En un pequeño y encantador pueblo llamado Casa Rosales García, vivía una familia llena de amor y alegría. La familia estaba formada por Jesús, un joven soñador con grandes aspiraciones; Ernelis, su hermana pequeña, siempre curiosa y llena de preguntas; Santiago, su primo y mejor amigo, un entusiasta de la naturaleza; y Anabella, una niña dulce y trabajadora que vivía en la casa de al lado. Juntos, formaban un vínculo especial que superaba cualquier desafío.
Una tarde soleada, mientras jugaban en el parque del pueblo, Ernelis tuvo una idea brillante. “¿Y si organizamos un concurso de cartas de amor? Podríamos escribir cartas sobre por qué amamos a nuestras familias y demostrar lo que sentimos por ellos”, propuso entusiasmada. Santiago, con su gusto por las aventuras, aplaudió la idea: “¡Sí! ¡Eso sería increíble! Pero también deberíamos invitar a más amigos para hacerlo más divertido.”
Jesús sonrió, siempre admirando la creatividad de su hermana. “Podríamos hacer esto una tradición anual. Imagina cuántos corazones podríamos tocar con nuestras palabras.” Anabella, que había estado escuchando con atención, asintió emocionada. “¡Y podríamos leer las cartas en una reunión familiar! A todos les encantaría escuchar lo que tenemos que decir.”
Así que, decidieron que en una semana tendrían su concurso de cartas de amor. Comenzaron a elegir a los participantes y a correr la voz. Todos en el vecindario estaban entusiasmados por la idea, y al final, más de veinte niños se inscribieron para el concurso. La familia de Casa Rosales García se sentía orgullosa de que su idea tuviera tanto eco.
Durante esa semana, todos se sumergieron en el mundo de la escritura. Jesús se encerró en su habitación, reflexionando sobre los momentos especiales que había compartido con su madre, su padre y su hermana. Recordó cómo su madre siempre le cocinaba su plato favorito cuando estaba triste, y cómo su padre jugaba con ellos en el jardín, riendo y enseñándoles sobre las plantas y los animales. Jesús escribió:
“Querida familia,
Quiero que sepan cuánto los quiero. Por cada risa compartida en el jardín, por cada comida deliciosa que hemos disfrutado juntos y por todas las lecciones que me han enseñado. Ustedes son mi hogar, y en mi corazón siempre habrá un espacio lleno de cariño para cada uno de ustedes. Espero que siempre podamos seguir compartiendo momentos así.”
Por su parte, Ernelis escribió su carta con dibujos coloridos alrededor, dibujando corazones y flores que representaban su amor por su familia. Recordaba esos días en que, después de la escuela, jugaban todos juntos en el parque, o cuando su madre le leía cuentos antes de dormir. Con gran entusiasmo, escribió:
“Querida familia,
Gracias por ser tan increíbles. Siempre me hacen sentir feliz con sus abrazos y sonrisas. Me encanta jugar con ustedes y hacer manualidades en casa. ¡Ustedes son los mejores! No importa lo que pase, siempre buscaré hacerlos reír.”
Santiago, que amaba explorar la naturaleza, escribió sobre las aventuras que había compartido con su familia. Recordaba esos días de camping y exploraciones en el bosque, donde aprendió tanto sobre los árboles y los animales. Su carta decía:
“Familia querida,
Amo cada instante que paso con ustedes, ya sea explorando el bosque o simplemente mirando las estrellas desde nuestro patio. Su amor es como la luz de la luna en una noche oscura, siempre guiándome. Espero que sigamos explorando y creando recuerdos juntos por mucho tiempo.”
Por último, Anabella, que siempre había admirado la dedicación de su familia, escribió una conmovedora carta expresando su gratitud. Ella apreciaba cada pequeño gesto, cada momento que su familia dedicaba a cuidarse unos a otros. En su carta dijo:
“A mi adorada familia,
Gracias por siempre apoyarme en todo lo que hago. Me siento tan afortunada de tenerlos en mi vida. Cada día que paso con ustedes es el mejor día de todos. Ustedes me enseñan el valor del amor y de cuidar de los demás. Prometo hacer todo lo posible para que nuestra familia siempre sea feliz.”
Finalmente llegó el gran día del concurso. Todos los niños se reunieron en el parque, llenos de emoción y algo de nerviosismo. Cada uno de ellos se sentó en un círculo, y uno por uno, comenzaron a leer sus cartas en voz alta. Cuando escucharon las palabras de amor y cariño, sonrisas y lágrimas de alegría llenaron los rostros de los papás y mamás presentes. El ambiente estaba cargado de una magia especial que solo el amor familiar podía crear.
Cuando llegó el turno de Jesús, sintió un ligero cosquilleo en su estómago. Se aclaró la garganta y comenzó a leer su carta. Las palabras fluyeron como un río, y cada frase estaba llena de emoción. Al terminar, los aplausos resonaron en el parque, y Jesús sintió que su corazón se llenaba de gratitud al ver las caras felices de su familia.
Ernelis fue la siguiente, y con cada palabra, los demás no podían evitar sonreír ante su inocencia y alegría. Santiago leyó su relato aventurero, y cada niño escuchaba con atención, imaginándose acampando bajo las estrellas. Finalmente, Anabella compartió sus sentimientos con tanta dulzura que muchos se limpiaron una lágrima.
Al final del evento, todos los adultos comenzaron a compartir sus historias, inspirados por las cartas de los niños. La tarde se llenó de risas, abrazos y un profundo sentido de conexión. El amor estaba aplastando cualquier barrera, y las familias se sentían más unidas que nunca.
A medida que el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, Jesús, Ernelis, Santiago y Anabella se juntaron y se miraron con satisfacción. “Hoy hemos visto cuán poderoso es el amor”, dijo Jesús. “No solo se trata de palabras, sino de mezclar nuestros corazones y compartir nuestra vida con los que amamos”.
Ernelis asintió, sonriendo. “Hicimos algo especial y, lo más importante, lo hicimos juntos”.
Santiago agregó: “Esto debería ser solo el comienzo. ¡Imaginemos las aventuras y las historias que aún nos quedan por escribir!”
Anabella miró a sus amigos con cariño y añadió: “Y siempre recordaremos que el amor se comparte, crece y se nutre. La familia es el lugar donde florece”.
Y así, bajo un cielo lleno de estrellas, los cuatro amigos prometerían nunca dejar de demostrar su amor y mantener viva esa tradición, fortaleciendo su familia y la comunidad, sembrando cariño en sus corazones y contribuyendo a un mundo más hermoso cada día. La verdadera esencia del amor es la unión, y donde hay amor, siempre habrá un hogar.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.