Había una vez una chica llamada Kari. Tenía el cabello largo y castaño que siempre llevaba suelto, y sus ojos reflejaban una profunda ternura y pensamiento. Kari había estado pasando por un momento difícil. Había terminado su relación con Abel, un chico de cabello corto y oscuro, con quien había tenido algo más que una simple amistad, pero nunca llegaron a ser novios oficiales. Eran un «casi algo», como solía llamarlo.
Kari estaba en su habitación, recordando los momentos que había compartido con Abel. A veces, parecían una pareja perfecta, riendo y compartiendo secretos. Pero otras veces, las cosas no eran tan fáciles, y por eso habían decidido tomar caminos separados.
Un día, mientras caminaba por el parque, Kari se encontró con su mejor amiga, Valeri. Valeri era una chica de cabello rubio y rizado, siempre llena de energía y con una sonrisa contagiosa. Pero ese día, Valeri no estaba sonriendo. Tenía los ojos hinchados y una expresión triste.
«¿Qué te pasa, Valeri?» preguntó Kari, preocupada.
«Es… es mi ex,» dijo Valeri con la voz quebrada. «Murió en un accidente de coche. Y lo peor de todo es que no habíamos hablado en meses. Siempre pensé que tendríamos tiempo para arreglar las cosas, pero ahora… ahora nunca podré hacerlo.»
Kari sintió un nudo en el estómago al escuchar las palabras de su amiga. La tristeza de Valeri la hizo pensar en Abel y en cómo habían dejado las cosas. ¿Y si nunca tenía la oportunidad de hablar con él y aclarar lo que sentía?
Inspirada por la tristeza de Valeri y el deseo de no dejar cosas sin resolver, Kari decidió que debía hablar con Abel. Quería arreglar las cosas, aunque solo fuera para sentirse en paz consigo misma. Esa misma tarde, se armó de valor y fue a buscarlo.
Cuando llegó a la cafetería donde solía encontrarse con Abel, su corazón latía con fuerza. Pero antes de entrar, lo vio a través de la ventana. Estaba sentado en una mesa, riendo y conversando con otra chica. Tenía el cabello rojo y pecas en la nariz, y parecía muy cómoda con Abel.
Kari sintió una punzada en el corazón y decidió marcharse sin ser vista. Se sentía triste y confundida. ¿Había sido un error venir? Tal vez Abel ya había seguido adelante y no había lugar para ella en su vida.
Esa noche, mientras Kari estaba en su habitación, su amiga Miri la llamó. Miri era una chica de cabello negro y lacio, siempre dispuesta a escuchar y dar consejos.
«Kari, ¿qué pasa? Te escuchas triste,» dijo Miri con voz suave.
Kari le contó lo que había visto en la cafetería y cómo se sentía. «Tal vez debería dejarlo así. Parece que Abel ya ha seguido adelante,» dijo Kari, suspirando.
«Es difícil, Kari, pero a veces hay cosas que es mejor dejar en el pasado. Abel parece feliz, y tú también deberías buscar tu propia felicidad,» dijo Miri.
Kari asintió, aunque en su corazón aún sentía la necesidad de hablar con Abel. Esa noche, tuvo un sueño extraño. Soñó que estaba caminando por un campo de flores y, en medio de ellas, vio a Abel. Parecía tranquilo y feliz. En el sueño, Abel le sonrió y le dijo: «Debemos hablar, Kari. Hay cosas que debemos resolver.»
Al despertar, Kari sintió que el sueño era una señal. Decidió que debía intentarlo una vez más. Necesitaba hablar con Abel y aclarar sus sentimientos, aunque solo fuera para encontrar paz.
Al día siguiente, fue nuevamente a la cafetería. Esta vez, Abel estaba solo, leyendo un libro. Kari respiró hondo y se acercó a él.
«Hola, Abel,» dijo, tratando de sonar calmada.
Abel levantó la vista y sonrió al verla. «Hola, Kari. ¿Cómo has estado?»
Kari se sentó frente a él y, después de un momento de silencio, comenzó a hablar. «He estado pensando mucho en nosotros, en lo que tuvimos y en cómo dejamos las cosas. Quería hablar contigo para aclarar todo y poder seguir adelante sin remordimientos.»
Abel escuchó atentamente, asintiendo mientras Kari hablaba. «Entiendo, Kari. Yo también he estado pensando en eso. No fue fácil para ninguno de los dos, pero creo que ambos hicimos lo mejor que pudimos en ese momento.»
Kari sintió que un peso se levantaba de sus hombros al escuchar las palabras de Abel. Continuaron hablando durante horas, recordando los buenos momentos y reconociendo los errores que habían cometido. Al final, Abel tomó la mano de Kari y le sonrió.
«No podemos cambiar el pasado, pero podemos aprender de él y seguir adelante,» dijo Abel. «Quiero que sepas que siempre te apreciaré y que no guardo ningún rencor.»
Kari sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas, pero esta vez eran lágrimas de alivio. «Gracias, Abel. Yo también te aprecio mucho. Me alegra que hayamos podido hablar.»
Al despedirse, Kari se sintió en paz. No habían vuelto juntos, pero había encontrado la claridad y el cierre que necesitaba. Sabía que siempre llevaría a Abel en su corazón, pero también sabía que era el momento de seguir adelante y buscar su propia felicidad.
Esa noche, Kari se reunió con sus amigas Valeri, Miri y Ari en el parque. Ari, con su cabello rojo y pecas, siempre tenía una manera de hacer reír a todos. Kari les contó lo que había pasado y cómo se sentía.
«Me siento en paz,» dijo Kari, sonriendo. «No hemos vuelto juntos, pero creo que eso es lo mejor para ambos.»
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.