En un pequeño y pintoresco pueblo, donde las calles de adoquines relucían bajo el sol y las risas de los niños resonaban en el aire, vivían dos hermanos, Víctor y Evelyn. Víctor, con sus rizos rebeldes y una sonrisa contagiosa, era conocido por su espíritu aventurero, mientras que Evelyn, con su largo cabello lacio y sus ojos llenos de curiosidad, era la voz de la razón que equilibraba las travesuras de su hermano. Juntos formaban un dúo inseparable, admirados por su valentía y bondad.
Un día soleado, mientras se dirigían a la tienda de Génesis, un lugar mágico para los niños del pueblo, lleno de golosinas y juguetes, encontraron algo inesperado en su camino. Allí, en medio del camino de tierra, brillaba una moneda antigua, cuyo brillo atrajo inmediatamente su atención. Víctor la recogió y la examinó con asombro, mientras Evelyn miraba con curiosidad.
«¿Qué haremos con ella?» Preguntó Evelyn, pensativa.
«Podríamos comprar muchos dulces con esto,» dijo Víctor, con una sonrisa traviesa.
Pero algo en la mirada seria de Evelyn hizo que Víctor reconsiderara. «O podríamos encontrar a su dueño,» sugirió ella. «Sería lo correcto.»
Así, con la moneda en mano, los hermanos se dirigieron a la tienda de Génesis, no sin antes pasar por las casas de sus amigos – Ingrid, Cecilia, Diana, Daniela, Maholy, Emely, Adriana y Kristel – preguntando si sabían de alguien que hubiera perdido una moneda. Ninguno de ellos había perdido tal objeto, pero todos admiraron la honestidad de los hermanos.
Al llegar a la tienda, la misma pregunta fue hecha a Génesis, el amable dueño, quien tras un momento de reflexión, les contó sobre Damaris, una niña del vecindario que había estado buscando desesperadamente una moneda antigua que había perdido, un recuerdo de su abuelo.
Los ojos de Víctor y Evelyn se iluminaron con la emoción de poder ayudar. Rápidamente, fueron en busca de Damaris, una niña pequeña con ojos brillantes y una sonrisa tímida. Al ver la moneda, sus ojos se llenaron de lágrimas de alegría.
«¡Es la moneda de mi abuelo!» Exclamó, abrazando la moneda contra su pecho. «Pensé que la había perdido para siempre. ¿Cómo puedo agradecerles?»
«Ver tu sonrisa es más que suficiente,» respondió Evelyn, mientras Víctor asentía con una sonrisa orgullosa.
La noticia del buen acto de Víctor y Evelyn se extendió rápidamente por el pueblo. La gente comenzó a hablar de la importancia de la honestidad y la empatía, y cómo estos valores fortalecen los lazos comunitarios. Los hermanos se convirtieron en un ejemplo a seguir, no solo para los niños, sino también para los adultos.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.