Había una vez un niño llamado Mateo, que vivía con su mamá Leslie en una pequeña casa llena de amor y risas. Mateo y Leslie eran una dupla inseparable; siempre encontraban maneras de convertir cada día en una nueva aventura.
Un día soleado, Mateo y Leslie decidieron ir a la playa. «¡Vamos a construir el castillo de arena más grande del mundo!» exclamó Mateo emocionado. Leslie sonrió y asintió, llevando cubos y palas mientras caminaban por la orilla del mar.
Llegaron a un lugar perfecto, justo al borde de las olas, y comenzaron a construir. Mateo cavaba y llenaba los cubos de arena, mientras Leslie moldeaba torres y murallas. Juntos, crearon un castillo impresionante, con puentes y fosos.
«¡Mira, mamá! ¡Es el mejor castillo de todos!» dijo Mateo, sus ojos brillando de alegría.
«Sí, cariño, lo hicimos juntos,» respondió Leslie, dándole un abrazo. Pasaron el resto del día jugando en la arena, chapoteando en el agua y buscando conchas para decorar su castillo.
Otro día, decidieron pasar la tarde en el parque. «Vamos a volar una cometa, mamá,» sugirió Mateo mientras recogía una cometa de colores brillantes.
«Es una gran idea, Mateo,» dijo Leslie. Fueron al parque y buscaron un lugar abierto donde el viento soplaba suavemente. Leslie ayudó a Mateo a desplegar la cometa y, con un pequeño empujón, la cometa empezó a elevarse en el aire.
«¡Mira cómo vuela!» gritó Mateo, corriendo con la cuerda en la mano.
Leslie lo observaba con una sonrisa, disfrutando de la alegría de su hijo. Después de volar la cometa, jugaron en los columpios y se deslizaron por el tobogán, riendo y disfrutando cada momento.
El día de San Valentín llegó, y Leslie tenía una sorpresa especial para Mateo. «Hoy es un día para celebrar el amor,» le dijo Leslie mientras le daba un pequeño paquete envuelto en papel rojo.
Mateo abrió el paquete y encontró un hermoso libro de cuentos. «Gracias, mamá. ¿Podemos leerlo juntos?» preguntó.
«Por supuesto,» respondió Leslie. Se sentaron en el sofá, y Leslie comenzó a leer el cuento. La historia hablaba de un niño valiente que vivía muchas aventuras con su madre. Mateo se acurrucó a su lado, escuchando con atención.
«¿Sabes, Mateo? El amor no es solo para San Valentín. Te amo todos los días,» dijo Leslie.
«Yo también te amo, mamá,» respondió Mateo, abrazándola fuerte.
Finalmente, un día lluvioso, decidieron pasar el tiempo cocinando juntos en la cocina. «Vamos a hacer galletas,» dijo Leslie mientras sacaba los ingredientes.
Mateo ayudó a medir la harina, el azúcar y la mantequilla. Mezclaron todo en un gran bol, y Leslie le mostró cómo amasar la masa y darle forma a las galletas. «Mira, mamá, esta parece un corazón,» dijo Mateo, orgulloso de su creación.
«¡Es perfecta, Mateo!» exclamó Leslie, colocando las galletas en una bandeja para hornearlas. Mientras las galletas se horneaban, la cocina se llenó de un delicioso aroma.
Cuando las galletas estuvieron listas, se sentaron a la mesa con un vaso de leche y probaron las galletas recién horneadas. «Son las mejores galletas del mundo,» dijo Mateo, saboreando cada mordisco.
Leslie sonrió y le dio un beso en la frente. «Son especiales porque las hicimos juntos.»
A lo largo de sus días llenos de aventuras, Mateo y Leslie siempre encontraron maneras de mostrar su amor y aprecio el uno por el otro. Ya fuera construyendo castillos de arena, volando cometas, leyendo cuentos o cocinando galletas, cada actividad era una oportunidad para fortalecer su vínculo.
Un día, mientras estaban sentados en el porche viendo la puesta de sol, Mateo miró a su mamá y dijo: «Mamá, me encanta pasar tiempo contigo. Siempre haces que todo sea divertido.»
Leslie lo abrazó y le respondió: «A mí también me encanta pasar tiempo contigo, Mateo. Eres mi mayor tesoro.»
Mateo sonrió y se acurrucó en los brazos de su mamá, sintiéndose amado y seguro. Sabía que, sin importar dónde estuvieran o qué estuvieran haciendo, siempre estarían juntos, viviendo nuevas aventuras y creando recuerdos inolvidables.
Y así, Mateo y Leslie continuaron viviendo sus días llenos de amor y felicidad, demostrando que el amor verdadero se encuentra en los pequeños momentos que se comparten con las personas que más importan.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.