Cuentos de Amor

Lunita y el Viaje hacia el Corazón

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Marina era una niña de once años que vivía en una casa luminosa y alegre. Su pelo rubio brillaba bajo el sol, y su sonrisa era capaz de iluminar incluso los días más grises. Había pasado la mayor parte de su vida en su hogar, rodeada de la calidez de su familia y la belleza de su jardín. Sin embargo, a medida que los días pasaban, Marina comenzaba a sentir que algo faltaba en su vida. Anhelaba aventuras, conocer el mundo exterior y descubrir quién era realmente.

Un día, después de mucho pensarlo, decidió que era hora de salir y explorar más allá de su vecindario. Se sentía rara y nerviosa, pero estaba dispuesta a enfrentarse a sus temores. Con una mochila llena de provisiones, se despidió de su madre y salió por la puerta, lista para vivir su propia aventura.

El sol brillaba en el cielo, y el aire fresco la animaba a dar pasos firmes. Marina caminó por las calles, observando a la gente pasar, disfrutando de los colores y sonidos que la rodeaban. Sin embargo, a medida que avanzaba, comenzó a sentir un nudo en el estómago. La emoción se mezclaba con el miedo, y le costaba mantenerse firme en su decisión.

Fue entonces cuando, de repente, se encontró con un niño que la miraba desde un parque cercano. Era Benja, un chico guapo de su edad, con ojos amables y una sonrisa que reflejaba su bondad. Estaba sentado en un banco, aparentemente triste y pensativo. Marina, intrigada, se acercó a él.

“Hola, soy Marina. ¿Estás bien?” preguntó, con una voz suave y amable.

Benja la miró y, por un momento, olvidó su tristeza. “Hola, soy Benja. No estoy en el mejor momento, pero gracias por preguntar.”

Marina, sintiendo una conexión instantánea, decidió no rendirse. “Si quieres, podemos hablar. A veces, compartir lo que sentimos ayuda.”

Benja sonrió tímidamente. “Está bien, creo que podría usar un amigo en este momento.”

Así, Marina y Benja comenzaron a conversar. Él le contó sobre sus problemas familiares y la presión que sentía en la escuela. Mientras hablaban, Marina se dio cuenta de que, aunque Benja estaba pasando por un momento difícil, su presencia era reconfortante. Por su parte, Benja sintió que la calidez de Marina lo envolvía y, poco a poco, comenzó a abrirse.

“Me encantaría hacer algo divertido para olvidarme de mis problemas. ¿Qué te parece si exploramos el parque juntos?” sugirió Marina.

Benja asintió, y juntos se adentraron en el parque. Pasaron horas riendo, jugando y disfrutando de la compañía del otro. Marina se sentía más viva que nunca, y Benja comenzaba a dejar atrás su tristeza. Era como si la magia de aquel día los hubiera unido de inmediato.

A medida que pasaban los días, Marina y Benja se encontraron con frecuencia. Cada vez que se veían, Benja empezaba a sentirse más feliz. Marina lo ayudaba a ver la belleza de las pequeñas cosas, como el canto de los pájaros, el brillo de las flores y la calidez del sol. Con el tiempo, Benja comenzó a llamarla “Lunita” porque decía que su belleza era comparable a la de una noche estrellada.

“¿Por qué me llamas Lunita?” le preguntó Marina un día, sonriendo.

“Porque iluminas mis días oscuros,” respondió Benja con sinceridad. “Desde que te conocí, todo ha cambiado para mí.”

Aquel apodo hizo que Marina se sintiera especial. A su vez, ella también comenzó a notar que sus propios miedos se desvanecían cuando estaba con Benja. Comenzó a abrirse a nuevas experiencias y a descubrir cosas sobre sí misma que nunca había imaginado.

Un día, mientras paseaban por el parque, Marina le confió a Benja algo que había mantenido guardado en su corazón. “A veces, me siento perdida. He estado tan enfocada en salir al mundo que olvidé disfrutar de las pequeñas cosas. No sé cómo encontrar ese equilibrio.”

Benja la miró con comprensión. “No tienes que hacerlo sola, Lunita. A veces, compartir nuestras inquietudes nos ayuda a encontrar el camino.”

Marina sintió que el apoyo de Benja la empoderaba. A partir de ese momento, decidieron ayudarse mutuamente en sus respectivas travesías. Él la llevó a explorar nuevos lugares, y ella le mostró la belleza de las cosas simples. Juntos se convirtieron en un equipo imparable.

Con el paso del tiempo, su amistad floreció en algo más profundo. Se dieron cuenta de que se gustaban desde el primer momento en que se conocieron. La conexión entre ellos se volvió inquebrantable, y sus corazones latían al unísono.

