Cuentos de Amor

Los Mejores Amigos

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo lleno de colores y alegría, cuatro amigos inseparables: Antonio, David, Fernanda y Alejandra. Estos cuatro niños eran como los dedos de una mano, siempre juntos, compartiendo risas, juegos y secretos.

Antonio era un niño con el cabello castaño y corto, y unos ojos azules como el cielo. Le encantaba jugar al fútbol y siempre llevaba una sonrisa en el rostro. David, su mejor amigo, tenía el cabello rizado y negro, y unos ojos marrones llenos de curiosidad. David era muy creativo y siempre tenía una nueva idea para un juego o una aventura.

Fernanda, con su largo cabello rubio y ojos verdes, era la más dulce del grupo. Le gustaba mucho leer y siempre tenía un libro nuevo que contar a sus amigos. Finalmente, Alejandra, con su cabello liso y negro, y ojos color avellana, era muy valiente y decidida. Le encantaba trepar árboles y explorar nuevos lugares.

Cada día, después de la escuela, los cuatro amigos se encontraban en el parque del barrio. Era un lugar mágico para ellos, con columpios, un tobogán gigante y muchos rincones donde inventar historias. Pasaban horas y horas jugando, riendo y creando recuerdos que durarían para siempre.

Un día, mientras jugaban en el parque, Antonio notó que algo había cambiado. Cada vez que veía a Fernanda reír o concentrarse en un libro, sentía un calorcito en su pecho que no entendía. David, por su parte, se daba cuenta de que su corazón latía más rápido cuando Alejandra lo retaba a una carrera o le sonreía con complicidad. Ninguno de los dos sabía muy bien qué significaban esos nuevos sentimientos, pero decidieron guardarlos en secreto por miedo a que las cosas cambiaran entre ellos.

A medida que pasaba el tiempo, estos sentimientos se hicieron más fuertes. Antonio empezó a buscar excusas para estar cerca de Fernanda, como ayudarla con sus libros o invitarla a jugar a algo nuevo. Fernanda, aunque al principio no entendía por qué Antonio se comportaba así, empezó a disfrutar de su compañía más que antes. David, por otro lado, comenzó a inventar aventuras más emocionantes para impresionar a Alejandra, quien siempre aceptaba sus retos con una sonrisa.

Una tarde, mientras jugaban a las escondidas, Antonio y Fernanda se encontraron en un rincón del parque, detrás de un gran árbol. Estaban solos y, por un momento, el mundo exterior desapareció. Antonio, nervioso, decidió confesar lo que sentía. «Fernanda, hay algo que quiero decirte… Me gustas mucho, más que como amiga.» Fernanda, sorprendida pero feliz, respondió con una sonrisa tímida: «Antonio, tú también me gustas mucho.»

Al mismo tiempo, David y Alejandra estaban trepando a su árbol favorito. Cuando llegaron a la cima, David tomó una profunda respiración y dijo: «Alejandra, eres la niña más increíble que he conocido. Me gustas mucho.» Alejandra, que había estado esperando este momento, sonrió y dijo: «David, tú también me gustas mucho.»

Después de ese día, las cosas cambiaron un poco para los cuatro amigos, pero en el mejor sentido. Ahora no solo compartían una gran amistad, sino también un cariño especial que hacía que su vínculo fuera aún más fuerte. Aprendieron que el amor no siempre tiene que ser complicado, y que los mejores sentimientos a menudo nacen de las amistades más sinceras.

Continuaron jugando y riendo juntos, creando nuevos recuerdos y viviendo aventuras. A veces se tomaban de las manos o se sonrojaban cuando sus miradas se encontraban, pero siempre sabían que lo más importante era la amistad que los había unido desde el principio.

Un día, mientras se sentaban bajo el gran árbol, Alejandra tuvo una idea. «¿Por qué no hacemos una cápsula del tiempo?» Los otros tres la miraron con curiosidad. «Podemos poner dentro nuestros recuerdos y promesas, y enterrarla aquí en el parque. Así, en el futuro, cuando seamos mayores, podremos desenterrarla y recordar todos estos momentos.»

A todos les encantó la idea, y pasaron las siguientes semanas reuniendo pequeños objetos que representaban su amistad: un libro de Fernanda, una pelota de fútbol de Antonio, un dibujo de David y una pulsera hecha por Alejandra. También escribieron cartas donde expresaban sus sentimientos y promesas para el futuro.

Cuando la cápsula estuvo lista, la enterraron bajo su árbol favorito y se hicieron una promesa solemne: «Siempre seremos amigos, no importa qué pase.»

Y así, los cuatro amigos crecieron juntos, enfrentando nuevos desafíos y aventuras, pero siempre unidos por el amor y la amistad que los había acompañado desde pequeños. Aprendieron que el verdadero amor puede empezar con una amistad sincera y que, con cariño y respeto, cualquier relación puede florecer y durar para siempre.

Este fue el inicio de muchas otras historias, porque para Antonio, David, Fernanda y Alejandra, cada día era una nueva oportunidad para demostrar el amor y la amistad que los unía. Y así, en su pequeño pueblo lleno de colores y alegría, vivieron felices, sabiendo que juntos podían enfrentar cualquier cosa que la vida les pusiera por delante.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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