Había una vez, en un soñador reino llamado Tableria, un espléndido castillo donde vivían un Rey y una Reina. El Rey, que se llamaba Don Rincón, era un hombre noble y justo, siempre preocupado por el bienestar de su pueblo. La Reina, conocida como Doña Almendra, era famosa en todo el reino por su belleza y su dulzura, además de tener un corazón lleno de amor. Juntos, formaban una pareja muy querida, y todos en Tableria hablaban de su amor verdadero.
Un día, mientras se celebraba una gran fiesta en el castillo por la llegada de la primavera, la Reina se sintió un poco triste. A pesar de que todos estaban riendo y disfrutando, ella anhelaba algo más. Quería vivir una aventura, experimentar la emoción de algo inesperado. Así que, en un momento de impulso, decidió que necesitaba salir y explorar el bosque mágico que rodeaba el castillo. Con una mirada decidida, le dijo al Rey:
—Querido Don Rincón, voy a dar un paseo al bosque. Me gustaría tener una pequeña aventura.
El Rey, aunque preocupado, entendió que su amada necesitaba un poco de emoción en su vida. Así que la dejó ir, dándole un beso suave antes de partir. La Reina se adentró en el bosque, donde los árboles eran altos y el aire estaba perfumado por las flores. Mientras caminaba, vio un rayo de luz que se filtraba entre las ramas. Se acercó para investigar y, de pronto, encontró a un pequeño Peón llamado Pipo, que estaba triste.
—¿Qué te sucede, pequeño amigo? —preguntó la Reina con su voz suave como el canto de los pájaros.
—Oh, reina dulce, —sollozó Pipo—, he perdido a mi grupo y no sé cómo regresar al campo de juego.
La Reina, sintiendo su tristeza, decidió ayudarlo. Juntos comenzaron a buscar al grupo de Pipo por el bosque. Mientras caminaban, también encontraron a un Caballo de hermoso pelaje y una sonrisa amistosa. Se llamaba Rocinante.
—¿Qué les preocupa? —preguntó Rocinante.
—Hemos perdido a su grupo de Peones —dijo la Reina—, y estamos buscando la manera de ayudarlo.
Rocinante decidió unirse a ellos. Juntos, continuaron su búsqueda, y en su camino, encontraron a un Alfil muy astuto llamado Alfilfil, que estaba jugando con sus movimientos en el claro del bosque.
—¿Qué les trae por aquí? —preguntó Alfilfil, al ver a la Reina, Pipo, y Rocinante.
—Estamos en busca del grupo de Pipo —dijo la Reina—. ¿Podrías ayudarnos?
Alfilfil sonrió y dijo:
—¡Claro! Con mi astucia, podré guiarlos a través de este bosque. Pero antes, tengo un acertijo para ustedes. Si lo resuelven, les daré la dirección correcta.
Los amigos asintieron, dispuestos a escuchar el acertijo.
—Soy un símbolo del amor, y a veces me dan en forma de joyas. ¿Qué soy?
Pipo, Racicante y la Reina se miraron entre ellos, pensando y pensando. Finalmente, Doña Almendra sonrió al recordar lo que había aprendido en su infancia.
—¡Eres un corazón! —exclamó la Reina.
—¡Correcto! —dijo Alfilfil—. Ahora, sigan el camino hacia la derecha y encontrarán a los demás Peones.
Los cuatro amigos siguieron las instrucciones de Alfilfil y, después de un rato, llegaron a un claro donde se encontraban todos los Peones que estaban preocupados por Pipo. Al ver a su compañero, todos gritaron de alegría.
—¡Pipo! —gritaron—. ¡Estábamos tan asustados!
Pipo se sintió aliviado y agradecido por la ayuda de la Reina, Rocinante y Alfilfil. En ese momento, la Reina se dio cuenta de que había encontrado algo más que una aventura; había descubierto lo importante que era la amistad y la unión.
Fue así que, después de asegurarse de que todos los Peones estaban juntos, la Reina decidió que era hora de regresar al castillo. Al despedirse de sus nuevos amigos, prometió que siempre que necesitaban ayuda, ella estaría dispuesta a acudir al llamado de su corazón.
Mientras caminaban de regreso, el Rey Don Rincón ya los esperaba con ansias. Cuando vio que la Reina volvía con una gran sonrisa, su corazón se llenó de alegría. La Reina le contó toda su aventura, y el Rey la escuchó atentamente, satisfecho de que su amada había tenido la oportunidad de experimentar algo nuevo.
—Es maravilloso, querida —dijo el Rey—, pero me alegra aún más saber que encontraste nuevos amigos en el camino.
Los Peones agradecieron a la Reina por su bondad y la amistad que habían encontrado en su camino. Fue así como crearon un fuerte lazo con todos los personajes involucrados, sabiendo que cuando uno está dispuesto a ayudar, siempre se vuelve a encontrar en el amor de la amistad.
Desde entonces, no hubo celebración en Tableria que no incluyera a los nuevos amigos: el intrépido Peón Pipo, el hermoso Caballo Rocinante, el astuto Alfilfil y, por supuesto, la Reina Doña Almendra y el Rey Don Rincón. Siempre recordaban que el amor no solo está en los romances de cuento, sino también en los lazos que uno forma en la vida, en la amistad y en el deseo de ayudar a los demás.
Así, la vida en Tableria continuó llena de grandes aventuras y amistades, demostrando que el verdadero amor se encuentra en los gestos desinteresados, siempre dispuestos a ayudar y a compartir el cálido abrazo de la unión.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.