad.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.