En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y árboles frutales, vivían dos jóvenes que compartían un fuerte vínculo desde su infancia. Lorena y Edwing eran amigos inseparables. Desde que tenían cinco años, jugaban juntos en el parque, construían castillos de arena en la playa y exploraban el bosque cercano, donde inventaban historias fantásticas sobre dragones y princesas. Con el tiempo, su amistad creció, y así lo hizo también un sentimiento especial entre ellos. Sin embargo, nunca se atrevieron a hablar sobre ese nuevo sentimiento que florecía en sus corazones.
Lorena era una chica creativa, con una gran pasión por la pintura. Le encantaba plasmar la belleza de su entorno en lienzos llenos de color. Cada mañana, se despertaba temprano para encontrar el lugar perfecto donde el sol iluminara el paisaje y comenzaba a pintar. Un día, decidió que haría una obra maestra que capturara la esencia del amor. Se pasó días pensando en cómo representarlo, pero no podía dejar de pensar en Edwing. Sabía que él era la metáfora viva del amor en su vida.
Edwing, por su parte, era un aventurero. Aprecia la naturaleza y disfrutaba de la emoción de descubrir cosas nuevas. Sin embargo, había algo que siempre lo detuvo: su temor a confesarle a Lorena lo que realmente sentía. Cada vez que la veía sonreír, su corazón se llenaba de alegría, pero también de incertidumbre. Tenía miedo de que, si le confesaba su amor, pudieran arruinar la perfecta amistad que habían construido.
Los días pasaron y la primavera llegó, trayendo consigo el festival del pueblo. Era una celebración llena de música, luces y risas. Lorena decidió que sería el escenario ideal para revelar sus sentimientos. Con su pincel en mano, pintó una hermosa obra que representaba su amistad con Edwing, pero en el fondo del lienzo, había un corazón resplandeciente que simbolizaba el amor que había crecido entre ellos. Ella planeaba presentar su cuadro en el festival y, con él, confesar sus sentimientos.
El festival comenzó con una gran alegría. Las personas del pueblo se reunieron para disfrutar de la comida, la música y las actuaciones. Entre risas y colores, Lorena buscó a Edwing entre la multitud. Finalmente lo encontró, iluminado por la luz de las farolitas, sonriendo mientras bailaba con sus amigos. Su corazón latía rápido; era el momento de hablar.
Con sus habilidades artísticas, Lorena había preparado una pequeña exposición donde exhibía su cuadro. Cuando Edwing llegó, se adentró en el lugar donde estaban las obras. A medida que se acercaba a su pintura, el corazón de Lorena latía intensamente, como si las emociones se desbordaran. Edwing contempló el cuadro, perplejo por la belleza que reflejaba.
—Es hermoso, Lorena —dijo él, sonriendo—. Has capturado nuestra amistad perfectamente.
Lorena se sonrojó, pero no podía dejar pasar la oportunidad. Se armó de valor y le contestó:
—Gracias, Edwing. Pero hay algo más que quiero que sepas.
Edwing la miró con curiosidad. El brillo de sus ojos reflejaba una mezcla de sorpresa y espera. Lorena reunió todas sus fuerzas y continuó:
—Esta pintura no solo es sobre nuestra amistad. También es sobre el amor que siento por ti. Durante años, he mantenido guardado este sentimiento en mi corazón, pero ya no puedo ocultarlo más.
El silencio se apoderó del ambiente mientras sus palabras flotaban en el aire. Edwing la miró absorto, y por un momento, el mundo pareció detenerse. Lorena sintió que su estómago daba un vuelco, y su corazón latía con una mezcla de ansiedad y esperanza.
—Lorena, yo… —comenzó Edwing, y su rostro reflejaba una mezcla de sorpresa y alegría—. No sabía que también sentías lo mismo.
Lorena sintió que podría volar. Edwing dio un paso adelante y tomó su mano.
—Yo también he estado sintiendo esto desde hace mucho tiempo. No sabía cómo decírtelo.
Ambos se quedaron mirándose a los ojos, y en ese instante, supieron que su amistad se estaba transformando en algo mucho más profundo. Llenos de emoción, decidieron abrazarse, sellando su conexión con un lazo que nunca se rompería.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.