Sin embargo, no todo fue fácil. La familia de Marina no veía con buenos ojos su relación con Benja. A menudo, se preocupaban por el bienestar de su hija y querían protegerla. “Marina, es un buen chico, pero no queremos que su tristeza te afecte,” le decía su madre con preocupación.

Marina intentaba explicarles que Benja estaba mejorando gracias a su amor y apoyo. “Mamá, él me hace sentir bien y yo le ayudo a él. Juntos, somos más fuertes.”

La respuesta de sus padres no fue la que esperaba. “Entendemos tus sentimientos, pero debes tener cuidado. A veces, el amor puede nublar el juicio.”

A pesar de la preocupación de su familia, Marina y Benja continuaron apoyándose mutuamente. Se volvían cada vez más inseparables, encontrando consuelo en la compañía del otro. Sus citas se llenaban de risas, sueños compartidos y momentos mágicos. Aprendían a disfrutar del presente, a valorar cada instante juntos.

Un día, Benja sorprendió a Marina llevándola a un lugar especial: un mirador en la cima de una colina, desde donde se podía ver toda la ciudad iluminada por el atardecer. Marina quedó maravillada por la vista. “Es hermoso,” murmuró, sin poder apartar la mirada del horizonte.

“Como tú,” dijo Benja, tomando su mano. “Cada día me sorprendes más, Lunita.”

Marina sintió que su corazón latía más rápido. “Gracias, Benja. No sé qué haría sin ti.”

En ese momento, Benja se acercó y la besó suavemente en los labios. Era un beso lleno de ternura y promesas, y Marina sintió que todo encajaba. Sabía que había encontrado en Benja a alguien que la entendía y que siempre estaría a su lado.

Los días se convirtieron en semanas y las semanas en meses. A medida que el amor entre ellos crecía, también lo hacía la aceptación de la familia de Marina. Con el tiempo, empezaron a ver cómo Benja había cambiado, cómo su amor había traído luz a la vida de su hija. Se dieron cuenta de que juntos eran capaces de enfrentar cualquier adversidad.

Una tarde, Marina organizó una cena familiar para que Benja pudiera conocer mejor a sus padres. Estaba nerviosa, pero también emocionada. “No te preocupes, Lunita. Todo saldrá bien,” la tranquilizó Benja antes de entrar a la casa.

La cena fue una mezcla de nervios y risas. Al principio, sus padres estaban un poco distantes, pero a medida que Benja conversaba con ellos, su encanto y sinceridad comenzaron a derribar las barreras. Habló sobre sus sueños, sus pasiones y lo mucho que valoraba a Marina. La conexión entre ellos fue creciendo.

Al final de la noche, después de haber compartido historias y anécdotas, los padres de Marina sonrieron y le dieron la bienvenida a Benja en la familia. “Estamos contentos de que seas parte de la vida de nuestra hija,” dijo su padre. “Nos alegra ver que se hacen felices mutuamente.”

Marina sintió que todo su esfuerzo había valido la pena. A partir de ese día, su relación con Benja floreció aún más. Juntos, continuaron explorando el mundo, descubriendo nuevos lugares y creando recuerdos que atesorarían para siempre.

Un día, mientras paseaban por el parque donde se conocieron, Benja detuvo a Marina. “Quiero decirte algo importante,” comenzó, nervioso.

Marina lo miró a los ojos, sintiendo que algo especial estaba por venir.

“Desde que te conocí, he encontrado la fuerza para superar mis problemas. Me has mostrado la belleza de la vida, y no puedo imaginar un futuro sin ti. Quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti,” dijo Benja, su voz llena de sinceridad.

Marina sintió lágrimas de felicidad brotar de sus ojos. “Yo también te amo, Benja. Nunca pensé que encontraría a alguien que me entendiera tan bien.”

Fue entonces cuando Benja tomó su mano y, con un brillo en sus ojos, le prometió que siempre estarían juntos, sin importar los desafíos que enfrentaran. Y así, la vida de Marina y Benja se entrelazó de una manera hermosa. Aprendieron que el amor verdadero no solo se trata de los momentos felices, sino también de apoyarse en los momentos difíciles.

La historia de Lunita y Benja se convirtió en un hermoso relato sobre cómo el amor puede transformar vidas. Juntos demostraron que no importa cuán complicado sea el camino, si tienes a alguien que te apoye, puedes superar cualquier obstáculo.

Con el tiempo, sus sueños se hicieron realidad. Marina siguió explorando el mundo y descubriendo quién era, mientras que Benja encontró la felicidad que tanto anhelaba. Juntos, eran un equipo invencible, y su amor floreció con cada nuevo día.

Y así, Marina y Benja demostraron que el amor verdadero es un viaje que nunca termina, lleno de aventuras, risas y el apoyo incondicional de dos corazones que se eligieron mutuamente.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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