Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo llamado Belén, nació un niño muy especial llamado Jesús. Su nacimiento no fue como el de cualquier otro bebé. María, su madre, estaba prometida a José, un hombre justo y bueno. Ellos vivían en un tiempo en que el mundo esperaba un gran cambio, porque Dios Padre tenía un plan maravilloso para enviar a su Hijo al mundo: un niño que traería amor, paz y sabiduría a todas las personas. Así lo relata el Evangelio según San Mateo, en la versión TBC: “María, su madre, dio a luz a su hijo primogénito y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada” (Mateo 1:25).
Desde el primer momento, se pudo ver que Jesús era un niño diferente. Los pastores y luego unos sabios, llamados Reyes Magos, vinieron a adorarlo, reconociendo que él era el Rey prometido. Estos Reyes, guiados por una estrella brillante, llevaron regalos muy especiales: oro, incienso y mirra. Pero había un rey en ese tiempo, llamado Herodes, que se llenó de temor al oír hablar del nacimiento de Jesús. Él tenía miedo de perder su poder porque sabía que este niño traería un cambio grande. Por eso, para proteger a Jesús, José recibió un mensaje en sueños de un ángel que le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y quédate allí hasta que yo te diga, porque Herodes buscará al niño para matarlo” (Mateo 2:13).
José obedeció, y así Jesús, María y José salieron de noche hacia Egipto para escapar del peligro. Después de un tiempo, cuando Herodes murió, el ángel volvió a aparecer y les indicó que era seguro regresar a su tierra. Pero en lugar de volver a Belén, se quedaron en un pueblo llamado Nazaret, donde Jesús crecería rodeado del amor de su familia.
Aunque Jesús tuvo una infancia sencilla, no fue libre de dificultades. A veces, como en cualquier familia, tenían que adaptarse y aprender juntos. María y José siempre cuidaron de Jesús y le enseñaron a ser obediente y humilde. Él aprendió a ayudar en las tareas del hogar y a ser un niño amable con todos en el pueblo.
A los doce años, Jesús vivió un momento muy importante que nos muestra cuánto amaba a Dios y cómo quería aprender más de Él. En aquella época, era una tradición que los niños asistieran al templo para aprender las enseñanzas de Dios. Así, un día Jesús fue con sus padres a Jerusalén para celebrar la Pascua. Pero después de la fiesta, mientras sus padres regresaban, no se dieron cuenta de que Jesús se había quedado en el templo. Cuando lo buscaron, lo encontraron tres días después discutiendo con los maestros y doctores de la ley, quienes estaban asombrados por su sabiduría. Jesús les dijo a sus padres: “¿No sabíais que me es necesario estar en las cosas de mi Padre?” (Mateo 2:49, adaptado). Esto nos enseña que Jesús siempre puso a Dios primero en su vida, desde muy pequeño.
Los versículos clave que podemos aprender y memorizar de estas primeras etapas de la vida de Jesús son: “Salve, llena de gracia, el Señor está contigo” (Mateo 1:23) y “Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia inteligencia” (adaptado para niños). Estos nos recuerdan que Jesús vino del amor de Dios Padre y que debemos confiar siempre en Él para guiarnos.
Cada experiencia en la infancia de Jesús nos deja una enseñanza importante. Su nacimiento humilde nos enseña que la verdadera grandeza no está en los palacios ni en las riquezas, sino en el amor y la sencillez. La protección que su familia recibió nos muestra que Dios siempre cuida a quienes lo aman, incluso en los momentos difíciles. Y el momento en el templo nos deja claro que es importante buscar y aprender la palabra de Dios desde jóvenes, porque en Él encontraremos la sabiduría para vivir bien.
En esta historia también aparecen otros personajes que jugaron roles importantes. María, una madre valiente y humilde; José, un hombre justo y protector; los Reyes Magos, que reconocieron en Jesús algo muy especial; los pastores, que celebraron su llegada con alegría; y Herodes, el rey que tenía miedo al amor y la verdad que Jesús traería. Cada uno de ellos nos ayuda a entender que en la vida hay personas que nos apoyan y otras que presentan desafíos, pero Dios siempre está con nosotros para guiarnos y protegernos.
Además de la narrativa, se pueden imaginar páginas ilustradas para colorear que muestren cada escena: el nacimiento de Jesús en el pesebre con María y José, la visita de los Reyes Magos con sus regalos, la huida a Egipto bajo la noche estrellada, y la reunión en el templo de Jerusalén con Jesús hablando con los maestros. Estos dibujos acompañarían la historia y animarían a los niños a reflexionar mientras se divierten pintando.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.