Había una vez una familia muy especial que vivía en un pequeño pueblo rodeado de árboles y flores. La familia estaba formada por Emanuel, Regina y sus dos hijas, Francesca y Yuliana. Francesca tenía 6 años y era una niña muy curiosa y llena de alegría. Siempre estaba buscando nuevas formas de divertirse y de hacer reír a su hermanita Yuliana, que tenía 4 años. Yuliana, por su parte, era juguetona y siempre seguía a su hermana en todas las aventuras que inventaban juntas.
Emanuel y Regina amaban profundamente a sus hijas. Cada día, se sentían agradecidos por poder verlas crecer, jugar y aprender. En su hogar, siempre había risas, canciones y abrazos. Emanuel tenía un gran talento para contar cuentos, y cada noche, antes de dormir, se sentaban todos juntos en la sala para escuchar las historias que él inventaba.
Una de las actividades favoritas de Francesca y Yuliana era jugar a la escondida. Emanuel y Regina se escondían detrás de los muebles o entre las cortinas, y las niñas corrían por toda la casa buscándolos. Cuando finalmente los encontraban, estallaban en carcajadas y se abrazaban con fuerza. Otro juego que les encantaba era construir castillos con sábanas y sillas. Francesca era la arquitecta, y Yuliana la decoradora, llenando el «castillo» con sus peluches y juguetes favoritos.
Los días en familia estaban llenos de amor. Emanuel y Regina siempre buscaban nuevas formas de sorprender a sus hijas, ya fuera preparando un picnic en el jardín, inventando nuevas canciones o haciendo manualidades juntos. Francesca y Yuliana también tenían su propio tren de aventuras. Emanuel se convertía en el maquinista, y las niñas, con sombreros de papel, subían al tren imaginario que las llevaba a los lugares más fantásticos que podían imaginar.
Una noche, después de un día lleno de juegos y risas, Emanuel y Regina se sentaron con Francesca y Yuliana para contarles una gran noticia.
—Niñas, ¿saben qué? —dijo Regina con una gran sonrisa—. Le hemos pedido a Dios un regalo muy especial.
Francesca y Yuliana se miraron con curiosidad. ¿Qué podría ser ese regalo tan especial?
—Le pedimos a Dios un hermanito para ustedes —continuó Emanuel—. Y adivinen qué… ¡Dios dijo que sí!
Los ojos de Francesca se abrieron de par en par, llenos de emoción.
—¡Vamos a tener un bebé! —exclamó, saltando de alegría.
Yuliana también comenzó a aplaudir, aunque no entendía completamente lo que significaba, pero sabía que debía ser algo maravilloso si sus padres y su hermana estaban tan felices.
Desde ese día, la casa se llenó de aún más amor y emoción. Francesca y Yuliana comenzaron a preparar todo para la llegada de su hermanito. Juntas, dibujaron coloridos dibujos para decorar la habitación del bebé, y Regina les enseñó a hacer pequeñas manualidades que luego colgaron en la cuna. Cada noche, mientras Emanuel contaba sus cuentos, las historias comenzaron a incluir un nuevo personaje: el Bebecito que estaba por llegar.
Los días pasaron rápidamente, y pronto llegó el momento en que Emanuel y Regina tuvieron que ir al hospital para recibir a su nuevo hijo. Francesca y Yuliana esperaron ansiosas en casa con su abuela, preguntándose cómo sería tener un bebé en casa.
Cuando Emanuel y Regina regresaron, traían en sus brazos a un pequeño bebé envuelto en una suave manta. Francesca y Yuliana se acercaron con cuidado, mirando con asombro a su nuevo hermanito.
—Él es Bebecito —dijo Regina con voz suave—. Su nombre es Matías.
Francesca y Yuliana sonrieron, emocionadas de conocer finalmente al Bebecito del que tanto habían hablado. Matías, con sus pequeños ojos cerrados, parecía estar soñando, ajeno al amor inmenso que lo rodeaba.
Los días que siguieron estuvieron llenos de nuevas experiencias. Francesca y Yuliana descubrían lo que significaba ser hermanas mayores. Les gustaba sentarse cerca de la cuna de Matías y cantarle canciones suaves para que durmiera tranquilo. También inventaron nuevos juegos en los que Matías, aunque aún era muy pequeño para jugar, siempre estaba presente como el centro de atención.
Una tarde, mientras jugaban en el jardín, Emanuel sugirió una nueva aventura.
—¿Qué les parece si hacemos un tren especial que nos lleve a un lugar mágico? —propuso.
Francesca y Yuliana, emocionadas como siempre, aceptaron la idea. Emanuel preparó el «tren» usando algunas cajas y almohadas, y con Matías en brazos, se convirtieron en la familia de exploradores más feliz del mundo. Recorrieron su jardín imaginario, visitando castillos, montañas y mares, todo sin salir de casa.
Con el tiempo, Francesca y Yuliana se dieron cuenta de que, aunque Matías era pequeño, el amor en su familia se había multiplicado. Todo lo que antes hacían juntas ahora lo hacían con Bebecito, quien llenaba de alegría cada rincón de la casa. Emanuel y Regina, siempre atentos, observaban con ternura cómo sus hijas se adaptaban al cambio, llenando de besos y caricias a su hermanito.
Una noche, después de que todos los niños estuvieran acostados, Emanuel y Regina se miraron y sonrieron, sabiendo que Dios les había bendecido con la familia más maravillosa que podían imaginar. El amor que sentían el uno por el otro y por sus hijos era tan fuerte que parecía que nada en el mundo podría romperlo.
Y así, la familia de Emanuel, Regina, Francesca, Yuliana y Matías siguió creciendo y compartiendo momentos llenos de amor y felicidad. Cada día era una nueva aventura, una oportunidad para reír, jugar y aprender juntos. Sabían que, con Dios en sus corazones y el amor que los unía, siempre estarían acompañados, sin importar a dónde los llevara el tren de la vida.
Fin del cuento.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.